Cincuenta años de las misiones vascas en Zaire
AUNQUE más de tres décadas de enfrentamientos armados difusos pero continuos hayan hecho del Zaire -actual República Democrática de Congo- un país en permanente zozobra, la presencia y el trabajo perseverante de grupos y personas, como el sacerdote Luis María Gerrikagoitia, Pruden Escobar, Xabier Goicuria, Florencio Llorente, Luis Etxeberria, o la misionera Nekane G. Ormaetxea, abren un resquicio a la esperanza. Un país tan rico, tan inmensamente rico en recursos naturales, que ha sobreexcitado desde siempre la codicia de muchos, pero también ha desarrollado desde su necesidad básica toda una red humana de ayuda internacional en la que los misioneros vascos suponen un punto fundamental. “El domingo 21 de febrero de 1965, al caer la tarde -ya en la oscuridad africana- pisábamos tierra en la primera Misión Mufunga, en la diócesis de Lubumbashi, provincia de Katanga”, rememora para DEIA Luis Gerrikagoitia, que partió hacia tierras africanas a los 33 años cuando era cura de una parroquia en Romo, en Getxo. “Apareció un obispo africano por allí y lo decidimos con otros compañeros; estuve en el antiguo Congo belga casi 25 años. Volví a Euskadi cuando mi aita se puso malo y la ama me reclamó. Pero al poco falleció aita, así que con el permiso de la madre, me enganché otra vez a las misiones. A partir de entonces estoy yendo y viniendo; llevo ya en esta situación más de 25 años; lo hago por necesidad, para que los proyectos que tanto nos han costado construir sigan adelante”.
Duros inicios La llegada al Zaire fue complicada, pero una vez sobre el terreno, la semilla echó unas raíces que permanecen y siguen dando frutos cincuenta años después. “Los inicios fueron duros; nada más llegar empezamos a trabajar en cosas materiales como construir carreteras; luego nos metimos en la enseñanza y montamos un instituto con el permiso del Gobierno. En el año 96 mandamos los seis primeros jóvenes a la Universidad, cuatro chicos y dos chicas. Proseguímos enviándoles y ahora ya tenemos médicos, abogados, y una chica que está al frente del ambulatorio. Hemos incidido mucho en la enseñanza y gracias a Dios funciona”, dice con evidente satisfacción.
Los primeros misioneros vascos en marchar a África, y más concretamente al Zaire, -antes habían ido a Los Ríos, en Ecuador- fueron Luis Etxebarria y Florencio Llorente, que con la disculpa de reforzar la misión de Ruanda viajan al pequeño país centroafricano en 1964. Sin embargo, para noviembre ya estaban ayudando a un Padre Benedictino, en una misión del interior de la sabana, a la espera de un destino definitivo.
Desde su parroquia de Santutxu recuerda, como si fuera hoy, cómo hace cincuenta años al pisar tierra zaireña lo primero que vio fue a una niña “descalcita, desnutrida. Hoy en día es magistrada en Lubumbashi, provincia de Katanga”, dice con orgullo.
En octubre en 1964, Pruden Escobar, Gerardo Aldama y él mismo, se encontraban en la belga Brujas aprendiendo francés. A finales de enero, junto a una joven misionera seglar, Marian Gerrikabeitia -que se incorporaría a las Mercedarias de Berriz, misioneras en Likasi- partían con dirección a Amsterdam, para sumarse a un grupo de unos 150 misioneros -muchos, veteranos ya en África- y de allí volver a Roma. y ser recibidos por Pablo VI. De Roma partirían a Enbete, en Uganda.
El sacerdote relata cómo desde Enbete unos y otros se dirigieron a sus respectivos países de destino en África. “A nosotros nos mandaban a Ndola, en Zambia; tras 48 horas de espera, un pequeño avión nos trasladaría a Lubumbashi, capital de la provincia de Katanga”, recuerda. “Allí – dice sonriente- nos aguardaba el arzobispo Benedictino belga, que mientras cantaba Maite yo no te olvido…. nos trasladaba en su escarabajo al Palacio Episcopal en Lubumbashi. Fue toda una odisea alcanzar nuestro destino: Mufunga”. ¿Por qué ese destino? “Se nos encomendó tomar el relevo de los tres Padres Benedictinos hasta entonces responsables de la misión de Mufunga, que está a 385 kilómetros al Norte, a partir de Lubumbashi, en plena sabana”, explica.
“Hace poco -continúa- se ha puesto en marcha en Euskadi y también en el Congo la Fundación Amigos de Mufunga, para que cuando faltemos los mayores como yo, continúe el trabajo siga”, dice realista.
contra la esclavitud Luis, Gerardo, Pruden, Luis María… eran sacerdotes e iban, lógicamente, a proclamar el Evangelio, a iniciar en la fe, a bautizar, a casar. Pero pronto constataron que vivían inmersos en un mundo de inseguridad, de miedo, cuando no de terror, a partir de la amenaza de “los malos espíritus”, del “poder de hacer mal”, por parte de ciertas personas de comunidades tribales. Su condición evangelizadora les llevaba directamente a ayudar a aquellas gentes a “romper las cadenas” que les esclavizaban. “No podíamos cerrar los ojos, estábamos con una población de gente que vivía en condiciones de pobreza extrema”, subraya a DEIA en conversación telefónica desde Lubumbashi, Xabier Goicuria.
A los 27 años, siendo sacerdote en La Arboleda, decidió embarcarse hacía la República Democrática del Congo. “Llevo ya 49 años; soy el único misionero blanco que hay en la misión, cuando en sus inicios estuvimos hasta quince misioneros. Ahora el relevo son los sacerdotes locales”, reflexiona Xabier Goicuria, quien explica que la situación política del país es complicada. “Aparentemente estamos en paz, pero no hay una democracia real y la pobreza en la que viven sus gentes, siendo un país tan rico, es escandalosamente dolorosa”.
saqueo de sus recursos “Unos pocos se hacen con las riquezas naturales del país, los diamantes, el coltán -necesario para los móviles-, el cobalto, el petróleo, el oro, el cobre…. Ahora las multinacionales han dejado paso a pequeñas empresas indias, coreanas y chinas que saquean los recursos del país. Recursos que no se quedan en el Congo, sino que van a parar a Europa. Para este país es una desgracia que sea tan rico”, sentencia.
Conocida esta situación pregunto al misionero bilbaino qué se puede hacer desde Occidente. “Denunciar la situación que se vive en el Congo; es noticia de primera cuando hay un atentado en algún país europeo y mueren unas decenas de personas. Aquí fallecieron cinco millones de personas en la guerra y fue noticia un par de días, luego todo el mundo se olvida de este país. Además, las noticias de pobres aburren a muchos; prefieren cerrar los ojos y hacer como si no sucediera nada”, dice contundente Goicuria, sin olvidar que en el Congo cada día mueren numerosas mujeres violadas por una parte de su pueblo. “Son utilizadas como arma de guerra y nadie denuncia esta situación. Además, funcionarios gubernamentales están “conchabados” con las empresas que les saquean sus recursos; y los países europeos son culpables necesarios porque se benefician de esta situación y la permiten”.
Pero no todo es pesimismo, a sus 76 años, Xabier Goicuria reconoce que en la Misión de Mufunga, en Lubumbashi han logrado construir un hospital. “Disponemos también de una clínica oftalmológica, un consultorio al que acuden las mujeres con sus hijos -el maltrato de los maridos es normal-; también trabajamos en educación, pero así y todo hay gente que vive peor que los animales en Euskadi”. Cincuenta años después, ellos siguen siendo parte de la esperanza
Nekane Lauzirika. Tomado de www.DEIA.es
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