Feli Alzu «prestó» su cara a la Virgen de la Milagrosa
La Virgen de uno de los cuadros que cuelgan de la iglesia de los Paúles de Pamplona ‘se parece’ a Feli Alzu. En 1947, el pintor César Hombrados Oñativia la vio en una droguería y quiso que fuera su modelo. Ella lo cuenta 76 años después.
Sentada en uno de los bancos de la iglesia de La Milagrosa, de los Padres Paúles, en la pamplonesa Avenida de Zaragoza, la nonagenaria Feli Alzu Arana mira el cuadro que tiene a su izquierda, el primero que se ve nada más entrar. Arreglada y coqueta, con serena elegancia en su voz, en su mirada azul y en su estar, se reconoce en la Virgen que tiene enfrente, la Milagrosa, en una imagen en la que mira hacia abajo, hacia la familia a la que se le aparece. Feli Alzu, como tantas veces, se vuelve a ver a ella misma, a esa joven de 22 años que posó en 1947 ante el pintor César Hombrados Oñativia, responsable de dejar su rostro para la posteridad. “Ver el cuadro me ilusiona, me emociona… Pensar que estoy aquí…”, y señala el lienzo sobre la pared de la iglesia que construyó el pamplonés Víctor Eusa inaugurado el 19 de julio de 1930, como recoge Fernando Tabuenca en su tesis doctoral (2016) sobre este arquitecto. “Imagino a la gente que se pone aquí a rezar delante, donde estoy yo…, bueno, quiero decir, estoy yo en representación de la Virgen”, afirma con temor a arrogarse algo que no merece.
Corrían los años cuarenta en una Pamplona donde la carretera Longaniza unía el barrio de San Juan con la carretera de Estella, antes de convertirse en la calle de la Rioja. Uno de los chalés que entonces poblaban la zona había sido construido por su padre, Blas Alzu, carpintero que con el tiempo y conforme fue creciendo el negocio se convertiría en contratista y constructor de importantes obras en Pamplona y comarca. Allí, a ese chalé se trasladó con su mujer y sus siete hijos desde Elcano, el pueblo donde Feli Alzu había vivido su infancia. La pequeña de esta numerosa familia obedecía contenta a sus padres cuando había que “subir” desde el chalé de la Carretera de Estella a Pamplona para hacer recados varios. Cogía su bicicleta y, mientras con una mano dirigía el manillar, con la otra se sujetaba la falda plisada que intentaba volar a su aire. “Entonces no llevábamos pantalones”, recuerda.
Un destino habitual de los numerosos recados que tenía que hacer la pequeña de los Alzu era la Droguería Ardanaz, en la calle Mayor pamplonesa, que hoy continúa abierta y llena sus escaparates en las épocas navideñas con belenes. A Nicolás Ardanaz, el dueño, a fuerza de una relación comercial tejida con la lentitud y la cercanía de entonces, le unía ya una amistad con la familia Alzu. Ocurrió que uno de tantos días en los que Feli Alzu acudió con su lista para comprar, porque entonces el establecimiento vendía de todo, pinturas incluidas, encontró a un señor en uno de los lados del mostrador que no le quitaba los ojos de encima.
–Buenos días, Feli –saludó Nicolás Ardanaz.
–Buenos días. Me mandan con esta nota –contestó ella, que tendió la nota al tendero.
“Un señor con sombrero y gabardina me miraba mucho. Me incomodó. Porque cuando saqué mi carterita para pagar él se acercó hacia el dueño, se detuvo y me miró todavía más”. Así, en uno de los bancos cercanos a la puerta de la iglesia, va recordando lo que le deja su memoria ante la atenta escucha del rector del templo de los Padres Paúles, Luis Miguel Medina, sorprendido de conocer a la modelo de una de sus vírgenes. La historia que iba desgranando iba dejando boquiabiertas también a las mujeres de la Asociación de la Medalla de La Milagrosa que a esas horas de la mañana, cuando transcurría la entrevista, prestaban su tiempo para arreglar los asuntos de la parroquia.
Al poco tiempo de regresar a su casa desde la droguería, Feli Alzu recibió una llamada de teléfono de Nicolás Ardanaz. “¡Qué extraño!, pensé. Porque ya había pagado y me había llevado todo”, añade.
–No sé si has visto a un señor que había en la droguería… –le dijo al otro lado del teléfono.
–Sí, un mirón –respondió ella.
–¿Sabes quién es?
–…
–Un pintor que tiene que terminar un cuadro… Quiere verte un rato en la tienda…
Y acudió a la cita. Se trataba de César Hombrados Oñativia, natural de Hernani (1910-1977), que estaba pintando los lienzos de la iglesia de La Milagrosa. De los diez cuadros que cuelgan hoy, cinco a la derecha y cinco a la izquierda, datados en 1947, los dos más cercanos al altar llevan la firma de Navarro. El resto, cuatro a uno y a otro lado, la de Oñativia.
Las diferentes escenas de los diez lienzos están protagonizadas por personas de la vida de Pamplona de entonces, incluida una Hija de la Caridad que reside hoy en San Sebastián. También en uno de ellos se esconde el propio Oñativia, quien durante el tiempo que pintó los lienzos convivió con la comunidad de los Paúles.
Escuela de Arte y Oficios
Feli Alzu se resiste a afirmar que era guapa y le gusta encabezar la frase con un “debía de ser…”. “Sería mona, debía de ser guapa, bueno, todas las jóvenes lo éramos…”, se excusa como si no le estuviera permitida la presunción. Pero sí, quienes la conocieron decían que sí, que lo era y mucho, algo evidente también hoy. Y así lo reconoció Oñativia, quien la eligió como modelo para una de sus vírgenes.
Durante un tiempo, no demasiado, Feli Alzu acudía a la Escuela de Artes y Oficios, que en aquel entonces estaba en el edificio de la Alhóndiga, en la actual Plaza del Vínculo. Allí posaba para Oñativia, quien pintaba los lienzos en el suelo antes de colgarlos de las paredes de la iglesia.
No cobró por ello, “ni lo pensé”, dice, “ya fue una suerte muy grande que me eligiera a mí”. Porque, además, la de la Milagrosa es una Virgen a la que siempre ha tenido una devoción especial. Cuando ocurrió todo esto, precisamente, Feli Alzu había perdido hacía poco a su madre, Camino Arana, a quien estaba muy unida y quien transmitió a su hija su gran devoción por esta Virgen. Por lo que es imposible que Feli Alzu califique de mera casualidad el ofrecimiento de Oñativia. “Fue la providencia”, sigue asegurando hoy convencida.
Cuenta Feli Alzu, con casi infantil modestia, que admiradores tenía unos cuantos, pero que no fue hasta los 40 años cuando se enamoró. “Fue un flechazo, nos enamoramos en alguna excursión, porque él era amigo de la familia”, rememora con sonrisa. El afortunado fue Leocadio De Ávila Sáez, un viudo con tres hijos, de entre 3 y 10 años (Bernardo, Carlos y Leo). “Guapísimo, estupendo y cariñoso”, asevera. Se casó en 1964, en la iglesia de La Misericordia, también de Eusa. Al año siguiente, nació su hija, Mercedes. Sus cuatro hijos le han dado siete nietos, a quienes cuenta, de vez en cuando, que una vez fue modelo para una Virgen, la de la Milagrosa, a la que no deja, todavía hoy, ni una sola noche de rezar antes de dormirse.
DIARIO DE NAVARRA
Marialuz Viconda
Pamplona, 04-06-23
(https://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/pamplona-comarca/2023/06/04/feli-alzu-presto-cara-virgen-milagrosa-570906-1002.html)
Esta señora, guapa por fuera y por dentro, nos muestra en el aquí y en el ahora que el arte no es más que el fiel reflejo de una vida de generosidad de sus modelos. De siempre es conocido cómo los grandes pintores han buscado sus modelos entre la gente común que evocan con su vida y sus virtudes, las figuras que éstos buscaban representar.
Así pues, no es de extrañar que el pintor César Hombrados supiera reconocer en la hermosa señorita Feli Alzu aquella imagen que pretendía plasmar en el lienzo de la Virgen Milagrosa.
¿Acaso no imaginamos todos los hijos de la Milagrosa la belleza de nuestra Madre del Cielo?