Textos para la Historia de la CM en España (25 de noviembre de 1855)
CARTA DEL P. GONZÁLEZ DE SOTO A LAS HIJAS DE LA CARIDAD. 25 de noviembre de 1855
«Hasta el presente, añade, habíamos obedecido en todo a nuestro Superior General porque el Sr. Cardenal no había tenido a bien comunicarnos orden alguna y de hecho había tolerado que nuestros superiores nos gobernasen según creyesen convenía a nuestras Congregaciones. Hoy, que el Sr. Cardenal hace uso de su legítima autoridad, la línea que debe seguir mi sumisión es muy clara y sencilla. Si me llegan órdenes del Superior General y otras contrarias del citado Sr. Cardenal, respetaré, como debo, las que proceden del Sr. Superior General, porque con toda mi alma y corazón deseo se conserve y perpetúe la unidad de nuestra Congregación; pero tan solo obedeceré, en este caso, las que me vienen del Emmo. Cardenal Arzobispo de Toledo, porque así me lo manda nuestro Stmo. Padre el Papa, quien, como Vicario de Jesucristo, es el superior supremo de todos los generales de cuantas Congregaciones y Religiones hay en la Iglesia Católica Cuando las órdenes de nuestro Superior General no estuvieren en manifiesta oposición con las del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Toledo, en estos casos respetaré y obedeceré con toda fidelidad y sinceridad a cuanto me mandare nuestro honorabilísimo P. el Superior General.
A lo que antecede pudiera muy bien limitarme para el principal objeto que se desea: pero ¿quedarían satisfechas mis hermanas?.. No hay que pensarlo. Saben todas y, me lo recuerdan con fraternal libertad, que a sus cuidados, lágrimas y oraciones debo, después de Dios, la salud y la vida. Saben que Dios me ha concedido pecho y corazón para ser franco, aun a riesgo de prepararme largas amarguras; pretenden en fin que me cuesta poco hablar con claridad, y esperan y me han pedido que lo haga. Lo haré para complacerlas porque creo ser esa la voluntad de Dios.
Se me ha preguntado si convenía que nuestras Congregaciones se separasen de las de Francia. A esta tristisima pregunta he respondido, y repito:
1º. Que deploro haya llegado el caso que esta delicada materia se trate con seriedad. Hace cinco años que tres sujetos, de los que hoy figuran en política me preguntaron esta mismo en distintas ocasiones: en todas ellas desvié con tanta rapidez la conversación que todos conocieron que yo no quería discutir ni aun contestar. No tengo por qué ocultarlo; estas personas eran el general infante, el Sr. Laserna y el Sr. Pidal. No contesté porque no quería responder ante Dios de ninguna disposición que pudiese perjudicar a nuestra familia, y por ciertas otras razones personales qué omito
2°. Se pregunta si conviene la separación. No me corresponde a mí examinar ni resolver nada acerca de esta cuestión. Examínenla los que tienen gracia de estado para acertar que a mí no me han sido confiadas ni la Congregación ni las provincias de España. Hasta hoy sólo me correspondía obedecer; reconozco, no obstante, que desde este día comienzan para mí nuevas obligaciones: con la ayuda del Señor confío que las cumpliré.
3°. Declaro que me consta y creo podré justificar con documentos que la cuestión de separar nuestras Congregaciones de España de las de Francia no es nueva. Principió en tiempo del Sr. Roca, siguió en el del Ilmo. señor Codina, a quien por esta causa se calumnió y acibaró cruelmente; creció el riesgo en tiempo del Sr. Santasusana y ahora se ha llegado a consecuencias que la suspicacia, la desconfianza y el acaloramiento han precipitado. Quien pretenda que lo que ahora sucede carece de causas poderosas y antiguas se equivoca o tiene interés en calumniar.
4°. Por los cargos que anteriormente he desempeñado y apoyándome en lo que ha sucedido con otras Congregaciones respecto de Francia , en el modo de ver de los Gobiernos de entonces, opino que se viene la separación, a pesar de la oposición que le hagan los individuos de ambas familias.
5°. Como individuo de la familia de San Vicente de Paúl declaro y deseo se conserve la unidad de toda la familia de modo que todos tengamos las mismas reglas y espíritu y participemos de las buenas obras, oraciones, sufragios y ejemplos de todos los miembros de ambas familias esparcidas por todo el mundo. Pero no debo ocultar que recelo que esta unidad no será duradera, sino residiendo el Superior General en Roma y estableciendo allí las casas madres de ambas congregaciones. Así tengo entendido que lo desea Su Santidad el Papa.
6°. Declaro además que hasta el día nada he hecho ni escrito, directa ni indirectamente para inclinar al Sumo Pontífice ni al Gobierno español a resolver ni acelerar, ni aun para poner en tela de juicio este delicadísimo asunto. Quien haya dicho o indicado lo contrario ha faltado a la verdad de buena o mala fe. Pero también declaro que en vista de la ansiedad y zozobra que reina en nuestras familias, trabajaré desde este día con todas mis fuerzas y en todos los terrenos legítimos para procurar que el Sumo Pontífice nos saque cuanto antes de las angustias actuales. Hasta que esto se logre no descansaré un momento: fatigas, viajes, escritos, solicitudes; a todo apelaré sin tregua ni descanso y todo llegará a noticia de ustedes si fuera necesario o sólo útil para abreviar su tormento… Suplico a todos y a todas que rueguen por mí a Dios para que dirija mis pasos, si han de ser para gloria, o me postre con una enfermedad como suele o que me quite la vida, si en algo he de contrariar los misericordiosos planes de la Divina Providencia en esta tribulación. Nadie me pregunte con qué autoridad me propaso, porque cuando arde la casa no se ha de emplear el tiempo en cuestionar y pedir poderes, sino en traer agua.
Imitando a nuestro Santo Padre, sigamos las manifestaciones de la voluntad de Dios sin anticiparnos jamás a ellas. No formemos planes ni provectos de ningún género; limitémonos a averiguar cuál es la verdadera voluntad de Dios; roguémosle que nos la manifieste su Vicario, resueltos a cumplirla… Sólo a Dios he consultado y a nadie más para extender este escrito».
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