La Misión Vicenciana: una primera aproximación

1. Lugar de la Misión Vicenciana

La Misión vicenciana surge en un momento determinado de la historia en el que se están viviendo unas circunstancias sociales (regímenes absolutistas) y eclesiales (iglesia de cristiandad) que la condicionan.

Hoy las circunstancias han cambiado. De ahí que no sea inútil preguntarse: ¿Tiene hoy lugar la Misión vicenciana? ¿Será por mimetismo, o por tradicionalismo caduco que hoy intentamos resucitarla? Porque, además, las misiones surgen hoy en un contexto social y eclesial concretos definidos entre otras por estas características:

  • Desconfianza de gran parte de la jerarquía y del clero hacia este ministerio; en consecuencia, escasa demanda.
  • Unido a la observación anterior, la demanda viene con frecuencia de diócesis de corte tradicional, con el consiguiente riesgo de encuadrar y catalogar de nuevo las misiones en función de mentalidades tradicionalistas.
  • Por otra parte, nuestra capacidad de oferta por diversas razones, que no son ajenas a las dos anteriores, es limitada.

Al hacer las preguntas de arriba he dejado de lado otra más seria: De verdad, ¿hay verdadero interés por resucitar la Misión vicenciana? Porque hay más de uno que lo dudan. Y cito, por su valor de autoridad, al P. Flores quien dudaba que, “fuera de nosotros”, haya verdadero interés por este ministerio [¿quién nos pide?]; y señalaba además como, a nivel de Congregación, se habla mucho, pero las palabras no vienen certificadas por las acciones a nivel de Provincias.

Y, por si este testimonio parece insuficiente, permítaseme citar un libro recientemente publicado:

“La Congregación de la Misión se empeña, en España, y en otros países, no sé si útil o inútilmente, en resucitar el ministerio de la Misiones Populares, porque, en el fondo, algunos están convencidos, que es el camino para encontrar la identidad perdida. Pero las Misiones Populares es un ministerio de una época de cristiandad, felizmente superada. Querer resucitarlo de nuevo, por muchas adaptaciones que se intenten, es tarea que exige esfuerzos titánicos con resultados muy mediocres”.

No dudo de que en esta cita haya algo de verdad y una inquietud positiva, pero, si miramos a los trabajos que la CM está realizando hoy al menos en España, probablemente peca de injusta o de demasiado teórica.

Pero, dejemos las críticas para intentar responder a los interrogantes:

  1. Lo primero que necesitamos es creer con una fe a la vez apasionada y eficaz que es posible y necesaria hoy la Misión Vicenciana en la Iglesia y en nuestro mundo. Esta fe, para cualquier observador sincero, no es obvia.
  2. He empleado antes conscientemente el término resucitar porque pienso que se trata de eso, de una resurrección. A la Misión Vicenciana le debe suceder lo que acontece con la resurrección: El cuerpo resucitado mantiene su identidad, pero en él, por la fuerza del Espíritu ha acaecido algo nuevo que, a primera vista, desconcierta de forma que no es reconocido. Así, la Misión Vicenciana tiene que ser la que desarrollaron nuestros “padres”, pero con un “algo” nuevo. [Aquí está el «reto», y no sé si la palabra «renovada» es la adecuada].
  3. Así, según termino de apuntar, en primer lugar la Misión Vicenciana debe permanecer fiel a su esencia y, por tanto, seguir (mantenerse) conforme con el espíritu vicenciano y desarrollarlo. Por eso, necesitamos una Misión definida desde dentro, fiel a la tradición viva; una Misión que se organice desde un doble punto de enfoque:
    • desde el empeño por transformar la realidad del pobre, del necesitado (desde el lugar del pobre);
    • desde una “Lectura Vicenciana del Evangelio” (el Espíritu vicenciano).
      Nota:
      Así expresaríamos, en términos nuestros, el principio de la doble fidelidad. Esta doble fidelidad lleva consigo, no lo podemos enmascarar, una lectura “interesada” del Evangelio; una lectura propia.
  4. Y ahora podemos hacernos una pregunta: )Hemos llegado a ella?… Y respondo: Pienso que estamos en un período de búsqueda. Y en esta búsqueda será buen criterio un pluralismo dentro de la unidad. Pero, a lo que no podemos renunciar es a creer posible y a buscar ese estilo propio de “evangelizar”. Y tampoco podemos renunciar a implicarnos todos en esta tarea.
  5. Teniendo en cuenta todo lo dicho, en el momento actual, se impone una estrategia que dé respuesta a los interrogantes que siguen: ¿Cuál es el camino para recuperar un ministerio en el que creemos? ¿Qué opciones inmediatas, intermedias, y a plazo largo se nos exigen?

Y repito. Este es un problema no sólo de principios, sino también de estrategia pastoral de los hijos de San Vicente. Por eso, aunque los principios sean claros, el cómo es bastante más complicado. Es cuestión de búsqueda. Por eso, no deberíamos olvidar esta inquietud de san Vicente:

“Cuando tenga que actuar haga esta reflexión: ¿Es esto conforme con las máximas del Hijo de Dios? Además, cuando se trate de hacer alguna obra buena, decir: Señor, si estuvieras en mi lugar, ¿qué harías en esta ocasión? ¿cómo instruirías a este pueblo? ¿cómo consolarías a este enfermo de espíritu o de cuerpo?” [XI, 239s].

2. Algunas necesidades

* Si queremos una Misión que funcione, que sea aceptada y que adquiera su lugar en el panorama de una Iglesia que quiere, o dice que quiere, evangelizar con nueva inspiración, con nuevo impulso, con nuevos métodos…

Es necesario, primero, superar la visión apologética, a la defensiva. Al contrario, hemos de reconocer los fallos. Y no renunciar nunca a presentar (ofrecer) un rostro atrayente de Iglesia y de cristianismo. San Vicente ya lo advirtió en sus disputas frente a los jansenistas.

Es necesario también “aceptar que estamos en el mundo” y desarrollar un talante dialogante. Un obispo nos advertía: “Vais a servir y a ofrecer, no a conquistar”. Aunque esto no quiere decir que, acomplejados o dubitativos, tengamos que estar diciendo a todo “amen”. Se trata de dialogar con las “comunidades” y “con los “pueblos”.

* Y esta necesidad nos está exigiendo una formación sólida. Necesitamos aprender a “dar razón de nuestra esperanza” misionera y pastoral. No valen las recetas prefabricadas ni un sentido monolítico descendente de misión.

2.3 Un objetivo: Hacer posible el paso (salto) de una fe “del carbonero”, o “poco personal” a una fe “madura” y “personal”; de una fe con demasiados condicionantes rituales y doctrinales a una fe que sin dejar de ser celebrativa y doctrinal coloque en su lugar el testimonio vivo de Jesús: Id y decidle a Juan lo que estáis viendo y oyendo… a los pobres se anuncia la Buena Noticia.

* Para ello necesitamos ser conscientes de que el camino de la fe marca, a la vez, una continuidad y una discontinuidad con relación a lo humano. Tenemos que ser, a la vez, “expertos en humanidad” y “firmes (convencidos) en la fe”. Aprender a manejar el “principio de progresividad“. Estar atentos para “educar la pregunta”.

Luis Mª Martínez Sanjuan, C.M.

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