Beatificación de los mártires de la Familia Vicenciana
CARTA DEL CARDENAL ANTONIO CAÑIZARES,
ARZOBISPO DE VALENCIA
En la Curia Eclesiástica de Valencia se instruyó, en los años 2004-2005, la causa de martirio formada por los siervos de Dios Vicente Queralt Lloret, y XX compañeros: 7 sacerdotes de la Congregación de la Misión, 5 sacerdotes diocesanos, 2 Hijas de la Caridad, y 7 laicos de la Asociación de la Medalla Milagrosa.
El pasado 2 de diciembre el Papa Francisco firmó el Decreto por el que la Iglesia reconoce el Martirio de dichos siervos de Dios, quienes serán beatificados el próximo 11 de noviembre en Madrid, junto con otros 39 mártires: sacerdotes y hermanos coadjutores de la Congregación de la Misión, así como 6 laicos de la Asociación de la Medalla Milagrosa. En aquella solemne ceremonia serán elevados a los altares 60 hombres y mujeres que dieron testimonio de su fidelidad a Cristo y a la Iglesia en la pavorosa persecución religiosa que se desató en España en la década de los años 30 del siglo XX.
El acontecimiento de la beatificación coincide felizmente con el 400 aniversario del comienzo del carisma vicenciano en la Iglesia. De todos es conocido cómo San Vicente de Paúl, a través de las experiencias vividas en Folleville y Châtillon, descubrió la necesidad de la misión y la caridad. Pues bien, el testimonio valiente de estos nuevos mártires es una llamada a la plenitud y a la santidad, no sólo a los que forman parte de la “familia vicenciana”, sino a toda la Iglesia.
La beatificación de estos Mártires es un don, una gracia y un ejemplo que nos anima a la fidelidad. “Dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos porque Dios os va a dar una gran recompensa” (Mt 5, 11-12). Ellos con serenidad confesaron su fe en Jesucristo y con valentía defendieron los valores del Evangelio.
(…)
¡Que el recuerdo bendito de nuestros mártires aleje para siempre de entre nosotros cualquier forma de violencia, odio y resentimiento! Que todos, y especialmente los jóvenes, puedan experimentar la bendición de la paz en libertad: ¡Paz siempre, paz con todos y para todos!
Valencia, 30 de junio, memoria de los Santos Protomártires de la Iglesia de Roma.
+ Antonio, Cardenal Cañizares Arzobispo de Valencia
CARTA PASTORAL COMPLETA: Carta del Cardenal Antonio Cañizares, Arzobispo de Valencia
Muy estimados Diocesanos:
En la Curia Eclesiástica de Valencia se instruyó, en los años 2004-2005, la causa de martirio formada por los siervos de Dios Vicente Queralt Lloret, y XX compañeros: 7 sacerdotes de la Congregación de la Misión, 5 sacerdotes diocesanos, 2 Hijas de la Caridad, y 7 laicos de la Asociación de la Medalla Milagrosa.
El pasado 2 de diciembre el Papa Francisco firmó el Decreto por el que la Iglesia reconoce el Martirio de dichos siervos de Dios, quienes serán beatificados el próximo 11 de noviembre en Madrid, junto con otros 39 mártires: sacerdotes y hermanos coadjutores de la Congregación de la Misión, así como 6 laicos de la Asociación de la Medalla Milagrosa. En aquella solemne ceremonia serán elevados a los altares 60 hombres y mujeres que dieron testimonio de su fidelidad a Cristo y a la Iglesia en la pavorosa persecución religiosa que se desató en España en la década de los años 30 del siglo XX.
El acontecimiento de la beatificación coincide felizmente con el 400 aniversario del comienzo del carisma vicenciano en la Iglesia. De todos es conocido cómo San Vicente de Paúl, a través de las experiencias vividas en Folleville y Châtillon, descubrió la necesidad de la misión y la caridad. Pues bien, el testimonio valiente de estos nuevos mártires es una llamada a la plenitud y a la santidad, no sólo a los que forman parte de la “familia vicenciana”, sino a toda la Iglesia.
La beatificación de estos Mártires es un don, una gracia y un ejemplo que nos anima a la fidelidad. “Dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos porque Dios os va a dar una gran recompensa” (Mt 5, 11-12). Ellos con serenidad confesaron su fe en Jesucristo y con valentía defendieron los valores del Evangelio.
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