¿De quién son los pobres en Euskadi?

import_9197228_1La sociedad vasca asiste dividida al debate sobre las ayudas sociales desde que el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, descubrió que podría ser rentable para los intereses electorales del PP. El regidor alavés abrió un juego peligroso que ahora se intenta reconducir a un terreno donde la discusión gira sobre los problemas de gestión de las subvenciones, y no sobre los inmigrantes, para actualizar un sistema pionero y solidario con los desfavorecidos. Habría que recordar que en la génesis, el impulso y la gestión de esas prestaciones casi siempre hubo personas con sensibilidad cristiana –sin exclusividades, por supuesto–, no por un buenísmo trasnochado, sino por un compromiso con la justicia social. Y es justo reconocer esa contribución.
La justicia social siempre ha sido un concepto ligado a la Doctrina Social de la Iglesia, al pensamiento y la cultura cristianas, que aboga por combatir las desigualdades. También a otros movimientos de caracter laico. De esa fibra están hechos algunos de los gestores políticos que han tenido que aplicar esa acción del Gobierno vasco, al margen de las siglas partidistas. Se inició con el primer Ejecutivo en el que cohabitaron el PNV y el PSE, y ha perdurado con gabinetes compartidos entre nacionalistas y socialistas. Se trata de un área por el que han pasado el PNV, el PSE, EE, EA y EB, pero que no ha tenido una dimensión partidista.
Juan María Aburto, consejero de Empleo y Asuntos Sociales, ha heredado lo que otros han puesto en marcha. Fue en tiempos de José Ignacio Arrieta, hace 25 años, cuando este sistema de protección vió la luz, con José Antonio Ardanza de lehendakari y Ramón Jáuregui en la vicepresidencia. El profesor Imanol Zubero, que fue senador socialista, recoge en un artículo los argumentos del entonces consejero de Trabajo y Seguridad Social para impulsar el modelo de garantía de ingresos. «El día de hoy va a marcar en Euskadi y en el resto del Estado español el inicio de una forma distinta de articular socialmente el país. A partir de esa fecha, los ciudadanos que en el País Vasco más están padeciendo las desigualdades derivadas del actual entramado socioeconómico van a empezar a obtener una respuesta solidaria desde sus instituciones. Y esto ha sido así porque en Euskadi hemos asumido la marginación no como un problema del que la padece, sino de la sociedad, y como tal, su solución no puede ser patrimonio de nadie, sino responsabilidad de todos», escribía Arrieta en marzo de 1989. ¿De quien son los pobres en Euskadi?
Es cierto que eran años de abundancia, pero entonces había una filosofía de solidaridad. Una especie de pacto moral contra la precariedad y la pobreza que ahora se puede romper. Más tarde, en 1990, la Ley de Ingreso Mínimo de Inserción, embrión de la RGI, fue aprobada en el Parlamento vasco por unanimidad. Releer el preámbulo (exposición de motivos) de aquel texto resulta hoy muy ilustrativo. El nuevo director de Cáritas de Barcelona, Salvador Busquet, pedía ayer «una nueva forma de hacer política» para salir de la crisis y superar las desigualdades que los partidos han contribuido a aumentar, al tiempo que les reclamaba que estén «más cerca de la realidad social».
¿Está en crisis el modelo de protección social? Gestionar es asumir responsabilidades para el funcionamiento del sistema, en situaciones de creciente complejidad e interconexión, teorizan los expertos. Por eso hay que estar muy vigilantes para limar las imperfecciones y mejorar los formatos, pensando siempre en beneficiar a las personas en situación de vulnerabilidad. La solución parece que no pasa por endurecer el acceso a las ayudas, sino por mejorar la gestión para que el dinero público llegue donde tiene que llegar. Y eso también obliga a descubrir las nuevas formas de exclusión social.
En el PNV hay una pulsión de tres almas. La étnica, más impregnada de identidad ideológica, la liberal, y la democristiana, que sobresalen con distinta fuerza en cada uno de su líderes. La veta social jeltzale estuvo en un tiempo muy vinculada al sindicalismo de ELA, si bien no es el caso de ahora. Aburto, y su amigo Iñigo Pombo (viceconsejero de Asuntos Sociales), vienen de esa línea humanista cristiana –como José Ángel Cuerda, exalcalde de Vitoria–. Tienen una sensibilidad heredada de José Antonio Aguirre y ambos son muy activos en sus comunidades, ligadas al colegio La Salle y a la parroquia de San Pedro, en Deusto. En el caso de Aburto, candidato a la alcaldía de Bilbao, en su día fue monitor de Confirmación. Asumir ese compromiso, que requiere mucha dedicación y meter muchas horas, tiene mucho mérito. Y dice mucho de quien recibe esa confianza.
En los poros del tejido sociopolítico vasco penetró en su día la doctrina de sacerdotes como Ricardo Alberdi o Rafael Belda, brillantes profesores y grandes intelectuales, que legaron un discurso muy bien armado sobre el compromiso social. También el padre José María Arizmendiarrieta vio la dimensión social de la religión. Su pensamiento no solo se quedó en la Iglesia, sino que se filtró en otras capas, con seguidores en la economía, el sindicalismo y la política, bien en el nacionalismo humanista o en la izquierda socialdemócrata, aquello que se conocía como el socialismo de rostro humano.
Primero eran las Semanas Sociales, luego los Secretariados Sociales, que publicaba documentos de gran calidad sobre los problemas de la sociedad de su tiempo. El Instituto de Teología y Pastoral de la diócesis de Bilbao ya organizó en 2004 un largo seminario sobre la renta básica, con el apoyo del Departamento foral de Acción Social que dirigía entonces Aburto. La Iglesia vasca ha buscado siempre intelectuales para activar ideas, una especie de ‘Think Tanks’ que alumbrara el camino con un discurso moderno. Y ha activado foros para establecer una red de relaciones internacionales, para no quedar aislada en una burbuja endogámica. Barandiaran Kristau Elkartea, el grupo vasco del Movimiento Internacional de Profesionales Católicos (Pax Romana) o, desde una perspectiva más laica, Unesco Etxea, han sido focos donde se han fogueado muchos cuadros.
Aburto y Pombo vienen de una cultura cristiana militante, orientada a implicarse en la sociedad, por ejemplo, en la lucha contra la pobreza. Se trata de gente que asume la política como un compromiso, un servicio público y en favor del bien común, pero, al mismo tiempo, con una voluntad transformadora en la acción política. De esa corriente vienen también personas como Javier Madrazo (fue consejero de Asuntos Sociales), vinculado al movimiento pacifista de Euskadi y agente activo de la Hermandad Obrera de Acción Católica, o Fernando Consuegra (asumió el cargo de viceconsejero de Asuntos Sociales), que también proviene de la HOAC. Miguel González, de Alboan –ONG apadrinada por los jesuitas– fue Director de Inmigración. Fernando Fantova (fue viceconsejero de Asuntos Sociales), fue cooperante y activista de la objeción de conciencia antes de recalar en Fe y Justicia. De este último colectivo también es Josu Madariaga (diputado foral vizcaíno de Medio Ambiente). Igor Irigoyen, director de Cooperación al Desarrollo en su día, se comprometió con la Fundación Itaca, en los escolapios.
Al mismo tiempo, esta doctrina socialcristiana es un campo de competencia entre el PNV y el PSE, principalmente, a la hora de visualizar su gestión en políticas sociales. A la formación jeltzale esta sensibilidad social le sirve, de paso, para que la sociedad vasca no la asocie con la imagen de la derecha. En cualquier caso, se trata de gente que ha buscado una coherencia entre su fe y su conducta, en este caso de gestión pública, al margen de proselitismos, y en favor de la justicia social. En este punto es justo recordar el papel de muchos colegios religiosos, verdaderos acuíferos en los que han bebido muchos de los líderes –políticos, empresariales, sociales– de la sociedad vasca. Escolapios, jesuítas, claretianos, hermanos de La Salle… han sido viveros de hombres de acción, de intelectuales de la ética bien aplicada. De La Salle ha salido Elkarbanatuz, obra social educativa. Y en La Salle se han formado profesionales que luego han impulsado inicaivas como Fiare, la banca ética apadrinada por la Banca Popolare Etica de Italia, que busca alimentar la esperanza humana frente a la especulación financiera.
Tomado de ELCORREO.ES

Mitxel Olabuénaga, C.M.

Sacerdote Paúl y Doctor en Historia. Durante muchos años compagina su tarea docente en el Colegio y Escuelas de Tiempo Libre (es Director de Tiempo Libre) con la práctica en campamentos, senderismo, etc… Especialista en Historia de la Congregación de la Misión en España (PP. Paúles) y en Historia de Barakaldo. En ambas cuestiones tiene abundantes publicaciones. Actualmente es profesor de Historia en el Colegio San Vicente de Paúl de Barakaldo.

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