Doce días en el Sabinar (1977)
Cuando todavía no se habían ocultado los ecos de la reunión de Zaragoza en la que se optaba por las misiones populares renovadas, llegábamos en una tarde otoñal y fría los PP. Ventura García y Angel Aoiz a El Sabinar. El calendario marcaba 8 de noviembre de 1976.
Iba a ser la primera misión del presente curso, y malos augurios corrían por aquel pueblo, cercano a Egea, casi a las faldas de las Bardenas Reales de Navarra. Antes de la colonización era término de una de Las Cinco Villas aragonesas y su nombre lo recibió por las plantas —SABINAS— que poblaban su montaña.
Ignorábamos cuánto tiempo íbamos a permanecer entre aquellos colonos que habían arribado principalmente de los pueblecitos cercanos al Moncayo, de Egea, Uncastillo y entre los que se encontraban algunas familias —pocas— andaluzas y extremeñas.
Comenzamos con inquietud, pensando en la posibilidad de que tuviéramos que sacudir el polvo de nuestros zapatos, y acabamos con la alegría de ver un grupo nutridísimo para lo que es el pueblo: 350 habitantes.
Los niños los tuvimos seguros como en todas las misiones. Eran 73 en E.G.B. En la guardería cantaban y rezaban con los misioneros 20 pequeñines. Así que ya éstos sumaban un tercio de la población.
Ellos quizá, humanamente hablando, fueron los principales protagonistas de que la misión saliera adelante. La Eucaristía del domingo central, preparada por ellos y muy participada, fue el espaldarazo que hizo brotar alabanzas y lágrimas a los mayores:
Lástima que el grupo de juventud estuviera diezmado por razones laborales. Veintiún muchachas del pueblo estaban aquellos días desplazadas en una embotadora de Peralta. Y esto, en un pueblo tan pequeño, se hizo notar. Con todo, hubo un promedio de otros veinte muchachos y muchachas que acudían a sus actos especiales.
Los mayores no desentonaron, ni mucho menos, a la hora de la verdad. Sólo los que quizá faltos de fe —son los que legalmente cumplen—, y que habían profetizado el fracaso de la misión, le negaron su presencia física.
En la Eucaristía de media mañana se llegó a la cifra de 20 mujeres y 3 hombres. Démonos cuenta que es un pueblo totalmente agrícola y que en aquellos días faenaban la recogida del pimiento, producto que no puede dejarse para más tarde. Por la noche los asistentes oscilaron entre 60 y 80 personas.
Pero quizá la nota sobresaliente, para mi OTRA MISION, fue el contacto de los misioneros en sus propias casas. Se sentían orgullosos de que nos sentáramos con ellos a su mesa, y así pasamos por un número grande de familias. En estas tertulias salían a relucir problemas del pueblo y temas misionales que se remachaban a un nivel muy personal.
Un pueblo que es sincero, noble, quizá un poco rudo, pero que posee unas virtudes humanas muy apreciables, aunque después se abandone espiritualmente por diversos factores.
Aquí cabe decir lo del Apóstol: Pablo sembró, Apolo regó, pero es Cristo quien dará el crecimiento. Esperemos con confianza.
P.Angel Aoiz
Transcrito literalmente del BPZ 1977
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