Ejercicios espirituales – Etapa de acogida

El día 12 de Abril comenzamos los Ejercicios Espirituales en Pamplona. Dirigidos por el P. Julián Soriano, se centraron en el desarrollo del libro de Anselm Grun “Las cumbres y los valles de la vida”, donde se nos explicaba su experiencia de ir hacia la montaña, estar en ella y bajar de ella; siempre viéndolo desde una perspectiva externa e interna.

El viernes era la llegada y la acogida y también el comienzo del primer dialogo con el padre. Colocando horarios para cada momento, dando una introducción de los ejercicios espirituales según San Vicente y cómo se desarrollaron en aquellos días, creando la idea y la sensación de ir a la montaña para poder conocerse a sí mismo, pero no solo preguntando ¿quién soy?, sino ¿para quién soy?

Primer día, nos pusimos ¡EN MARCHA! Lo primero en hacer es Partir. Esta pequeña acción suele ser bastante difícil, pero si no se parte de un lugar o de un momento no se puede llegar a donde se quiere. Mientras se camina en la montaña, en la vida, vamos teniendo conciencia de nuestro objetivo, nuestra meta, y, aun sabiendo que falta mucho, no debemos de perder la vista de la meta. El camino se hace largo y muchas veces es necesario tomarse un descanso. En algunos casos, buscamos una fuente que revitalice nuestras energías y nos anime en el camino de la vocación. Hacer un alto en el camino significa poder recuperar energías, incluso aprovechar y comer un bocadillo, pero también hacemos una pausa para disfrutar de lo que está alrededor de uno, lo que ya ha superado de camino y motivarse para continuar. Luego debemos reanudar el paso, ponernos de nuevo en la ruta. Puede ser un poco difícil, ya que nos gusta descansar, pero hay que partir de nuevo. Quizás nos encontremos con que se va más lento, que se canse uno más pronto y que se quiera llegar antes, pero no se puede apresurar la vida, ni los momentos, ni las etapas: simplemente hay que continuar paso a paso, siendo constantes, ya que la idea no es ser invencibles sino imparables.

Segundo día. ¡HEMOS LLEGADO! Se ha alcanzado la cima, se ha logrado la meta. Es momento de contemplar el éxito conseguido. En la cumbre vivimos una experiencia sin igual, esa de mirar hacia abajo y ver que todo es pequeño, es relativo: no tienen importancia los rencores ni los malos momentos, sino que la cumbre permite gozar la felicidad del instante. Después de haber hecho el esfuerzo por alcanzar la cima y llegar a ella, podemos ver con claridad muchas cosas: recordamos las metas, vivimos nuestros sentimientos, disfrutamos del momento y nos fiamos de la promesa de Dios. Estando en la cima podemos descansar  para luego poder bajar transfigurados. En la Palabra de Dios vemos la importancia del monte, cómo Abraham y Moisés viven en un monte grandes acontecimientos salvíficos. Vemos cómo Jesucristo se retira al monte para encontrarse con Dios y es en un monte donde se transfigura. También es un monte donde tiene la tentación del poder. Por eso el monte puede ser una experiencia mal aprovechada, porque puede ser usada para sentirse superior a los demás, despreciando al prójimo, para sentirse grandes saliendo de la vida rutinaria hacia la grandiosidad, que al final solo termina en soledad.

Tercer día. ¡DE VUELTA AL VALLE! Luego de la maravillosa experiencia de cumbre, contemplando la cima y viendo lo relativos que son nuestros problemas, toca descender. Esta será una decisión difícil, porque en el valle no somos héroes ni nos sentimos grandes: somos todos iguales. Sin embargo, luego de la estancia en la cumbre, el valle puede ser lugar de paz y de ocio. Es en la cumbre donde dejamos todo nuestro peso, aunque el bajar sea para algunos más fácil y otros más difícil, porque nos encontramos con los problemas. Pero hay que bajar y volver al día a día. La diferencia será nuestra actitud, nuestra mente serena para tomar decisiones, nuestra paz en el momento de realizar trabajos. Si al volver al valle regresamos con los mismos rencores, con el mismo estrés, anhelando la próxima ida a la montaña o el próximo descanso, se podrá decir que esta experiencia no valió la pena y solo se perdió el tiempo. La actitud de una persona, después del viaje a la montaña o después de unos ejercicios espirituales, no debe ser negativa, sino animada, fortalecida, dispuesta a hacer el bien, con ganas de empezar de nuevo, con ganas de perdonar y de recordar los sentimientos de la montaña para que, cuando estemos en el valle, gocemos de una vida transformada.

Germán Cárcamo Antúnez

 Etapa de Acogida

 

David Carmona, C.M.

David Carmona, Sacerdote Paúl, es canario y actualmente reside en la comunidad vicenciana de Casablanca (Zaragoza).

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