Ministerio de Parroquias
Preámbulo
Unas 20 parroquias (alguna más, si contamos pequeñas poblaciones con tal título) son atendidas por nosotros, misioneros paúles de la provincia de Zaragoza. Se encuentran ubicadas en lugares tan diversos como el País Vasco, Aragón, Castilla la Mancha, Murcia, Islas Canarias, Nueva York y Honduras. Se puede comprender también la variedad de estas parroquias tanto por el número de habitantes, nivel cultural, social y económico como por la ubicación en importantes ciudades, a veces en barrios marginados, o en pequeños núcleos rurales de la sierra, algunos de ellos abocados a la desaparición. En ellos se encuentran misioneros y laicos generosos: auténticos creyentes que ponen sus fuerzas al servicio de una urgente y necesaria evangelización.
El fin de la Congregación de la Misión (PP. Paúles) es “seguir a Cristo evangelizador de los pobres”. El misionero Paúl, revestido de Cristo, se dedica “a evangelizar a los pobres, sobre todo a los más abandonados”. Teniendo en cuenta el criterio misionero (imposible de desvincular de la Iglesia) el sacerdote Paúl, misionero por definición, cumple su fin en el ministerio parroquial cuando, fiel a la Iglesia, vive y transmite el carisma vicenciano. La parroquia es hoy y aquí tierra de misión, lugar para descubrir a Jesucristo Hijo de Dios y para darlo a conocer. Si el misionero se reviste de Jesucristo y vive el espíritu de San Vicente será un fiel servidor de la parroquia y misionero en ella: aportará su carisma, el específico de su espíritu. Esto es lo que pretendemos los misioneros Paúles de la Provincia de Zaragoza.
Líneas de acción
En el libro de los Hechos de los Apóstoles (1,8) Jesucristo encomienda a la Iglesia el ministerio de la misión: «Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra». Así quiere hacerlo esta Provincia desde su origen. Para ello, se hace presente en diversos lugares, en algunos de forma temporal, por fidelidad a un estilo de misión no condicionado en el tiempo y en el espacio. Y es que la itinerancia es compañera de camino del misionero.
Forma parte de la Iglesia Diocesana
1.1 La parroquia forma parte de la Iglesia Diocesana, por eso está unida a ella y en coordinación con ella. La planificación y animación pastoral o la acogida fraterna de sacerdotes y fieles es parte imprescindible de nuestra misión en la Diócesis y en la parroquia. Los misioneros Paúles vivimos de modo espontáneo y familiar la amistad fraterna con el clero diocesano, al que nos sentimos muy cercanos, secundando lo programado por la Diócesis a través de sus áreas pastorales. Queremos ser fieles colaboradores con la Iglesia que nos recibe y a la que deseamos servir.
En crecimiento y apertura
2.1- La Parroquia comienza por evangelizarse a sí misma. Así lo afirmaba Pablo VI (EN,15)
Desde esta identidad, el misionero Paúl alentará a los laicos a una continua conversión y formación mediante procesos catequéticos. Un laicado bien formado y comprometido es garantía de la transmisión de una fe viva, arraigada, que se mantendrá en la parroquia y crecerá más allá de los posibles cambios en sus pastores. No podemos olvidar que mientras el sacerdote misionero es itinerante y está llamado a servir en diferentes lugares, la parroquia permanece.
Es preciso que esta “Jerusalén” familiar sea reconocida por quienes se acercan asiduamente al propio templo. No es fácil de hecho concienciarse y promover esta toma de conciencia en los feligreses asiduos, ya que implica mucho más que acercarse a los sacramentos. Por eso, de modo especial, el carisma misionero del Paúl anima a los agentes de la pastoral a llevar la voz y las acciones a los ambientes y grupos donde se encuentren los alejados con el estilo propio de su carisma.
2.2 La parroquia siempre en apertura
La misión no termina en los límites geográficos parroquiales. La parroquia sale de sí misma, se deja evangelizar y a la vez se ofrece a las parroquias de su entorno y colabora con ellas, puesto que nunca crecemos al mismo ritmo. Hay que salir del “Jerusalén” familiar para adentrarse también en “Samaría y Judea”: para ayudar a que se lleve a cabo lo programado, contribuir a paliar las carencias y secundar las posibles iniciativas o llamadas.
2.3 “Y hasta los confines de la tierra”.
Nuestra Provincia de Zaragoza participa en la misión “ad gentes”en el territorio Hondureño confiado a ella. Ideal sería que llegara el momento en que la parroquia pudiera enviar misioneros salidos de ella misma para hacer experiencia misionera. En este contexto específicamente misionero, coordinar recursos humanos o materiales para ayudar a despertar o mantener la fe y favorecer el desarrollo integral de la persona es también objetivo a cumplir en un proceso progresivo. En nuestro caso, la Provincia de Zaragoza coordina finalmente esta labor, pero las parroquias animan vivamente a los fieles y grupos a sentirse unidos a la Misión como agentes misioneros que conocen, acompañan y se comprometen con los misioneros y con los fieles de la misión de Honduras. Es posible hacerlo también unidos a otros campos de misión.
“He sido enviado a evangelizar a los pobres”
3.1. Este es el lema de la Congregación de la misión, tomado por San Vicente del mismo Jesús, cuando comenzó a exponer su programa en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,16 ss)
Desde la diversidad geográfica, social… señalada anteriormente se puede entender también la diversidad de pobrezas que se encuentran en las parroquias a las que servimos.
3.2 “Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis” (Juan 14,7)
Esta afirmación de Jesucristo es tan cierta ahora como antes. El pobre siempre está a nuestro lado, tanto que nosotros mismos lo somos aunque nos cueste reconocernos como tales; pero somos indigentes en muchos aspectos. Tampoco es difícil ver la realidad que nos rodea. Los pobres, los marginados, los emigrantes, los sin techo… son visibles, se presentan, desean ser escuchados, atendidos, comprendidos. No hay comunidad parroquial donde creyentes o ateos, cristianos o de cualquier otro credo y procedentes de diversos lugares no se acerquen a solicitar los más diversos servicios. Más en concreto, en las ciudades la presencia de los pobres resulta especialmente abrumadora. Tenemos el peligro de confundir una parroquia pobre con una pobre y triste parroquia. La simple presencia no significa evangelizar. La realidad de la pobreza sigue presente, pero el movimiento de la población y las nuevas pobrezas son un auténtico reto para el misionero. Hoy día los pobres recorren la ciudad y se acercan donde son atendidos y escuchados.
El párroco misionero Paúl facilitará con su estilo de vida la cercanía y la confianza de quienes lo necesitan y tomará la iniciativa para ello, al igual que hacía San Vicente. La acogida de la comunidad parroquial, y en especial de quienes tienen el ministerio de servirles, hará que se vea en ellos al mismo Jesucristo, siguiendo la enseñanza de su fundador. Ciertamente es mucho más fácil escribirlo y decirlo que vivirlo desde la fe y el amor. Pero la parroquia vicenciana se tiene que especializar en la atención a los pobres y marginados.
Seguidores de San Vicente
4.1 No se pretende en este apartado otra cosa que resaltar algunas pistas o acciones para conjugar en la parroquia evangelización y carisma vicenciano; lógicamente habrá opciones diversas según las diferentes situaciones, pero se sugieren algunas.
a) Ofertar una formación integral y por áreas a los catequistas que acompañan a quienes van a recibir los diferentes sacramentos o ejercer los diversos ministerios, mirando a Jesucristo y a San Vicente, es decir, en función de los pobres.
b) Favorecer el nacimiento o crecimiento, donde ya existan, de las Asociaciones Vicencianas, expertas por tradición en la acción caritativo-social, buscando la coordinación y cooperación con otras asociaciones aunque no formen parte de la “familia vicenciana”.
c) Implicarse en campañas y acciones concretas a favor de los necesitados.
Creación de grupos para asistir a los que padecen la pobreza de la soledad, enfermedad o que por su edad necesitan recibir diversos sacramentos en su domicilio, para que se sientan – tanto los agentes como los visitados- activos misioneros de la comunidad parroquial.
d) Animar a los fieles a ser misioneros en el territorio parroquial y ser portavoces de las acciones extraordinarias programadas, orientando a quienes tengan inquietud de secundarlas. Ideal sería contar con personas concretas que sirvan de enlace entre la parroquia y los diversos edificios donde viven los feligreses.
e) Creación de algún grupo específicamente misionero que sensibilice a la Parroquia, instaure tiempos, programe acciones y campañas, charlas, exposiciones… y sea enlace y portavoz con los misioneros y fieles de territorio de misión. No es lo más importante la recaudación de fondos.
f) Animar a los fieles a participar, si ello es posible, en alguna experiencia misionera.
g) Animar principalmente a los jóvenes, a hacer esta experiencia y descubrir si Dios les llama a ser misioneros temporal o definitivamente.
“Del Espíritu nace Espíritu” ( Juan 3,7)
Lo señalado son unas sencillas pistas. Evangelizar exige invención y amor. “El amor es inventivo hasta el infinito”, decía San Vicente Las personas y los grupos, se mueven bajo la arrolladora fuerza del Espíritu y son enviados a la misión. San Vicente pedía a sus misioneros que fueran sencillos, humildes, amables, mortificados y con apasionado deseo evangelizador. Estas son las señales de identidad del Paúl en cualquier ministerio que se le encomiende y sin duda las más necesarias en el ministerio parroquial. Ellas dan la línea de espiritualidad para evangelizar en una parroquia vicenciana. A la vez, cada misionero moldeará lo que el espíritu le vaya manifestando y se servirá de las mediaciones más convenientes para su ministerio. Lo importante en nuestro caso es ser fieles a la espiritualidad transmitida por San Vicente. Si lo hacemos así, ocurrirá entonces que del Espíritu, nacerá espíritu.
Felipe García Olmo, C.M.
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