Día de la Provincia en la zona Sureste
Fue un honor para para la Comunidad de Albacete acoger a los hermanos de la zona Sureste, en el día de la Provincia para nuestra demarcación territorial. Y el tiempo acompañó para alegrar nuestro día… Lo celebramos el día 5 de Mayo de 2014
Fueron llegando gota a gota, cuerpo a cuerpo, aunque todos tenían prisa por darse la bienvenida y compartir vivencias y experiencias de Pascua y de más allá: ¡qué bonito y reconfortante encontrase los hermanos unidos por tantas cosas y en caminos de mil metas que nos empujan en la misma dirección!
Aquí están los nombres de los privilegiados que compartieron con nosotros risas, abrazos, ilusiones, mesa especial y ronroneos de siesta ante la tele, después del buen vino de la fiesta: Felipe, Antonio y Alberto, de Cartagena, que, para cumplir lo del evangelio, por venir de más lejos, llegaron los primeros; Javier y Pedro, de Valencia; Paulino, de Madrid; Juan Julián, de Cuenca, que por deberes ineludibles, llegó justo a la misa de una, en la parroquia de San Vicente. Los de Comunidad, a medias de presencia, ya que Martín estaba de gira apostólica con las Hermanas cargadas de años y Helios adelantó sus vacaciones misioneras a sus Ángeles perdidos…
Paseo dilatante, de la calle Buen Pastor a la parroquia, mientras los hermanos se ponen al día de las últimas nuevas de las casas, de las Provincias y de los hermanos de pro.
La misa tenía que ser, por derecho propio, de San Vicente, por ser el día vocacional de la Provincia y, por añadidura, celebrar el 50 aniversario de la Ordenación sacerdotal de este humilde servidor. Fue una agradable sorpresa para mí que me eligieran de vedette en día tan señalado. Pero, claro, el acontecimiento se lo merecía: uno no se ordena de sacerdote todos los días ni tampoco se celebran todos los años Bodas de Oro. Eligieron bien los hermanos: hay que aprovechar la ocasión para dar juntos gracias a Dios por el don inestimable del sacerdocio, bajo la égida de Vicente de Paúl, uno de esos santos referentes de ayer, de hoy y de siempre, en la Iglesia y en el mundo de lo social…
La misa fue a lo solemne sencillo: presentación del elegido por parte del Superior, José Luis Crespo, como mandan las rúbricas (y eso que no estaba el P. Martín); comienzo, a lo recto, por parte del celebrante, y cantos litúrgicos vicencianos, sin alardes, ya que no había allí ningún tenor ni barítono de los conocidos entre nosotros. Pero bien, los cantos fueron vicencianamente nostálgicos: Javier, a la guitarra, hizo lo que pudo…
Y el predicador de turno se sacó de la chistera un nuevo método de decir mucho y bien en poco tiempo: entregó a los expectantes asistentes un guion de lo que quería decir sin decir: harto inteligentes eran los concelebrantes para saber leer e interpretar lo que quedaba oculto en el silencio de las palabras escritas…
Y para los que no tuvieron la suerte de ser testigos presenciales de tan elevada perorata, aquí va el resumen perfumado de lo que allí se dijo y se escribió, en tres claves:
Gracias: a la familia que marcó mi infancia; a los sacerdotes y compañeros que me empujaron y fueron mi luz y mi estimulo en la búsqueda; a los superiores de Comunidad y de más arriba, que supieron interpretar mis sueños; a los amigos, a lo largo y a lo ancho de mi caminar diario, que me rodearon de confianza y de cariño y han hecho posible la meta inalcanzable de ser y de sentirme permanentemente feliz…
Evaluación de mis cincuenta juveniles años en el sacerdocio: la ilusión permanentemente renovada por resortes misteriosamente automáticos, a flor de piel y de sonrisa; la alegría de ser quien soy; el trabajo, la disponibilidad incondicional al servicio de los que me han salido al camino; me siento orgulloso de haber ejercido en todos los ministerios posibles de la Comunidad… Sin embargo, confieso humildemente que me he quedado a mitad del camino de la meta que el Señor y mi propia conciencia me marcaron paso a paso… Y pido perdón a Dios, a la Comunidad y a aquellos a los que defraudé… Y si algo bueno hay en mi soy consciente de que sólo por la gracia de Dios soy lo que soy… Pero que nadie lo dude: si volviera a tener que elegir volvería a elegir ser sacerdote paúl.
Proyecto de futuro. Me siento privilegiado de poder seguir trabajando en lo que he elegido, hasta que Dios quiera: es realmente un privilegio de excepción entre los humanos. Mantengo viva la ilusión primera, a pesar de la edad, de las limitaciones y de las dificultades internas y externas… Y pido a Dios que me permita morir con las botas puestas, consciente, hasta el final, de lo que quiero, de lo que busco y de las metas que Él quiera señalarme. Y este es mi testamento irrevocable: gastarme gota a gota, día a día, en el anuncio de la Buena Nueva de Jesús a los niños, a los jóvenes, a los seglares, en general, que buscan su propia identidad cristiana al servicio del Dios de los pobres en la construcción del Reino de Dios , hoy y aquí…
Félix Villafranca
Gracias Félix por tu ejemplo de alegría y trabajo misionero. Seguiremos aprendiendo y formándonos en esta aventurera tarea de servir y evangelizar a los más Pobres. Unidos en la misión de Cristo.
Nos vemos pronto.