Desde Honduras, ¡Feliz cumpleaños!
En el mes de mayo de hace 25 años, si la memoria no me falla, Juan Morales, un educador boliviano del programa “Amanecer” de Cochabamba, para niños de la calle, llegó a Puerto Cortés, Honduras, invitado por los PP. Vicentinos de la parroquia porteña, para instruir a los educadores y responsables del hogar para niños de la calle cómo debía echar a andar el proyecto, que desde hacía un año se desarrollaba con los varios muchachos sin hogar que entonces deambulaban por las calles de Puerto Cortés.
Se había construido una casa para ellos en el barrio de San Ramón, por ser el lugar por donde más solían estar ellos entonces; pero no se había conseguido que los muchachos accedieran a quedarse permanentemente en el centro. Quedó encargada de esa difícil labor una Hija de la Caridad centroamericana, sor Nélida Vivar, que junto a un reducido grupo de educadores y personal de servicio (cocinera) tuvieron que ganarse la confianza de aquellos “desconfiados” muchachos, que ordinariamente vestían harapos, estaban acostumbrados a comer poco, e inhalar bastantes sustancias aditivas de un pegamento que entonces se vendía en cualquier ferretería del lugar.
Durante un año fui testigo, porque participé en su primer arranque y puesta en funcionamiento, de las vicisitudes que se pasaron entonces para que empezara a funcionar. Recuerdo la fisionomía de casi todos aquellos primeros muchachos que llegaron al Hogar San Ramón, aunque de varios he olvidado su nombre.
Eran niños de diez, doce años, y adolescentes de unos pocos más.
Con alguno he seguido manteniendo contacto por haber sido adoptados posteriormente en España, y haber tenido la oportunidad de seguir su trayectoria vital.
Pero de la mayoría ya no había tenido ocasión de saber de sus vidas.
Al regresar a Honduras hace cinco años he podido volver a ver a unos cuantos. Y de la misma manera que uno puede fácilmente sufrir alguno asalto desagradable paseando por las calles de las ciudades hondureñas, hay también asaltos gratos inesperados de gente que quiere saludarte o agradecerte por alguna circunstancia que uno ya ni recordaba. Me ha sucedido últimamente varias veces.
La última ha sido hace sólo unos días. Un muchacho joven de unos treinta años iba en la bicicleta con dos niños pequeños, cosa bastante habitual aquí, y de lejos me gritó porque quería saludarme. Me preguntó si lo conocía. Inmediatamente lo reconocí por su rostro, aunque de su nombre ya no me acordaba. Me dijo que los niños eran sus hijos, y que era ebanista y trabajaba en la Base Naval de Puerto Cortés. Comenzó a recordar nombres de cuando vivió en el hogar de niños de la parroquia. Sé que estuvo con un hermano suyo acogido durante algunos años, pero ya no había sabido nada más de ellos. Me estuvo preguntando por las Hijas de la Caridad que estuvieron entonces atendiéndoles, y también por los Padres encargados del hogar. Era manifiesto su agradecimiento por el tiempo que estuvo acogido, aunque no lo expresase de forma explícita. Le pedí poder tomarles una foto, a lo que accedió complacido.
Yo también regresé esa tarde a mi casa con la agradable sensación de que a veces, cuando menos lo esperamos, se nos hacen patentes los frutos de la semilla que hace tiempo pusimos y que pensábamos que tal vez nunca íbamos a ver sus resultados.
Como por estas tierras son muy aficionados a las conmemoraciones y celebraciones por cualquier efeméride, ese inesperado encuentro, con un antiguo residente del Hogar San Ramón, me ha hecho recordar el veinticinco aniversario de su puesta en funcionamiento, y a escribir sobre ello, un cuarto de siglo después de otro escrito que entonces me pidió hiciese el P. Félix Villafranca para la revista Feyda, que él entonces editaba, para dar a conocer el nacimiento del hogar.
¡Feliz cumpleaños, pues, Hogar San Ramón de Puerto Cortés! que, como decían los clásicos latinos, “tempus fugit”.
Fernando L. Rajadel.
SSVP-PUERTO CORTÉS (Honduras)
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