Entrevista a Isabel Gómez Acebo, autora de «Francisco, el pañero de Asís»
Isabel Gómez Acebo es teóloga, escritora y colaboradora de Religión Digital desde hace meses, y autora del libro «Francisco, el pañero de Asís«, el segundo de la colección RD-Khaf, y que se presentará el próximo 16 de octubre, a las 19,30 horas, en la Fundación Rafael del Pino (C/Rafael Calvo 39 de Madrid), con la presencia, entre otros, de SAR Dª Pilar de Borbón y Marcelino Oreja.
«Francisco de Asís fue el cristiano que más ha llegado a parecerse a Jesucristo», opina la autora, tras haber novelado la vida del santo. Encuentra bastantes similitudes entre Francisco de Asís y el Papa Francisco, de quien dice que «sus posicionamientos asustan, porque nos obligan a bajar de muchos peldaños».
Afirma que «la sociedad civil ha descubierto una cosa que la sociedad eclesiástica no ha descubierto todavía: que si no vales para un puesto, te quitan y punto»; y finaliza asegurando que en la Iglesia «lo que nos tiene que unir tienen que ser muy pocas cosas, pero fundamentales».
Es una novela sobre Francisco de Asís, en un momento en que tenemos al frente de la Santa Sede a otro Francisco
Yo tengo un desconocimiento enorme sobre los grandes santos de la Iglesia, y creo que la mayoría de la gente también. Conocemos las líneas generales. Y la verdad es que de Francisco de Asís no sabía nada más que los pajaritos y los estigmas, hermano sol, hermana luna… y punto. Pensé que era muy pobre, y entonces estuve leyendo. Y conocí detrás una vida fascinante. Una vida de auténtica novela. Por eso se me ocurrió que había que hacer un esfuercito y presentarla de una manera atractiva para que la gente sepa quién era este héroe de cristianismo.
¿Es decir, que es una novela biográfica?
Sí, comienza cuando Francisco nació en Asís (aunque poca gente sabe que no se llamaba Francisco, sino Giovanni). El padre trabajaba en ferias vendiendo paños, y se encontraba fuera cuando la madre decidió bautizarle, porque el niño estaba muy débil de salud. Ella le puso Giovanni, pero cuando su padre volvió dijo: «¡Ni hablar, se llamará Francesco!».
¿La parte más desconocida de Francisco es la anterior a su conversión?
Sí, la juventud de Francisco, cuando lo que él quería (de acuerdo a las costumbres burguesas de la época) era ser caballero. Pero Dios pensaba otras cosas para Francisco, y Francisco le escuchó. Y así comenzó su camino de aventura tras Jesucristo. De hecho, yo pienso que Francisco de Asís fue seguramente el cristiano que más ha llegado a parecerse a Jesús. Es una figura apasionante.
Tras el trabajo de investigación previo a tu novela, ¿cómo definirías a Francisco de Asís?
Fue un poeta de Dios. Un hombre que fue capaz de captar las sutilezas que no todos somos capaces de captar. Le gustaba cantar, le gustaba la música, los saberes profanos. Tenía un enorme carisma que pudo atraer a tantísima gente. Y era un santo que hablaba de Dios como pueden hablar los grandes poetas. De esa forma pudo abrir los ojos a otra mucha gente. «El juglar de Dios», le llamaban en otros libros, y es muy acertado porque era una persona capaz de divertir. La gente le escuchaba y le seguía.
¿Tenía la capacidad de convencer a través de su austeridad, su humildad, su ejemplo de vida? ¿El otro Francisco, que lleva ya 6 meses de pontificado, tiene también el don de predicar con el ejemplo?
Yo este verano tuve una discusión con mis amigos porque añoraban a Benedicto XVI, «el gran teólogo». Yo les pregunté si habían leído alguna de las obras teológicas del Papa al que añoraban, y ninguno lo había hecho. En cambio, no se quedaban admirados de la teología de los signos, que es la que hacía Francisco de Asís. Teología de la acción, de la ortodoxia detrás de la ortopraxis. Y el Francisco de ahora supone un cambio radical en nuestra Iglesia porque sigue este modelo. Un modelo que en cierta época había dejado de estar de moda. Parecía que había que ser más ortodoxo y rigorista, que eso importaba más que amar y salir al encuentro de los demás.
¿Es más sencillo el Evangelio que como nos lo han vendido desde hace años?
Es muy sencillo, es facilísimo. Pero implica renunciar a sí mismo, vaciarse el bolsillo… Eso es difícil, pero da una inmensa alegría interior. Creo que la gente que ve el cristianismo como una carga, se equivoca.
¿Sigue pareciendo que el cristiano tiene que ser un personaje enfadado, enfrentado constantemente con la sociedad hedonista?
Sí, y tiene que ser al contrario: los cristianos somos la sal del mundo. Y el mundo ha dado muchas cosas. El mundo acabó con la esclavitud antes de que lo hiciera la Iglesia. El feminismo ha sido otra aportación del mundo que se ha adelantado a la Iglesia. El mundo ha hecho aportaciones muy válidas que la Iglesia no puede despreciar. Además porque la Iglesia está inmersa culturalmente en el mundo. Es cierto que tiene cosas malas y tiene cosas buenas, pero nosotros no nos podemos apartar del mundo, sino tratar de sacarle el mayor partido y tratar de entenderlo.
¿Cuánto hay de Francisco de Asís en Bergoglio?
Creo que mucho. Todo el mundo que conoce la obra de Francisco y quiere seguirla, coge muchas cosas de este Francisco de la literatura que yo he intentado retratar en la novela. Un Francisco sin pretensiones, que habla mal, que no sabe latín… pero al que todo el mundo sigue porque ve que es un alma de Dios, y que esa generosidad sin límite tiene un atractivo enorme.
¿Ha pasado Francisco en los últimos meses, de los gestos y las palabras a los posicionamientos serios?
Sí, y muchos de sus posicionamientos asustan, porque nos obligan a bajar de muchos peldaños. Por ejemplo, lo que ha dicho de las mujeres (que va a nombrar mujeres para los dicasterios) choca con que a esas mujeres no las puede nombrar obispos ni arzobispos. Por lo tanto, surge la pregunta de si los hombres que va a nombrar también para los dicasterios sí van a ser obispos y arzobispos, o curritos como ellas. A lo mejor es una cosa buena que todos los que están en los dicasterios sean «curritos», para que, cuando hacen algo mal, no sigan siendo obispos de por vida. Está claro que si quiere nombrar a mujeres no hace falta que los miembros de los dicasterios sean obispos. O cambiamos el orden sacerdotal, o no podemos nombrar a mujeres. Porque lo que me parecería fatal es que ella «no fuera nadie», y él sí. Con lo cual, yo pienso que el otro tampoco será «nadie», y creo que eso es bueno para la Iglesia.
La sociedad civil ha descubierto una cosa: si no vales para un puesto, te quitan y punto. Y la sociedad eclesiástica no lo ha descubierto todavía.
La vida religiosa sí ha dado ese paso
La vida religiosa sí, pero los obispos no. Si un obispo es catastrófico en una diócesis, lo mandan a otra. Y esa otra pobre diócesis tiene que cargar con él.
En una Iglesia tan verticalista, ¿es posible que una revolución así venga de la cúspide?
Es difícil, porque las revoluciones suelen venir de abajo, no de arriba. Me quedé muy impresionada con lo que el Papa dijo del sexo. No sé por qué, porque el sexo es una parte de la vida maravillosa. El pensamiento monolítico es malísimo. Tenemos que convivir con el pensamiento diferente, y saber que dentro de la Iglesia, que es muy amplia, hay bajitos y altos, de izquierdas y de derechas.
Pero no hace mucho que existía la Inquisición…
Sí, y hace mucho menos (fue antes de ayer) que ya no se quemaba a «los herejes» en la hoguera, pero sí en los despachos. Y se prohibían libros en nombre de la ortodoxia. Cuando hubiera sido mucho más útil para el cristianismo dejar que se pensara, que se criticara y que se hablara.
¿Crees que Francisco puede llegar a romper las formas de gobierno y las fórmulas de actuación de la Iglesia?
La pregunta me recuerda a eso que se dice de que un vasco creó los jesuitas, y otro vasco (Arrupe) se los cargó. Pero yo creo que figuras como el Papa Francisco o Francisco de Asís nos hacen pensar a todos y recapacitar sobre lo que hemos hecho mal. Los modelos de cristianismo distintos, nuevos o rompedores nos vienen muy bien a todos. A la cúpula y al pueblo soberano.
En los próximos días se cree que Francisco va a tomar decisiones de calado en cuanto a la reforma de la curia, y el día 4, festividad de San Franciso de Asís, Francisco va a visitar a Francisco. ¿Qué esperas de esa semana?
Hay una historia de Francisco de Asís apasionante: Resulta que se empiezan a oír discursos contra él y un cardenal protector le dice que tiene que ir a Roma para hablar ante el Papa y los cardenales. Francisco le contesta que él no sabe hablar latín, y el cardenal le dice que no se preocupe, que él le prepara. Así que Francisco se aprende el texto de memoria, y llega pequeñito, con un hábito desarrapado, al fastuoso palacio de Letrán donde están todos los príncipes de Roma. Francisco llega, se sube al estrado, comienza su conferencia en latín… y de pronto se le olvida. Se queda en blanco. Entonces coge el Evangelio a ver por dónde lo abre, y empieza a decir que la culpa de la Iglesia la tiene la cúpula. Pero al final resulta que los cardenales acaban llorando de agradecimiento. Y creo que la reunión que el Francisco actual va a tener con los cardenales, puede recordar al Francisco de antes.
¿Qué te pareció la renuncia de Benedicto XVI?
Yo no he sido muy partidaria de Benedicto XVI, y sin embargo su abdicación me pareció el gesto más maravilloso. «Una bella muerte da honor a toda la vida», que dicen los italianos. Entendiendo «muerte» por el final de su pontificado, cuando ha decidido irse a un cuartito y que la gente le olvide, cuando ese hombre ha sido el rey del mundo religioso.
¿Son, tanto ese gesto de Benedicto como muchos otros de Francisco, una llamada de atención a los «príncipes» de hoy, para que bajen de sus palacios, de los coches oficiales, etc.?
Sí, pero humanamente debe de ser duro renunciar a todo lo que se tiene y abajarse.
En la novela también aparece el personaje de Clara
Sí, es muy bonita la relación entre Clara y Francisco. Francisco era mayor que Clara, y ella era muy inteligente, un personaje fascinante. Yo creo que se enamoraron, y que los dos comprendieron que Dios les llamaba a una cosa distinta; y renunciaron al tálamo conyugal por un camino que les pareció mejor. En la novela no he sabido tratar el personaje de Clara, porque estos personajes medievales tienen enormes lagunas. De ellos se saben las pocas cosas que escribieron los hagiógrafos de su época. Y la óptica milagrera de su época oscurece mucho la vida del personaje, porque no se ve lo que hay debajo.
Es más fácil imaginar a Francisco andando por los caminos de Francia que a Clara, que pasó toda su vida metida en un convento. Así que en el libro he querido tratar sólo su pequeña relación con Francisco antes de entrar al convento, y el episodio cuando sale a Perugia a convencer al Papa de que las clarisas no deben tener bienes.
¿Crees que estamos viviendo tiempos apasionantes para la Iglesia?
Sí, apasionantes en positivo. Son tiempos de esperanza. Siempre lo son, incluso entre las grandes negruras.
¿Es de justicia reivindicar ahora a los que han seguido siempre picando piedra, durante la época de invierno?
Bueno, esa gente hizo lo que pensaba que tenía que hacer por el bien, y con eso basta. Si hay un reconocimiento público, fenomenal. Pero si no lo hay, estarán igual de contentos. El aplauso exterior es agradable, pero si tú estás contento con lo que haces, no te hace falta. Tampoco hay que meter chinas en los zapatos de los demás. Yo veo que este Papa está provocando mucha angustia a cierta gente que creía de buena fe que lo que hacía era bueno, y que ahora, al ver que el Papa sigue un camino distinto, están angustiados. Pero tampoco hay que echar leña al fuego. Hay que caminar hacia una Iglesia inclusiva. Tiene que haber de todo. Y lo que nos tiene que unir tienen que ser muy pocas cosas, pero fundamentales. Intentar unirnos en muchas cosas nimias es perder el tiempo, porque somos distintos. ¡Y bendita diferencia! Es obvio que no puede pensar lo mismo una madre viuda desde un pueblito de Nigeria, que el Papa desde la cúpula del Vaticano. Son visiones radicalmente distintas, y está bien que cada uno tenga la suya. La diferencia es positiva.
Jesus Bastante. Tomado de Religión Digital
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