“La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”

Cada 6 de noviembre recordamos a los mártires de la persecución religiosa que tuvo lugar en España entre los años 1931 y 1939. Las fuentes hacen una aproximación de 10.000 cristianos (obispos, sacerdotes, consagrados y laicos) que entregaron libremente la vida, confesando su fe en Jesús, perdonando a sus asesinos y poniendo sus vidas en manos del Padre.  Muchos de ellos han sido declarados santos o beatos, otros están en proceso.

El martirio ha sido una constante en la historia de la Iglesia, desde los mismos apóstoles, pasando por el cristianismo primitivo del Imperio Romano, hasta llegar a nuestros días, donde millones de cristianos siguen siendo perseguidos y discriminados por su fe. “Una iglesia que no es perseguida no puede ser la Iglesia de Jesús”, pues la fidelidad de esta al mensaje del Evangelio ha sido y sigue siendo una amenaza para muchos imperios, poderes, intereses e ideologías. Ya Tertuliano decía que “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. 

El martirio es ciertamente un misterio que solo se puede entender si lo miramos en clave de fe. Jesús dijo “si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15, 20). “Bienaventurados cuando por mi causa os persigan, os injurien y digan toda suerte de mal contra vosotros, dichosos entonces porque vuestra felicidad será grande en el cielo” (Mc 5, 11). El martirio es un “don concedido a pocos” por el que “algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores” (LG 42). 

En los años 2013 y 2017 tuvieron lugar dos beatificaciones de 42 y 60 mártires, respectivamente, miembros de la Familia Vicenciana (padres paúles, hijas de la caridad, laicos de asociaciones de la Virgen María de la Medalla Milagrosa). El lema de la última beatificación fue “testigos y profetas de la fe y la caridad”. Porque confesaron y vivieron la fe y la caridad, fueron perseguidos y martirizados, sin ningún motivo político o de  cualquier otra índole que no fuera la fe en Jesús.  A continuación, algún testimonio.

El padre Vicente Queralt, cm, escribió:

“En la tempestad más fuerte enraizaremos, 

muriendo por Dios, si es necesario, con noble anhelo; 

pero nunca bajaremos, cobardes, la cabeza

¡Qué el mártir siempre muere mirando al Cielo!” 

Asimismo, los familiares de dos paules escribieron: “En sus cartas expresaba sus deseos de permanecer en la Congregación, aunque le mataran. Creo que su muerte fue consecuencia de una vida fiel a Dios” “Sintió la vocación y fue fiel a Dios con riesgo de perder la vida. Era joven, pero tenía edad suficiente para saber lo que hacía”.

Los padres paúles Tomás Pallarés Ibáñez, Ponciano Nieto Asensio y Agapito Alcalde Garrido, así como el hermano Salustiano González Crespo, pasaron por las comunidades de La Laguna y La Orotava, en Tenerife. Alguno se dedicaba a las misiones populares, otros eran formadores del Seminario Diocesano.

También se encontraba Sor Lorenza Díaz Bolaños, hc, nacida en Santa María de Guía, primera mujer canaria en “subir a los altares”. En los años previos a la guerra civil, esta hermana, recibió amenazas contra su voto de castidad por parte de un celador del hospital, siendo ella enfermera. Cuando la comunidad fue expulsada del Instituto de Reeducación de Inválidos, se refugiaron en una casa donde celebraban clandestinamente la fe, como los primeros cristianos en las catacumbas.  De allí las sacaron engañadas, diciéndoles que necesitaban enfermeras. Todos sabemos qué ocurrió al final. 

Es muy inspiradora la historia de Sor Martina Vázquez, hc, que a sus 71 años se enfrentó a sus verdugos con valentía. “Habéis venido cinco para arrestar a una señora”, “si queréis matarme no me hagáis esperar demasiado”. Fuera de la ciudad, pararon el camión y la obligaron a descender. Ella pide ponerse el hábito de Hija de la Caridad. Se arrodilla para orar. A continuación, se levanta y teniendo el crucifijo en las manos pide perdón y ofrece perdón. Y añade “creo en la palabra que dice Jesucristo: quien me confesare delante de los hombres lo reconoceré delante del Padre en el cielo”, “si queréis disparad, Sor Martina nunca ha dado a nadie la espalda, quiero morir mirándoos a la cara” “y tú, Marchen (miliciano al que había curado de tuberculosis) ¿me devuelves así el bien que has recibido? Te perdono y en el cielo pediré por ti”.

Finalmente, el testimonio de tres jóvenes laicos de asociaciones de la Virgen María de la Medalla Milagrosa. “No llores, mamá, quiero que estés contenga porque tu hijo es muy feliz. Voy a dar la vida por nuestro Dios. En el cielo te espero” (Rafael Lluch). “Teresita no estés triste, porque a mí me llama Dios y me voy con él. No temas represalias ni odios contra nadie” (Modesto Allepuz). “Queremos que sepan que no nos llevamos odios ni rencores contra nadie. ¡Somos inocentes! Perdonamos a todos, a nuestros enemigos y a los autores de nuestra muerte. Lo único que pedimos es que se den por satisfechos con nuestra sangre y no se derrame ya más. ¡Que nuestra sangre no sea estéril!”. (José Ardil Lázaro).

Todos llevaban en el pecho la Medalla Milagrosa, incluso escondida cuando estaban en la cárcel. Se ponían la medalla parar morir. Hoy en día se conserva una medalla con el impacto de una bala. 

Estos hombres y mujeres eran cristianos sencillos que se tomaron en serio su bautismo y siguieron fielmente a Jesucristo como misioneros paules, hijas de la caridad… Dieron testimonio de su fe, sellado con su sangre. Ahí está su grandeza y sencillez. Su testimonio nos estimula y nos alienta en nuestro caminar de cada día, aun en las situaciones difíciles.

“Necesitamos testigos de la fe, mártires que entreguen su vida libremente, en las alternativas de la vida cotidiana; hoy más que nunca, en esta sociedad moderna y secularizada, es cada vez mayor la urgencia de plantar la cruz de Cristo en el centro del cristianismo, porque ella es memoria conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de los que sufren injustamente” (Benedicto XVI).

Manuel Mora Darias

Etapa Acogida – Zaragoza

David Carmona, C.M.

David Carmona, Sacerdote Paúl, es canario y actualmente reside en la comunidad vicenciana de Casablanca (Zaragoza).

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