PARA LEER: ¿Qué decimos cuando hablamos de Dios?
¿Qué contenido damos al lenguaje sobre Dios? ¿Sabemos lo que decimos cuando repetimos una palabra cargada de significados pero carente de referencias? Preguntas como estas son el punto de partida de este libro, marcado por la crisis del imaginario religioso y cristiano acerca de Dios. Pero desde la amenaza del vacío de sentido surgen otras preguntas. Pues si Dios existe, ¿cómo comunicarse con él? ¿Cómo designarlo y nombrarlo? ¿A quién o a qué dirigirse si no forma parte del universo físico? ¿Es posible una revelación divina que se diferencie de una proyección subjetiva? ¿Qué criterios encontrar para evaluar la posible verdad de una experiencia religiosa?
A partir de aquí se plantea la crisis de las imágenes tradicionales sobre Dios; de un concepto de salvación orientado a después de la/muerte; de la fe como un creer en lo que no se ve, y de un concepto de revelación cuya legitimación última viene dada por la jerarquía de la Iglesia. Hay que replantear la fe desde una cristología renovada en la que la humanidad del judío Jesús sea el referente fundamental. La fe en Dios está mediatizada por la fe en Jesucristo y esta remite a un proyecto de vida con sentido, en el que la dimensión religiosa abre horizontes de significado y de motivación. Lo cual exige replantear teologías sobre Jesús, y en especial la cristología paulina, que desplazan su oferta de salvación y responden a cuestiones diferentes de las nuestras.
Se hace necesaria una transformación del imaginario cultural y religioso sobre Dios que se apoye en el cambio que se dio en el mismo Jesús. El mensaje del Nuevo Testamento, incluidos los evangelios, ha de ser contextualizado histórica y culturalmente. El proceso de desmitificación del Nuevo Testamento ha de tener continuidad y abarcar también la tradición dogmática para que la fe resulte comprensible, comunicable y creíble en una cultura determinada por el escepticismo. La identidad cristiana remite a la discontinuidad cultural, y desde ambas hay que deconstruir y reconstruir los contenidos de la fe para responder a la pregunta: ¿qué decimos cuando hablamos de Dios?
No es un libro muy largo (180 páginas, de letra más bien pequeña) pero hay que sentarse. En ocasiones puede perder interés pero, pasada la página, se retoma con profundidad. Los múltiples interrogantes que plantea hasta el final hacen que no se deje arrumbado en cualquier anaquel. Merece la pena. El libro se estructura en seis capítulos. (1): Las creencias heredadas. (2) Creer en una cultura escéptica. (3) Preguntarse por Dios. (4) ¿Revelación o proyección humana? (5) De creer en Dios a la fe en Cristo. (6) De la Teodicea a la Antropodicea. Este último capítulo se me ha hecho sumamente interesante. Imprescindible, a mi modo de ver, la lectura serena de la Introducción.
¿Qué decimos cuando hablamos de Dios?
Juan Antonio Estrada
Trotta, 2015
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