Crónica de la 43ª Asamblea General de la Congregación de la Misión, 28 de junio
¡Saludos a todos y feliz segundo día de esta asamblea general!
Ayer por la noche, lunes 27, celebrábamos el tiempo de silencio. Un espacio en el que nos quedamos pausados, en la suave ternura del Señor, permitiéndonos recoger nuestra mente y corazón para ponerla al servicio de la nueva humanidad. Este es el objetivo de este tiempo que se inició ayer en la noche, un espacio en el que se prima la oración, un tiempo en el que Él nos habla.
Precisamente Monseñor Andrew Bellisario, misionero vicentino, Arzobispo de Anchorage-Juneau en Alaska, compartió con nosotros un espacio llamado “Revitalizar la identidad” por el inicio del quinto centenario de la Congregación de la Misión. Compartió con los misioneros el evangelio de Juan 20, 16, donde se nos presenta a Jesús, que nos habla al corazón. No podemos ceder al miedo, hay que revitalizarse. San Vicente es nuestro fundador, está con nosotros… ¿será capaz de recordarnos esto?
En la conferencia de la mañana del día siguiente, Monseñor Bellisario ofreció la segunda conferencia. “El pobre, el carisma y la llamada“ son las tres cosas que propuso para la reflexión. En el espacio sobre el pobre, nos relataba su historia y eldescubrimiento de San José, que le dio sensibilidad y sintonía con los desvalidos. En la parte relativa al carisma nos indicaba cómo Jesús es capaz de llenarnos, de colmarnos el alma para descubrir nuestra vocación y aplicarnos en las virtudes vicentinas. Por último, en la llamada, referenciaba su vocación al episcopado, una realidad actual y diferente, abierta a la vida de la Iglesia.
Este día de oración y meditación trajo dos momentos más:
Por un lado, la Eucaristía, donde en la homilía, Andrew compartía cómo era la pesca en Alaska y su experiencia con los pescadores y el agua. Recogía el evangelio de Jesús en el mar de galilea y la relación con sus apóstoles, férreos marineros. Jesús da a sus discípulos lo que necesitan para creer en él, incluso en los momentos de dificultad. El don del Espíritu Santo es el mejor regalo. Puede transformarnos y convertirnos en salvados.
Por otro lado, en la adoración de la noche, nos recordaba estas experiencias de adoración y reflexión con Jesús. ¿Cómo profundizar esta cooperación? San Pablo desea la gracia de ser fuertes por el Espíritu Santo. ¿Cuáles serían los temores que impiden sumergirte?
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