Novena a la Virgen Milagrosa
Un año más, siguiendo una venerable tradición, queremos honrar a la Virgen María, Inmaculada de la Medalla Milagrosa, celebrando su Novena en la iglesia a ella dedicada y conocida en Pamplona como “iglesia de La Milagrosa”. Esta es su casa, y desde ella llegamos a otros rincones, donde también se la venera con esta advocación, lugares de España y de otros países, donde está viva la devoción a la Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa.
Un año más, este encuentro de presentación de la Novena de la Milagrosa, y esta misma presentación de su “cuaderno”, nos hace buscar el agua de la fuente antigua, que siempre ofrece un agua clara, fresca y nueva. La celebración de la Novena a la Virgen Milagrosa es esa agua de siempre, donde bebieron nuestros padres, pero también siempre sabe a nueva. El agua que mana encuentra en toda ocasión su camino, aunque corra por el cauce antiguo. Solo una vez pasamos por el mismo sitio. El tiempo, los tiempos hacen estrenar cada momento. Los tiempos que hemos vivido y vivimos han condicionado nuestro paso nuevo y lo orientan, según los signos de los tiempos, siempre buscando el sol o la plenitud, o la perfección nunca alcanzable en nuestro suelo. Este mismo no conseguir lo inalcanzable nos mantiene en tensión abierta y esperanzada.
A las puertas del Tiempo de Adviento, María nos acompaña camino de Belén sosteniendo nuestra esperanza. Precisamente es el título de “Estrella de la Esperanza”, uno de los más apreciados por las gentes cristianas y desde el que vamos a centrar esta Novena 2014 Ya conocemos hasta qué punto la gente sencilla del pueblo, a la que el Padre ha querido revelar estos misterios, recurre a María en momentos de fatiga, de dolor o de desaliento, pero también de gozo. María es Madre de Esperanza porque es la Madre de Jesucristo, nuestro Salvador y nuestro hermano. Y María es Madre de Esperanza porque sostiene, consuela y anima el caminar de todos los creyentes.
Vivimos tiempos duros, envueltos en crisis económicas, políticas y sociales. Tiempos duros para la Iglesia que, consciente de su debilidad y de su pecado, puede verse desanimada, sobre todo en nuestro contexto europeo, también perseguida de muchas maneras, martirialmente ahora en países de Oriente y África. En este contexto nos acercamos a nuestra Madre, buscando en su mirada y en su vida un rayo de esperanza.
Cuentan las crónicas de la Villa de Bilbao que cuando volvían de faenar en la mar los barcos pesqueros, surcando la ría para descargar la pesca en la lonja del pescado, al llegar a un puente se veía el santuario de la Virgen de Begoña. Entonces los pescadores entonaban la Salve marinera cantando recio y emocionado: “Salve, Estrella de los mares”, saludando a la “amatxo” de Begoña y agradeciéndole su protección y guía durante la pesca y su llegada a puerto. Aún hoy, ese puente, a pesar de que ya no surcan la ría los barcos pesqueros y que las edificaciones han ocultado el santuario de Begoña, se le sigue llamando “Puente de La Salve”.
Desde el siglo VIII, la Iglesia saluda a María como «estrella del mar»: Ave maris stella. Benedicto XVI escribe que “la vida es como un viaje en el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. … Y, ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, ella que con su «sí» abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo…?” (p.58). Ella nos guía hacia puerto seguro en medio de las borrascas y tempestades de la vida, porque participa de la Luz que es Jesucristo, su Hijo.
Este año la fuente de la que bebemos el agua fresca de siempre, pero nueva para quien la bebe, nos la ofrece Benedicto XVI en su libro “María. Estrella de la Esperanza”. Él ha descubierto esta fuente y ha bebido de ella, orientado primero por su experiencia familiar y luego por su inmersión en el Evangelio, relacionándolo con otros pasajes bíblicos, ilustrados con felices intuiciones marianas de algunos Padres de la Iglesia o de célebres escritores eclesiásticos. De estas referencias centrales él sabe hacer emerger y subrayar con agudeza el modelo de fe, obediencia y virtud que brota de la actitud de María en su recorrido existencial hacia la plenitud de su maternidad como Madre de Dios y Madre de la Iglesia (cf. p. 7). La tradición familiar y la reflexión evangélica le dan a Benedicto XVI hondura, solidez y precisión.
Este “cuaderno”, y lo que escuchemos en la Novena, no es para saber más de María, sino para ayudarnos en la celebración litúrgica y en el seguimiento de Jesucristo a imitación de la Virgen María.
Las sugerencias para las homilías son una partitura escrita por varios autores, por eso se notará la variedad de estilos y de ritmos, aunque hayamos querido darles una cierta unidad sinfónica. Los predicadores, a su vez, interpretarán la partitura cada uno con su sensibilidad y su voz. Como hemos dicho en otras ocasiones: “El que sirve el Pan de la Palabra a la comunidad, debe primero amasar y cocer ese Pan en su corazón, en su mente, para que sea Pan reciente, el Pan que gusta a la gente sencilla”.
La portada de este “cuaderno” y el cartel de la Novena nos muestran a la Virgen Milagrosa saliendo de su templo, como misionera con sus manos abiertas, derramando luz y gracias. Que durante la Novena, y al final de ella sobre todo, nos sintamos también misioneros, enviados a ser luz para quienes navegan a nuestro lado y a ser canal de agua para quienes buscan saciar su sed en fuentes de agua viva.
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