La Semana Santa en el Hogar de Niños de Honduras
UNA SEMANA SANTA PARA EL RECUERDO
EN EL HOGAR DE NIÑOS SAN RAMÓN, DE PUERTO CORTÉS
El día de san José en la mañana acudí como de costumbre a pasar la media jornada que habitualmente estoy durante la semana con los niños del Hogar San Ramón de Puerto Cortés, Honduras.
Ese día quise sorprenderlos, y pregunté en el comedor que levantasen la mano todos los que tuviesen el nombre de “José”. En Honduras la mayoría de los jóvenes y niños tienen nombres “gringos” y apellidos españoles (una sugerente cuestión para analizar quienes se dedican a la investigación sociológica).
Salió que hay un José Manuel, un José Armando, y un José Antonio. Los felicité por su onomástica, y les dije que ese día además había que felicitar también a los padres. Entonces de manera espontánea ellos lo hicieron conmigo.
Les dije que yo ni me llamaba José ni tenía hijos.
-¡“Ah, no importa; entonces usted es nuestro padre”!
Fue una sorpresa para mí convertirme de repente en padre de diecisiete hijos. Verdad es que viviendo en Mozambique supe de un padre musulmán que tenía treinta hijos; pero a mí de la noche a la mañana me salían diecisiete…
Esa simpática anécdota me ha dado que pensar en estos días del encierro por la pandemia del coronavirus. Con ellos estoy conviviendo todo el día, y me ha dado pie para conocerlos mucho mejor.
Todos tienen una corta pero traumática biografía.
Algunos no conocen a su madre por haber sido abandonados cuando eran bebés. Otros no conocen a su padre por ser hijos de madre soltera, que ha tenido que ejercer de madre y padre a la vez, o por comerciar con su cuerpo.
Otros fueron arrebatados a la madre por su padre cuando surgieron peleas en la pareja. Otros son fruto de una violación. Y hay alguno que fue recogido del cubo de la basura en donde lo habían puesto recién nacido…
¡Que complicadas nos parecen sus biografías a quienes tuvimos una niñez y crecimos en un modelo social donde tener al padre y la madre en armonía en casa hasta la ancianidad era lo habitual! ¡Y pensar que hay gente “moderna” que dice que ese modelo está desfasado! ¡Dios les perdone semejante y desvergonzada ignorancia!
Al otro día de san José, las autoridades hondureñas avisaron que posiblemente la población iba a ser recluida para evitar el contagio del virus.
Efectivamente, al otro día fue declarado toque de queda.
Tuve que hacer de manera apresurada mi mochila, dejar mi vivienda habitual y marchar al hogar a recluirme con los niños.
En circunstancias normales, los niños del hogar lo abandonaban en Semana Santa para ir a visitar y pasar esos días con su familia. Pero al decretarse el confinamiento los hemos pasado aquí junto a los educadores.
Aquí hemos vivido “revueltos” este año las fiestas, que han supuesto toda una novedad. Como el resto de la población no hemos podido acudir a la iglesia a celebrar el culto correspondiente. Hemos seguido los actos religiosos a través de la radio parroquial, “Radio Luz Cortés”, que ha transmitido en directo todos. Al mismo tiempo hemos rezado juntos algunos ratos acompañados de los educadores habituales, de los que llegamos de refuerzo, y de la Hermana, directora del centro.
Algunos fueron más sentidos y participados que otros, como es el caso de Jueves Santo con el lavatorio de los pies por parte de los más grandes a los pequeños (hubo quien lo hizo a regañadientes). Fue sentido también el viacrucis del Viernes Santo, recorrido por la cancha de fútbol. Rezamos el Sábado Santo el rosario, y en la noche hubo hoguera en la Vigilia Pascual. Ese día quizá lo que más les impactó fue ver la película “La pasión de Cristo” de Mel Gibson, que vieron durante la tarde.
Vivir con ellos estos días me ha dado oportunidad de conocerlos mejor; de comprender su proceso vital, y ver que, a pesar de su traumático origen familiar, son niños felices, con enormes ganas de salir adelante en la vida, a poco que se les dé una oportunidad.
Fernando. López Rajadel
SSVP-Teruel
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