Ejercicios espirituales en Ávila (10 al 14 de marzo de 2014)
Treinta. Ese ha sido el número de los asistentes a estos ejercicios. Destaco el número porque, que yo recuerde, los años anteriores hemos repasado varias veces la lista con la esperanza de llegar a la docena. Las fechas, incluidos tres días de la Semana Santa, y el sistema, dirigir, tal vez, un día los ejercicios, hacía que algunos prefiriesen buscar el espíritu en otros lugares, donde también habla el Señor
En ambiente de absoluto silencio, el director de los ejercicios, P. Álvaro Restrepo, colombiano, residente en París, se ha sentido cómodo y nosotros hemos estado muy atentos a sus sabrosas explicaciones, durante la hora que ha durado cada exposición. Además de saber mucho, expone los temas sembrándolos de anécdotas aclaratorias, pero sin distraer de lo fundamental, siempre enraizados en la Sagrada Escritura, desmenuzada con pericia de experto.
Todos los esquemas que nos ha entregado comienzan con la expresión de Jeremías:”Os daré pastores según mi corazón que os den alimento de conocimiento y prudencia”.
Desde la invitación a un lugar de silencio, para mirar serenamente nuestro comino, nos introdujo en el salmo 139, en el que es el Señor quien escruta, puesto que sabe todo sobre nosotros; y, recurriendo a san Vicente, nos invitó a “meter la mano en la conciencia” para vivir la dinámica del proceso espiritual.
El tema fundamental ha sido EL SENTIDO DE PERTENENCIA.
Basándose en el salmo 8, ha desarrollado el sentido de “pertenecerse a sí mismo”, mostrando cómo el salmo invita y muestra el camino; ya que cada uno de nosotros es un proyecto de Dios. En nuestros días, el sentido agudo de la libertad, frente al gregarismo de otras épocas, tal vez, se haya convertido en el único objetivo. De tal manera, que también inquieta la libertad desmesurada. Es bueno recuperar, con la sabiduría que da la vida, comportamientos que estabilicen nuestra existencia, dando más sentido a las dimensiones de la fe y de la consagración y, en consecuencia, a la misión en la Iglesia.
Con una frase de François Mauriac, “creer es ante todo reconocer que somos amados por Dios”, nos introdujo en la pertenecía a Dios por medio del don de la fe. Dios nos invita a creer, a confiar en Él y a aceptar que le pertenecemos. Una pertenencia que sostiene nuestra vida interior, la guía, la esclarece y la sostiene en medio de las dificultades.
La Evangelii Gaudium ha estado presente en múltiples ocasiones, pero, sobre todo, en la pertenencia a la Iglesia, santa y pecadora, … “La Iglesia que tiene que ser lugar de misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido”.
La pertenencia a la Congregación, a la Provincia, a la Comunidad, las basó en dos palabras: “llamados y reunidos”. Estas dos palabras orientan la vida y la misión, y nos recuerdan el punto de partida de lo que somos. La Palabra de Dios que nos llama y nos reúne, es la fuente de toda experiencia de vida en común. “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre…”, que sería la experiencia espiritual de la comunidad. Pero la comunidad es también relaciones personales auténticas, buscando un clima de confianza recíproca, humanizando lo divino y divinizando lo humano. Esta comunidad se consolida y se fortifica en torno a la herencia transmitida por el Fundador.
El día cuarto, por la mañana, estuvo dedicado a la celebración penitencial. Tomando como base el texto de Isaías, “Yahvé, tú eres nuestro padre. Nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos nosotros”. Y, con el simbolismo de la arcilla, fuimos descubriendo las distintas grietas que se dan o se pueden dar en cada uno de nosotros.
Con el Santísimo expuesto durante tres horas, pudimos orar y examinar la conciencia y dejar que la conciencia nos hiciese el examen.
Por la tarde, volvió el P. Álvaro al tema de la pertenencia a la comunidad, insistiendo en el diálogo para el discernimiento en común.
El último día lo dedicó a nuestros Fundadores, que permanecerán siempre como “profetas muy cercanos a nosotros, como profetas que junto a Jesús encontramos muy a menudo en nuestros caminos”. Su pensamiento, su imagen, su carisma nos acompañan por doquier, nos observan, nos desafían y nos juzgan.
Nuestro reto será siempre acercarnos lo más posible a este icono de familia (San Vicente) para inventar como él, el “mañana de la Iglesia, de la Compañía, de nuestros hermanos los Pobres”.
Las celebraciones litúrgicas, muy bien preparadas y extraordinariamente bien celebradas.
Las atenciones de los de casa, como siempre, perfectas. Gracias.
Paulino Sáez López, C.M.
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