Encuentro de formación de superiores ’22
Los días 4 y 5 de octubre, cercanas las fiestas del Pilar, pero todavía sin ambiente, nos hemos reunido, en Casablanca, los superiores de la península y de las Islas Canarias.
Acogida cordial y expresiones gozosas por el reencuentro, sin mascarillas.
Como siempre, dos apartados: el día primero, formación y reflexión. El segundo, información, a todos los niveles.
El P. Pedro Guimares, de la Provincia de Portugal, hizo el Seminario Interno en Teruel, ha estudiado en Roma y tiene varios cargos en Portugal; pero se le entiende perfectamente en la mezcla de los tres idiomas
Fue él P. Pedro Guimaraes, quien, el día primero, nos expuso, en cuatro sesiones, el tema, “la comunicación en la Iglesia es un encuentro”.
Entresaco algunas ideas: La comunicación, para la Iglesia, es la evangelización. En nuestra situación actual, es más necesaria la evangelización con las obras, que con las palabras.
Como la Iglesia ha tenido siempre a la persona en el centro de la comunicación, es necesario escuchar con atención a la persona que tenemos delante. Es más, como la ciencia y la técnica han avanzado tanto, es necesario utilizar los medios con los que se comunica la sociedad, para comunicarnos de forma efectiva.
Con todas las dificultades para los que tenemos esquemas formados en otras dimensiones.
Tenemos que comunicar la Palabra de Dios con mirada de discípulos, sabiendo que la comunicación lleva al encuentro. No podremos dialogar con el mundo sin identificarnos con nuestra realidad, con actitud de Buen Samaritano, imagen que más impacta, y la que mejor comunica la cercanía para con los necesitados.
Ese encuentro samaritano comunica la vida de Dios, que se encarna, y crea comunidad, y la misma comunidad se convierte en escuela de comunicación, mediante la proximidad, la escucha, la atención… y aparece la disposición constante de llevar a Cristo a los demás.
Para dialogar con nuestra sociedad, es necesario verla con mirada discipular. Con misericordia, con voluntad de servicio, con humildad. En nuestro caso, evangelizar con obras y palabras, para intentar hacer mejor nuestro mundo.
Vivimos en una sociedad pluralista que no cree en la verdad, pero está en camino de la verdad. Esta sociedad, que ha perdido la confianza en las grandes narraciones, está en renovación continua, en novedad constante.
Vive y depende de los Medios, pero los Medios no son el centro; aunque, en la exigencia de la cultura del encuentro, es difícil distinguir entre la tecnología y las costumbres.
Es cierto que los medios de comunicación son extensiones de nosotros mismo. Por eso, no tenemos más remedio que conocer el mundo en el que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y, también, el rasgo dramático que, con frecuencia, lo caracteriza.
Por esta causa, la comunidad cristiana es indispensable en la vida de las personas, ofreciendo un hogar concreto, participativo y relacional. Debe dar testimonio de una identidad que invite a la participación en la cultura del encuentro, experimentado en un tiempo y un espacio sacramental.
En esta situación tan compleja, la Iglesia presenta a la persona como imagen de Dios. La situación es dolorosa, se ha reducido la realidad humana, cuya alteridad comienza a fundarse en la animalidad, en la técnica y en el ciberespacio. Se ha dejado de lado la trascendencia y se ha cambiado la antropología en la dimensión ontológica: Quién soy y para quién soy.
¿Cómo son nuestros diálogos en relación a lo más profundo, existencial, de la persona? ¿En la familia, en la sociedad, en la Iglesia?
Por más cercano, nos interesa la dimensión de la comunidad comunicativa, en la que debemos comunicar lo que hacemos y lo que somos. Y, como actitud esencial, pasar de la actitud de conservación a la auténtica encarnación de la fe. Debemos ser una comunidad comunicativa, lo mismo que la Iglesia. Para ello, es necesario un proyecto como camino, realizado en sinodalidad, siempre en ritmo de discernimiento.
Otra exigencia urgente es la renovación del lenguaje, puesto que se da cierta tensión entre tradición y novedad. Es necesario hacerlo cuanto antes, para poder contar, de nuevo, y de forma nueva, la historia, para que permanezca en la memoria.
Atención especial a la formación en los medios, para estar en ellos y comunicarnos a través de ellos…
Debo destacar que todas estas ideas las ha expuesto el P. Pedro con lógica, agilidad y maestría, invitándonos, al terminar cada intervención, a comentar y a aportar lo que pareciese oportuno.
Y, en ambiente distendido, las intervenciones fueron abundantísimas, con aportaciones valiosas, comentarios sugestivos y presentación de dificultades por razón de que, para muchos, los años que han pasado son muchos y eran distintos, y, en algunos aspectos, hasta mejores.
El día segundo fue el P. Visitador el que nos explico e informó de diversas materias.
Comenzó comentado la carta del P. General del documento final de la Asamblea general, y recomendó que se tenga en cuenta a la hora de confeccionar el Proyecto comunitario y que todo el documento sea uno de los temas vicencianos a meditar en los días señalados para la lectura de dichos documentos.
Expuso, con ayuda de Mikel Sagastagoitia, la situación de las Misiones Populares y las posibilidades.
Habló de la Pastoral vocacional y las esperanzas siempre abiertas.
El P. Corpus explicó en qué consistían los Cursos de vicencianismo que se imparten desde Baracaldo: Todo funciona casi perfecto. Tienen los alumnos previstos, tres cursos de 25 cada uno.
Continuó el P. Visitador informando sobre los enfermos de la enfermería de Pamplona y los que están en su comunidad, pero con alguna limitación.
También presentó algunos asuntos económicos, de ventas, alquileres y obras y nos entregó diversos documentos para cada uno de los miembros de las comunidades; incluido un bolígrafo, como recuerdo de los 50 años de la parroquia de San Vicente de Paúl de Cartagena.
Por último, no lo menos importante, la liturgia, como siempre, ha sido el envolvente de la reunión, desde el comienzo del día.
Las atenciones, que lo constaten quienes las han experimentado en alguna ocasión. Pues lo mismo, inmejorable.
Por todo, y para todos, muchísimas gracias.
Paulino Sáez, C.M.
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