Acción de Gracias y despedida de Holy Agony, comunidad de New York
(14 de Junio de 2015)
Seguro que a todos nos embargan emociones contrapuestas en esta celebración. Como todos los Domingos, nos alegra conmemorar la Resurrección de Jesucristo el Señor, que nos da la Vida.
Nuestra celebración de la eucaristía hoy quiere ser especial. Especial porque queremos agradecer a Dios la presencia y dedicación de los sacerdotes de la comunidad vicentina que se han entregado con celo a la Parroquia durante tantos años.
Y también especial porque a diferencia del resto de los domingos, hoy cerramos oficialmente el servicio pastoral de los misioneros paúles en esta entrañable iglesia de Santa Agonía. Y esto, sin duda, que nos llena de pena y dolor. Todavía continuarán los sacerdotes entre ustedes hasta el próximo 1 de Agosto, pero ya desde hoy sentimos la provisionalidad y la despedida.
Todos conocemos la decisión del Cardenal, Timothy Dolan, publicada el día 2 de noviembre del pasado año 2014. Se nos comunicaba a Parroquia de Holy Agony la fusión con la Parroquia Santa Cecilia a partir del día 1 de agosto de 2015. En estos últimos meses hemos podido ir reaccionando y situándonos, como personas de fe que confían plenamente en Dios, para aceptar esta decisión y nueva realidad en nuestra comunidad de Holy Agony.
Podemos, sin embargo, encontrar aliento en la Palabra de Dios que hemos escuchado y que nos habla del Reino de Dios. El profeta Ezequiel lo comparaba a una rama que el Señor planta en la cima del monte y que echa brotes y fruto hasta hacerse un cedro noble.
Jesús, en el Evangelio, hablaba en la parábola de cómo ese Reino se parece a una simiente que se deposita en la tierra y va creciendo de manera callada, sin que los demás nos demos cuenta. Lo compara también a un grano de mostaza, que brota y echa ramas tan grandes que pueden cobijar a toda clase de pájaros.
Entendemos desde esas lecturas la realidad del Reino de Dios. El Señor ya lo ha sembrado en este mundo con su palabra, con sus milagros, con su cercanía a los que sufren, con su testimonio de amor hasta la cruz. El Señor lo ha sembrado también en nuestros corazones con la gracia del Espíritu Santo que derrama constantemente en nuestro interior. Y ese Reino de Dios va creciendo calladamente entre nosotros por nuestro deseo de justicia, nuestro compromiso con la dignidad de los pobres, nuestra fe en Jesucristo, nuestro testimonio de caridad, nuestra entrega al Evangelio y nuestra pertenencia a la Iglesia.
Todo eso que la Palabra de Dios decía sobre el Reino se ha hecho realidad también entre ustedes. En su día, el Señor los arrancó de un árbol hermoso y ahora distante, su antigua Patria, y los plantó en esta tierra que les ha acogido. Aquí han ido echando raíces y han ido creciendo sabiéndose siempre acompañados y guiados por Jesucristo, el Señor. Y aquí, en Santa Agonía, se han consolidado como comunidad católica reforzando sus lazos familiares y de amistad y alentados siempre por el impulso del Espíritu Santo.
Esta es la realidad de Santa Agonía, una comunidad de vida y de fe, desde el ya lejano año de 1930. Se fundó esta parroquia el 20 de agosto de ese año en un edificio antiguo de unos Baños Turcos, en el número 206 Este de la calle 98, para atender a aquellos hispanos que tan afectados resultaban por la depresión de aquella época. Allí se siguió dando el servicio parroquial hasta el 1 de Noviembre de 1953 en que se bendijo solemnemente esta iglesia de Santa Agonía que nos cobija. Curiosamente, asistieron a aquella bendición los PP. Víctor y Cándido, entonces muy jóvenes, y que después de muchas vueltas por el mundo han estado también estos últimos años al servicio de todos ustedes.
De alguna manera, esta iglesia de Santa Agonía es heredera de la desaparecida parroquia de La Milagrosa, de tan entrañable recuerdo todavía para los más mayores. Tanto en una como en otra iglesia, los misioneros paúles fundados por San Vicente de Paúl han querido dar acogida a los inmigrantes hispanos que venían a Nueva York desde tantos países hermanos. Aquí, en la que cariñosamente llaman la catedral del barrio, encontraban una comunidad de cultura afín en la que podían entenderse, compartir la misma fe católica, celebrar con mucha alegría la Eucaristía y organizar tantas actividades creyentes, sociales, culturales y recreativas. Todavía hoy son muchos los que, viviendo ya desde hace tiempo en otras zonas de la ciudad, siguen acudiendo a Santa Agonía para celebrar los sacramentos de la fe y reencontrarse con los viejos amigos y compatriotas.
Y es que el mérito de Santa Agonía ha sido el haber sabido conformar una comunidad cristiana de carácter muy familiar, cercano y amistoso. Todo ello sostenido y animado por una constante actividad pastoral. A quienes venimos ocasionalmente de fuera, nos gusta participar aquí en la Eucaristía por la viveza y alegría de las celebraciones. Pero no es sólo la celebración de la fe lo que se atiende en Santa Agonía. Se sostiene también la formación en la fe de muchos niños y jóvenes en catequesis de primera comunión y confirmación, así como de los miembros de las variadas Asociaciones que funcionan entre ustedes. Es importante, además, la atención pastoral y social que se ha brindado siempre desde la oficina parroquial por parte del personal y de los sacerdotes. Y ha sabido igualmente la parroquia de Santa Agonía hacer presente a la Iglesia Católica y su testimonio cristiano en medio de este barrio.
Por todo ello queremos hoy dar gracias a Dios. Darle gracias porque constantemente les ha estado sosteniendo y acompañando. Darle gracias porque les ha mantenido fieles a Jesucristo y a su Iglesia. Darle gracias porque en esta parroquia de Santa Agonía se ha hecho siempre presente el Señor fortaleciendo la fe de todos ustedes. Y darle gracias por el servicio pastoral de los misioneros paúles en estos años. Desde hace un tiempo, son los PP. Víctor, Cándido y Jesús los que están al servicio de todos ustedes. Ellos les quieren a todos ustedes de verdad y por eso sé lo mucho que les cuesta esta despedida y el tener que dejarles. Les va a quedar, sin embargo, el buen recuerdo y la comunión cada día en la misma fe y en los mismos sacramentos. En ellos quiero, además, ver representados a todos los misioneros paúles que desde 1930 se han dedicado al ministerio pastoral en Santa Agonía. No voy a intentar nombrarlos porque son muchos y podría olvidarme de alguno de ellos. Pero en los padres Victor, Cándido y Jesús están simbolizados todos. ¡Gracias a ustedes de verdad, Víctor, Cándido y Jesús! ¡El Señor sabrá recompensar tantos desvelos por esta comunidad de Santa Agonía y tanto amor a todos y cada uno de estos fieles!
El día 1 de agosto de 2015 como indicaba el Cardenal en su Carta será oficial la de fusión de parroquias y la comunidad vicentina marchará definitivamente a España. Sé que las despedidas siempre nos cuestan y nos apenan porque suponen un girón en nuestra vida. Nos vamos con mucha pena. Pero vamos a seguir manteniendo los lazos con esta tierra. Vamos a seguir manteniendo el recuerdo y la amistad de muchos de vosotros. Y vamos a seguir manteniendo, sobre todo, la comunión en una misma fe cristiana y la esperanza en un futuro mejor para todos.
Y aún me van a permitir una idea más: que tengan en cuenta que aquí no acaba la historia. Es sólo una etapa la que se cierra, pero se abre otra nueva para todos ustedes, comunidad católica de Santa Agonía. Sepan afrontar esta nueva etapa con la entereza, el aguante, el coraje y la alegría de las primeras comunidades cristianas. Tienen ahora la oportunidad de alentar el vigor en la fe de la comunidad de Santa Cecilia. Sin duda que esta nueva parroquia se refuerza ahora porque recibe el aporte de todos ustedes. Participen con alegría en las celebraciones de la Eucaristía, colaboren con entusiasmo en las actividades parroquiales, asuman el compromiso de una mayor formación en la fe, siéntanse hermanos de todos aquellos con los que se van a encontrar, configuren una sólida comunidad católica capaz de encender la fe en Jesucristo y la adhesión a su Iglesia en este barrio tan popular.
De todo corazón, muchas gracias amigos, porque nos llevamos lo mejor de esta tierra, todo vuestra amistad y vuestro amor.
Con el corazón rebosante de gozo por la presencia del Señor entre nosotros, continuemos la Eucaristía dando gracias a Dios y pidiéndole que siga bendiciéndonos y acompañándonos.
David C.M.
Atraves de los años, Padre Victor, Candido y Jesus, se convertido en parte de nuestra familia. Se han ganado cariño de todos incluyendo los niños y jovenes igual. Sera muy doloroso verlos partir, pero estaran cerca de nosotros por medio de los recuerdos, fotos y oraciones. La fiesta fue bonita pero tambien agridulce. Que nuestro Señor siempre los proteja y a toda la comunidad Vicentina. Gracias por sus enseñansas de espiritualidad y humildad. Dios bendiga.
¡Mil gracias! de verdad a Dios por los celosos y simpáticos misioneros Paúles, y tributos agradecidos a ellos. ¡Qué triste!, sin embargo, decir adiós. Pero en fin,
Idos en paz, Padres buenos,
Adondequiera que os envíe vuestro voto;
Allí ojalá encontréis al Pobre,
Razón de vuestra unción.
Os bendiga siempre el Padre eterno,
Y os siga dando buena salud,
De su Santo Espíritu llenos,
Seguid proclamando su plenitud.