En torno a la fiesta de San Vicente de Paúl
«Corramos con constancia en la competición que se nos presenta, fijos los ojos en el pionero y consumador de la fe, Jesús» (Heb 12,2).
Roma, 10 de junio de 2013
A todos los miembros de la Familia Vicenciana
¡La gracia y la paz de Nuestro Señor Jesucristo llenen nuestro corazón ahora y siempre!
Hermanos y hermanas cada año en torno a la fiesta de San Vicente de Paúl reflexionamos sobre un tema que nos ayude a profundizar en nuestra espiritualidad y en el fortalecimiento de nuestro compromiso con los pobres. Este año queremos hacerlo desde la Fe, tema central de nuestra identidad cristiana y propuesto por la Iglesia para este año.
En el contexto de celebrar los 50 años del Concilio Vaticano II, el gran “aggiornamento” de la Iglesia en el siglo XX, fuimos convocados por el papa Benedicto XVI al año de la Fe. Año que dio inicio el 11 de octubre de 2012 y concluirá el 24 de noviembre de 2013, con la Solemnidad de Cristo Rey. En su Carta Apostólica Porta Fidei, Benedicto nos dijo que este tiempo busca «dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente».
En la historia de nuestra Iglesia hemos sido convocados muchas veces a profundizar en distintos temas. Todos muy importantes y necesarios para la fe. Pero esta convocación sin duda es de importancia capital, ya que toca el TEMA central de nuestra relación con Dios, LA FE.
No se puede creer en Dios sin Fe, no se puede seguir a Jesús sin Fe, no se puede ser miembro de la Iglesia sin Fe. Parece obvio. Pero eso que es tan obvio, no siempre lo es en nuestra práctica cristiana. Celebrar un año de la Fe, para los cristianos y cristianas, es celebrar a Jesucristo, centro y culmen de nuestra Fe.
El punto de partida y la meta de nuestra FE, es Jesucristo. Como magistralmente dice carta a los hebreos: «Corramos con constancia en la competición que se nos presenta, fijos los ojos en el pionero y consumador de la fe, Jesús» (Heb 12,2). Jesús es el fundamento y contenido de nuestra Fe, es el Hijo de Dios, que nos revela al Padre; pero también es el modelo de creyente como hombre. Es el pionero, el que ha iniciado este nuevo estilo de creer en Dios. Y es el consumador, el que ha logrado vivirlo en plenitud. Es el hombre pleno porque ha sido el creyente en plenitud. Y por su Fe hemos sido salvados, nos dirá la carta a los Romanos. (Cf Rom 3, 21-26).
Junto a Jesús, en la historia de la Iglesia, muchos han hecho camino con él, convirtiéndose para nosotros también en modelos. Un modelo importante, es María, nuestra madre. De ella, los evangelios, entre otras cosas, resaltan la Fe. “dichosa tu que has creído”( Lc 1, 45).
La Espiritualidad Vicenciana es centrada en Jesús. El Vicenciano es el hombre o la mujer que se pregunta lo que Jesús haría hoy ante una situación determinada. Por lo tanto en el tema de la Fe la pregunta es ¿Cómo ha creído Jesús? Vemos que Jesús se entrega incondicionalmente a Dios a quien llama su Padre. Su vida está en absoluta confianza y abandono en las manos de su Padre. Aun en los momentos de mayor sufrimiento, Jesús mantuvo esta confianza, superando toda tentación de renuncia y de apoyarse en sus propias fuerzas.
Eso significa que para nosotros Jesús no es sólo una persona en la que creemos, es también un camino, un modelo de cómo creer. De esta manera Jesús es el “pionero”, el que va delante, el que dirige, el que enseña el camino, el camino mismo, el pionero y consumador de la fe. En consecuencia nuestra condición de creyentes tiene que buscar la manera de seguirlo como modelo y camino. La fe conlleva entonces un acto de profunda confianza. Abandonarse en las manos de Dios, como lo ha hecho Jesús, aun cuando se experimente soledad y sufrimiento, como lo ha hecho él.
En la historia de nuestra Familia Vicenciana, muchos son los que han dado testimonio de su Fe y que hoy honramos como santos, beatos, siervos y referentes de nuestra vida. Partiendo de lo fundamental para nosotros: Jesucristo. De allí que estamos invitados a vivir la vida desde Dios, tratando de vivir como vivió Jesús. El mismo Vicente de Paúl nos recuerda que la “Fe es ver las cosas como Dios las ve”. Y que “la fe nos permite descubrir a Cristo en los pobres”. Podemos acceder a Jesucristo mediante la Fe en él y mediante la Fe de él. Y en consecuencia al buscar a Jesús nos encontramos con los pobres, porque no se puede entender a Jesús, sin esa relación cercana con ellos. Jesús ha dicho de sí mismo que ha venido a ser la Buena Noticia de los pobres. Tal como nos lo recuerda Santa Luisa: El “prójimo toma el lugar de Nuestro Señor, lo sustituye, por una invención de amor que su bondad sabe y que ha dado a entender a mi corazón, aunque yo no puedo explicarla”.
Para vivir esa vida desde Dios, Jesucristo nos enseña el camino de la Fidelidad. La fe implica para nosotros fidelidad. Fidelidad a Dios en Jesucristo y Fidelidad a Jesucristo en los pobres. Como nos dice Elisabeth de Robiano (fundadora de las Sirvientes de los pobres de Gijzegem ): “Dios no le fallará si usted verdaderamente se ha entregado con él para la eternidad”. El compromiso con Dios no es de un tiempo, es para toda la vida. Esta es la dimensión de la Fe más difícil. Porque estamos invadidos por una mentalidad de lo temporal y lo desechable. Nos gustaría que el compromiso fuera temporal también, pero la verdadera fe es para Siempre.
Esta fidelidad exige entrega, renuncia, sacrificio, etc. Estar dispuestos a llegar a la cruz como Jesús y tener el coraje de soportar todo por amor a Dios en los pobres, como lo hizo Jesucristo y como bien lo recoge el pensamiento de Ignatia Jorth Fundadora de las Hermanas de la caridad de Zagreb «Estamos al servicio de los pobres. Los pobres son hijos de Dios que servimos, lo cual es muy loable. Si nuestro trabajo suele recoger insultos e ingratitud, es porque de esta manera se puede seguir más fácilmente las huellas de nuestro Divino Maestro”. No siempre serle fiel a Dios, fiarse de él trae con sí satisfacciones, trae también “cruces” y es allí donde no todos estamos dispuestos a seguir. Por eso el camino de la Fe es un camino que requiere conversión cotidiana.
Los vicentinos y las vicentinas de hoy tenemos tanto que aportar a este mundo que ha relativizado la fe. En algunos lugares no se cree en nada ni nadie y en otros se cree demasiado, pero en cosas que no dan vida, sino muerte. Nuestra fidelidad creativa pude ser un testimonio vivo de la fe en un mundo que necesita ser fortalecido y curado en muchos aspectos. Estamos invitados a vivir una fe capaz de trasformar la vida del mundo. Como dice el Beato Federico Ozanam: “Nuestra fe siempre joven es capaz de satisfacer las necesidades de todos los tiempos, para sanar las heridas de todas las almas”
Dejemos que Jesucristo sea verdaderamente nuestro maestro, que realmente sea camino que nos conduzca al Padre. Que podamos no solo creer en él, sino también creerle a él. Que podamos seguir sus huellas que nos lleva a la fidelidad al Dios de la Vida, el Dios que quiere la Vida para los Empobrecidos
Su hermano en san Vicente,
G. Gregory Gay, C.M.
Superior general
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