Fe en el euskera
La celebración del Día Internacional del Euskera brinda una magnífica oportunidad para reivindicar la labor de los numerosos miembros de la Iglesia de Euskadi, y de muchos otros que se educaron bajo su doctrina, en favor de la lengua vasca. Las órdenes religiosas y los recintos eclesiales fueron, por ejemplo, un espacio de acogida para quienes defendieron los derechos humanos y las libertades frente a la dictadura franquista y se convirtieron en ‘guardianes’ del euskera, que revitalizaron a través de una vasta producción cultural: literaria, catequética, musical, periodística y etnográfica.
Aunque provenían de una extracción rural, fueron personalidades muy preparadas intelectualmente, con capacidad de pensamiento y espíritu de sacrificio. Y muy humildes. También, de forma mayoritaria, gente muy comprometida con la causa vasca -el 80% era nacionalista de cuna-, en este caso en el ámbito de la lengua, en una época en la que el euskera estaba perseguido. El movimiento de las ikastolas se puso en marcha con el apoyo de la Iglesia y el euskera siempre ha sido un pilar del ‘currículum’ de Kristau Eskola. Si se repasa la producción cultural en euskera, hasta hace pocos años correspondía a ‘gente de Iglesia’ casi en un 70%.
La propia Euskaltzaindia debe mucho, desde su fundación en 1918 para velar como institución académica por la lengua, a figuras de este ámbito: Resurrección María de Azkue, aita Villasante, Manuel Lekuona…, que fueron presidentes. Y muchos de sus miembros a lo largo de su centenaria historia, como los pioneros Juan Bautista Eguzkitza, autor de memorables sermones -recogidos ahora en el libro ‘Neure entzule maiteak’ (‘Mis queridos oyentes’), firmado por Andrés Urrutia, presidente de Euskaltzaindia, y coeditado con Labayru- , E. Olabide, que escribió ‘Itun Zar eta Berria’ (‘Antiguo y Nuevo Testamento’) o J. Elizalde.
Uno de los fundadores de la Academia Vasca de la Lengua y su primer presidente fue el sacerdote Resurrección María de Azkue, gran promotor de la unificación del euskera. El primer intento lo realizó en 1902, reuniendo a vascófilos de una y otra parte de la muga. El congreso se celebró en Hondarribia, empujado también por Piarres Broussain. El médico y euskerólogo de Lapurdi no era clérigo, pero se involucró en campañas en favor de la lengua vasca, y más en concreto en favor del catecismo vasco, después de que el gobernador de Pau prohibiera su utilización.
La unificación de los dialectos se produjo en 1968, tras muchos años de trabajo, en el santuario de Arantzazu, cuando al frente de Euskaltzaindia se encontraba aita Villasante tras la dimisión del padre Manuel Lekuona. El sacerdote guipuzcoano, sobrino de Miguel Antonio Iñarra -cura, escritor y lingüista, colaborador de Azkue- fue un gran investigador del bertsolarismo, de la poesía y de la literatura oral. Estudió con Jose Miguel de Barandiarán, otro de los grandes en el universo del euskera. El sacerdote, antropólogo, etnólogo y arqueólogo de Ataun esta considerado como el patriarca de la cultura vasca. En 1921 creó la sociedad Eusko Folklore, de tanta importancia para los estudios vascos.
Tanto Barandiarán como Lekuona dejaron una impronta decisiva para el euskera en el Seminario de Vitoria, que se convirtió, para disgusto de las autoridades de la época, en una institución clave para el impulso del idioma. Lo mismo que el Seminario de Derio-Bilbao, que dedicó mucho tiempo y muchos recursos a este empeño. Allí destacaron figuras como Mikel Zarate, Carmelo Echenagusia o Ander Manterola. Este último creó el Grupo Etniker de Bizkaia -un proyecto de aita Barandiaran- y fundó el emblemático y fecundo Instituto Labayru. El proyecto Udako Euskal Ikastaroa también fue determinante para la promoción de la lengua vasca.
Otra figura lo fue José Ariztimuño Olaso, más conocido como ‘Aitzol’, apócope de sus apellidos. Cofundador del sindicato ELA-STV, el sacerdote de Tolosa fundó la revista ‘Yakintza’ y realizó una gran labor en el campo de la misionología, la literatura y el periodismo. Su activismo en doctrina social, con presbíteros como Alberto Onaindia o Eguzkitza, se fraguó en la Agrupación Vasca de Acción Social Cristiana (AVASC). Murió fusilado por las tropas de Franco. Duante la guerra civil estuvo refugiado en el monasterio benedictino de Belloc, en Lapurdi, otro emblema de la cultura vasca, como el de Lazkao. La Sociedad de Ciencias Aranzadi acaba de estrenar un documental sobre su vida.
Los franciscanos de Arantzazu han formado también a grandes figuras de la lengua vasca. Es el caso de Bitoriano Gandiaga, poeta de gran espiritualidad, o de Luis Villasante, conocido como el ‘padre del euskera unificado’ tras apadrinar el modelo defendido por Koldo Mitxelena, otro prócer del euskera. Destaca su colección ‘Kristau fedearen sustraiak’ (‘Las raices de la fe cristiana’), pero, sobre todo, su impulso a la gramática tras socializar la obra ‘Gero’, de Axular, auténtica ‘biblia’ del euskera. Pedro de Axular era sacerdote. También lo fue Bernat Etxepare, autor de ‘Lingua Vasconum Primitiae’ (1545), el primer libro publicado en euskera. Joanes Leizarraga, que tradujo al euskera el Nuevo Testamento y se convirtió en la segunda obra impresa en euskera. Leizarraga, sacerdote, dejó la Iglesia católica para convertirse al calvinismo.
La relación de nombres en los que se fusionan la fe cristiana y el amor al euskera es interminable y abarca un periodo muy amplio. Esteban Urkiaga ‘Lauaxeta’, que hizo el noviciado en Loiola, aunque luego abandonó la orden de los jesuitas. El sacerdote Jokin Zaitegi , poeta y traductor de Mondragón. Nicolás Ormaetxea ‘Orixe’, expulsado de la Compañía de Jesús, escritor polifacético y polémico. Txomin Jakakortajarena, poeta de alma franciscana. Como Salbatore Mitxelena, autor de ‘Arantzazu, euskal poema’, el primer libro que se publicó en euskera tras la dictadura franquista. Mateo Múgica, que abrió el Seminario Mayor de Vitoria, y tradujo uno de los capítulos de ‘El Quijote’. Los carmelitas Santiago Onaindia y Lino Akesolo, encerrados en la cárcel de Carmona, donde coincidieron con el socialista Besteiro, Nemesio Etxaniz ‘Amillaitz’, que abrió nuevos caminos a la expresión en euskera. El capuchino Ignacio Goikoetxea ‘Gaztelu’. Muchos de estos nombres vienen recogidos en el libro ‘Estigmatizados por la guerra’, de Gorka Aulestia, publicado por Euskaltzaindia.
La Universidad de Deusto, de la Compañía de Jesús, también es una referencia. El Departamento de Estudios Vizcaínos, impulsado por el sacerdote e historiador Andrés Eliseo de Mañaricua, fue el embrión de lo que luego sería el Instituto de Estudios Vascos. La Universidad de Navarra festeja ahora los 50 años de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca/Euskal Kultur eta Hizkuntz Katedraren, creada en 1963 con el trabajo de Antonio Fontán y José Miguel de Barandiarán. Un año después se puso en marcha Etniker Navarra. Medio siglo con tres mujeres al frente: Ana Echaide, María Amor Beguiristain y María del Mar Larraza. El euskera también tiene detrás un gran esfuerzo en femenino. Ekin eta jarrai.
Tomado de ELCORREO.COM
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