Celebración de la fiesta de San Vicente en Albacete
Como la fiesta se nota de víspera, y cuanto más grande es una fiesta más preparación y ambientación se exige, nosotros, la Familia Vicenciana de Albacete, decidimos resaltar nuestra fiesta de referencia con un triduo, y no cualquier triduo, sino un triduo por todo lo alto, como se merece la fiesta de San Vicente. Por eso, no fue un triduo de los clásicos, de misa y homilía: quisimos que fuese un triduo de los que interpelan, con evaluación de nuestro pasado inmediato y con prospectivas de futuro; no, en general, como gato por brasas, sino por troncos diferenciados, por las distintas ramas de la Familia Vicenciana de Albacete…
Claro, que hay que decir por delante que, aquí, en Albacete, hay síntomas de que formamos una gran familia, como dice el Himno: no nos vemos sólo de vez en cuando: para la onomástica de San Vicente, la Milagrosa y poco más, sino que nos reunimos regularmente por grupos y tiempos fijos: con denominación de origen de las distintas ramas: unas, semanalmente; otras, cada quince días; y, de vez en cuando, se reúne también el grupo representativo de todos, para tratar cosas comunes… Precisamente en estas reuniones se ha gestado la idea de constituirnos en Familia, incluso institucional y legalmente: ya somos: “La Familia Vicenciana de Castilla la Mancha”, con Estatutos propios y todo. Hemos creído que, en nuestro tiempo, el mejor servicio de los pobres nos exigía ser sagaces y lanzados… Necesitábamos suscitar también el voluntariado económico, las cuotas de socios, para mantener el banco de alimentos, el Economato Vicenciano, recién alumbrado, las ayudas extras a las familias en proceso de desahucio, las necesidades extremas, difícilmente clasificables… Y todo esto exige, por encima de todo, claridad y transparencia legal, en estos tiempos de caza de brujas generalizado. Y aquí estamos, con nuestros Estatutos todavía humeantes… Pero, de todo esto, de la obra callada, y admirable, de la Familia Vicenciana en Albacete, hablaremos más detenidamente en otra ocasión…
Nuestro triduo de celebraciones dedicó el viernes y el sábado, 25 y 26, a la reflexión y al dialogo fraterno, teniendo como referencias el espíritu vicenciano en sus raíces constitutivas y la visión de futuro inmediato que queremos proyectar en este año de estreno. El libro de Celestino, “Vicente de Paúl, un corazón sin medida…”, nos sirvió de guía el viernes. Dividimos los temas a tratar en seis apartados, cada tema con el correspondiente número de páginas del libro, como referente. Ninguna exposición debía sobrepasar los veinte minutos. Y doy fe de que los interlocutores fueron escrupulosamente cumplidores de la norma… Fue un auténtico libroforum…
Estos fueron los temas expuestos:
- Urgencias y criterios pastorales para la misión y la caridad hoy…
- Relanzamiento del laicado vicenciano…
- Pasos urgentes que debe dar el laicado…
- Los medios de comunicación, un areópago para la misión…
- Espacios vicencianos para la nueva evangelización…
- Propuestas vicencianas para la nueva evangelización…
Fueron casi dos horas de densa e interpelante reflexión.
El sábado, la cosa fue más relajante, aunque, tratándose de visiones y propuestas personales o grupales, nunca faltan los dimes y diretes, las distintas visiones y propuestas de futuro. No es cuestión de repetir aquí, fuera de contexto, las diatribas ni los caminos a recorrer, hermanados, a pesar de nuestros yoes e intemperancias… El espíritu y la buena disposición nos une y nos conducirá a todos a buen puerto… Seguro que sí.
Comenzamos la sesión del sábado con la proyección del video del P. General, invitándonos a entrar con buen pie en el año de la colaboración vicenciana… El P. José Luis Crespo comentó brevemente el mensaje del P. General. Y, a renglón seguido, entramos en liza: cada una de las ramas expuso las diferentes líneas de acción para el curso 2015-16. Se proclamaron slogans a tener en cuenta, en todo momento, espacios para:
- Actuar juntos…
- Conectar…
- Aprender unos de otros.
La misa del domingo por la tarde, a las 7, presidida por el obispo Don Ciriaco estuvo lucida como nunca. La Iglesia casi se llenó a tope, cosa rara, más bien de excepción, en San Vicente. El grupo animador de las canciones, (JMV del colegio de la Inmaculada) lo hizo con entusiasmo juvenil, además de con la perfección de los grandes acontecimientos… Y el obispo, que siempre lo hace bien, con estilo propio y con precisión, esta vez se superó a sí mismo, de verdad: hizo una síntesis actualizada de la vida de San Vicente, que pocos Paúles, si hay alguno, pudieran haberlo hecho mejor. Yo lo felicité, sin adulación, le dije lo que sentía, aunque, como pega, puedo decir que, quizá, se alargó más de la cuenta y se hizo un poco repetitivo, al final. Pero, ¿quién de nosotros no adolece de estos males cuando queremos transmitir lo que llevamos en el corazón?
Y, para cierre, un buen piscolabis de familia, en los sótanos de la parroquia, quiero decir en el salón más grande de la parroquia de San Vicente de Paúl, que no tenemos nada mejor que esta sala multiusos…
Que la fiesta no se acabe; que nos una a todos, a lo largo del año, hasta constituir una verdadera familia unida, al servicio de los pobres, en este año de la colaboración vicenciana, proclamada por nuestro P. General, Gregorio Gay.
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