IV Congreso Nacional de Comunicación con el Paciente y su Familia – Albacete’2019

El servicio religioso y la atención al enfermo en la habitación

Testimonio dado en el “Congreso Nacional de Atención al Enfermo en su Habitación”, tenido en el Palacio de Congresos de Albacete, el 8-9 de febrero de 2019.

Convenio entre el Gobierno autónomo y el obispado. 

Funciones del capellán.

Existe un convenio de colaboración entre el Gobierno autónomo de Castilla la Mancha y el obispado de Albacete. Por este convenio, el Gobierno paga al obispado una cantidad determinada de dinero anualmente, y el obispado pone al servicio religioso de los enfermos del hospital a tres capellanes, nombrados por el obispo y aprobados o ratificados por el Gobierno.

Los capellanes del hospital, en turnos rotativos de dos días, tienen un servicio de 24 horas diarias. Esto exige que dispongan de una oficina, con el anuncio de Servicio religioso, y de una habitación o dormitorio, con todos los servicios necesarios. Igualmente, disponen de un teléfono-busca que permite estar localizables las 24 horas del día.

Las funciones oficiales del capellán son las siguientes: celebrar la Eucaristía todos los días; dos veces los domingos, por la mañana, en una capilla-iglesia, debidamente acondicionada, abierta a todo el mundo, día y noche; administrar el sacramento de la Unción de los enfermos y llevar la comunión a los enfermos que lo soliciten, en su habitación. Así mismo, el capellán administra cualquier otro sacramento en circunstancias especiales o cuando alguna persona lo solicita: sacramento de la Reconciliación, bautismo en peligro de muerte etc. Pero, a parte de estas funciones, debe estar permanentemente disponible para atender cualquier servicio que los enfermos soliciten de él, a cualquier hora del día o de la noche.

El clima de buena relación en el hospital.

Es justo reconocer públicamente la buena relación existente, en términos generales, entre los capellanes y médicos, enfermeras, celadores y personal de servicio, en general, y más aún, con los enfermos. El capellán tiene acceso libre a las habitaciones de los enfermos y a las salas especiales: REA, UCI, OBSERVACIÓN E ICTUS: su tarjeta de capellán le abre todas las puertas. Salvo raras excepciones, el capellán es bien recibido por todos, incluso por enfermos o personas de servicio que no comparten su ideología o su fe católica. Esta es, al menos, mi experiencia personal.

En tres años que llevo como capellán sólo he encontrado cuatro o cinco casos en los que, de entrada, me han espetado que no eran creyentes, que no querían saber nada de curas ni monjas, o, simplemente, que eran de otra religión… Pero, al sonreírles amablemente y decirles que no venía a echarles ningún sermón; que respetaba su vida y su manera de pensar; que solo venía a ponerme a su disposición y ofrecerles mi humilde servicio, en lo que pudiera ayudarles, cambiaban de semblante y de actitud. De alguno de ellos, de mal genio, hasta llegué a hacerme amigo., con el tiempo. Con otro, llegué a dialogar amistosa y respetuosamente sobre las diferencias de nuestras creencias.

He notado que la sonrisa franca y abierta, como la de un niño que no sabe mentir con su mirada, la palabra amable y la actitud positiva y animosa, que siempre trato de transmitir al enfermo, hace auténticos milagros y te abre todas las puertas. De este modo he experimentado por mí mismo, más allá de la psicología profunda, que la actitud positiva y animosa, la sonrisa y el semblante alegre son auténticas terapias, que contribuyen a la sanación física y mental, en algunos casos, tanto o más que las terapias médicas. No en vano, la persona, en su realidad profunda, es más mente y corazón que cuerpo y materia sujeta al deterioro y descomposición.

Y esto, en términos del lenguaje actual se llama cercanía. He llegado a la conclusión de que debería incluirse, en los estudios generales de la profesión de atención sanitaria, la importancia de la cercanía y de la manera de ponerla en acción, desde este tipo de profesiones de atención sanitaria al enfermo. La cercanía puede hacer auténticos milagros de serenidad, confianza y paz interior. Esa es, al menos mi experiencia personal. 

La cercanía conduce normalmente a la empatía, ese sentimiento que acerca a lo profundo de la conciencia y nos hace sentir en comunión y reciprocidad de sentimientos. La recompensa a esta empatía es inmediata: quien mira al otro con cariño, recibe de inmediato la respuesta agradecida; quien sonríe al enfermo, percibe la mirada de gratitud del enfermo. Es gratificante, más que cualquier regalo, el saludo del enfermo al que has atendido durante días, semanas o meses, cuando lo encuentras por el pasillo y te llama por tu nombre, o por el genérico de “Pater”. A veces, este recuerdo agradecido llega hasta la visita al despacho del capellán, cuando uno vuelve a la revisión periódica al hospital. En casos especiales, llega a fraguarse verdadera amistad, que se prolonga más allá de la estancia en el hospital.

Limitaciones, o cosas mejorables, en la atención al enfermo en su habitación.

Es obvio que el hecho de compartir habitación con otros pacientes, es una limitación grande, a la hora de comunicarse con el enfermo, tanto por parte de médicos y enfermeras, como del capellán: es prácticamente imposible, en estas circunstancias, mantener la intimidad requerida, derecho inalienable de la persona. Pero la necesidad obliga: en las actuales circunstancias económicas y sociales, sería inasumible para la Seguridad Social el costo de habitaciones individuales.

Hay, sin embargo, casos especiales en los que esta circunstancia favorece al enfermo: es el caso de personas que están solas, que no tienen familiares ni amigos que los visiten. En estos casos, la habitación compartida favorece la comunicación y rompe la soledad del enfermo, que, en determinados casos, puede ser más nociva que la misma enfermedad.

Las alternativas a esta circunstancia son varias: por parte del personal sanitario, existe la posibilidad de trasladar al enfermo a una de las habitaciones de aislamiento de que dispone el hospital; por parte del capellán, esperar a que mejore la situación del enfermo y pueda comunicarse con él, bien en su despacho, en la capilla o en alguno de los rincones aislados del hospital. Es también reconfortante, especialmente para los familiares creyentes, rezar por el enfermo, en silencio o en alta voz, y administrar al mismo, los sacramentos a los que este habilitado en esa circunstancia. Es un verdadero privilegio para el creyente ponerse en manos de Dios, confiar en el poder de la oración y en la capacidad de mediación del sacerdote y de los creyentes en general.

Otra de las dificultades de la comunicación del capellán con el enfermo y sus familiares, es el miedo ancestral a la presencia del sacerdote en circunstancias de enfermedad grave. Todavía se ve al sacerdote como el que viene a administrar el Sacramento de la Extremaunción, es decir, el que viene a administrar los últimos auxilios, los de despedida definitiva. La unción de los enfermos, ese es el nuevo nombre de este Sacramento, es precisamente un sacramento para pedir la sanación del enfermo, para pedir a Dios la fortaleza y la esperanza cristiana que necesita el enfermo en esas circunstancias.

Otra dificultad que hay que superar es el desconocimiento o la apatía de los familiares del enfermo para ponerse en contacto con el capellán y solicitar sus servicios pastorales: son relativamente pocos los que, por propia iniciativa, solicitan estos servicios. Y es una pena, porque son muchas las personas mayores, de fe tradicional, que agradecerían estos servicios. A veces es el encuentro casual con el capellán, mientras visita a otros enfermos, lo que provoca la solicitud de que visite también a sus familiares más próximos. De ahí la importancia de que el capellán, por propia iniciativa, recorra de vez en cuando los pasillos del hospital, visitando indistintamente, por zonas y pisos distintos, a los enfermos. Resultan gratificantes estos encuentros casuales. Personalmente me visito diariamente, como mínimo, una media de 10 habitaciones.

Otro problema serio resulta ser las personas que no tienen a nadie que les visite regularmente. Entre ellas están, principalmente, emigrantes y personas desestructuradas: alcohólicos, drogadictos, solitarios de profesión o que los han echado de casa. Pero también hay algunos que, teniendo familia, han roto los lazos familiares.

Son casos de muy difícil solución. No obstante, estamos intentando crear un grupo de voluntarios, que, con los debidos requisitos cumplidos, puedan paliar estos casos de soledad extrema. También hemos tomado conciencia de la necesidad de coordinar la ayuda humanitaria necesaria con la colaboración de los servicios sociales del hospital.

La atención al enfermo y a sus familiares, más allá de la estancia en el hospital.

Hay casos especiales, en los que a través del contacto frecuente y prolongado con el enfermo y familiares, ayudan al capellán a percibir otros problemas psicológicos o humanos, que exigen una atención especial, más allá del hospital.

Esta atención especial empieza en el hospital mismo y exigen paciencia y dedicación de tiempo extra para escuchar, y animar. Pero, a veces, exigen también una prolongación extra de cuidados intensivos, a través de otros medios: el teléfono, los whatsapp, los encuentros concertados en el hospital o fuera.

Una ayuda inestimable en este servicio extra me lo proporciona el blog personal de orientación de vida. En él expreso mis ideas y sentimientos desde la fe y la misión sacerdotal. Previo acuerdo con las personas interesadas, mantengo contacto permanente con ellas, a través de este medio. Y he descubierto que mi blog de pastoral resulta un medio inestimable de evangelización o de estímulo a vivir la fe que nos transmitieron nuestros mayores y que vivimos con más o menos intensidad en nuestra infancia y juventud.

Los testimonios de gratitud que recibo por la atención y dedicación al enfermo, bien a través de visitas personales, mientras estuvieron en el hospital, bien por la comunicación pastoral a través de mi blog, son numerosas, y compensan, con creces, el servicio prestado. Y esa es la razón por la que las visitas diarias a mi blog sobrepasan, en estos momentos, el millar. El fácil acceso a mi blog felixvillafanca.es, o directamente a través del whatsapp, ayuda a mantener contacto directo permanente. Ojalá los educadores en la fe y colaboradores seglares en parroquias y movimientos seglares de servicios caritativo sociales comprendan la importancia excepcional de los medios de comunicación, bien utilizados, para la realización plena de nuestra misión pastoral, humanitaria y evangelizadora.

Félix Villafranca, C.M.
(http://felixvillafranca.es/varios/el-servicio-religioso-y-la-atencion-al-enfermo-en-la-habitacion/)

 

David Carmona, C.M.

David Carmona, Sacerdote Paúl, es canario y actualmente reside en la comunidad vicenciana de Casablanca (Zaragoza).

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