La aventura de soñar
La casa de Marillac es un sueño. Tocar y sentir nuestro carisma nos empuja a fortalecer nuestra vocación. San Vicente y Santa Luisa también soñaron.
La experiencia de servicio en Castellón me ha ayudado a vivir con mayor intensidad mi vocación de misionero paúl y a profundizar en el servicio a los pobres. Darse, sólo darse: a través de una mirada, de una sonrisa, de un gesto… y todo ello sin parar de trabajar, trabajar y trabajar.
En aquellas personas con las que convivía no podía sino ver el rostro de Dios que se hace presente en cada uno de los convalecientes. Compartir con ellos la Palabra de Dios era uno de los momentos más vivos de cada día. Con sencillez y sinceridad, hacíamos eco de la presencia del Señor en nosotros y ello nos llenaba de gracia y gozo.
De Castellón volví hacia la casa de los sueños. Nos esperaban en la villa Santa Luisa de Zaragoza un buen número de niños y de pre-monitores dispuestos a convivir, compartir y aprender. Buscamos la isla de los sueños con nuestros amigos Peter Pan y Wendy. Comprobé en la oración y en el servicio cómo los niños sueñan y cómo Dios se hace presente entre nosotros a través de nuestros gestos, actitudes, juegos, risas, oración, actividades…
Al final de todos estos días, quiero dar las gracias a Dios y a todas las personas que durante todo el mes me han ayudado a vivir más mi vocación y ser más sensible a las necesidades de los pobres. Gracias especialmente a las Hijas de la Caridad de la Provincia de Pamplona que me han brindado la oportunidad de compartir la misión. Una misión que nos permite soñar con una sociedad más justa y vivir la presencia de Dios entre nosotros.
Aarón Delgado Méndez
Etapa de Acogida-Zaragoza
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