San Vicente de Paúl y la información

I.- Introducción

Antes de la existencia de la imprenta, para transmitir las noticias se servían de mensajes orales, de cartas particulares o, para los acontecimientos más importantes, existían canciones o propaladores de noticias, función desempeñada por los juglares en los castillos.

A mediados del siglo XVI, san Ignacio mantenía con sus misioneros destinados en los confines del mundo, una correspondencia abundante, conservada posteriormente en los archivos de la Compañía en Roma. Utilizando las facilidades recientes de la imprenta, hacía publicar lo esencial de las noticias apostólicas, partiendo del principio que, si se hace alguna cosa buena, es preciso hacerla saber.

El santo obispo de Ginebra, Francisco de Sales, es honrado por los periodistas como su celestial patrono: en efecto, es uno de los primeros en haber completado su esfuerzo en la predicación, con la publicación de octavillas y folletos de información.

Unos años más adelante, en París, el médico Teofrasto Renaudot hace aparecer en 1631, bajo la forma de una hoja modesta, a la que llama «Le Mercure de France», informaciones sobre los acontecimientos de la ciudad, de la Corte y del país: es, de hecho, el primer periódico impreso.

San Vicente estaba al corriente de los métodos apostólicos del obispo de Ginebra, y debió tener en sus manos, cuando menos, algún ejemplar del «Mercure de France». No duda, él tampoco, en usar la información, es decir, en informarse y en informar: saber y hacer saber.

Recibe abundante correspondencia de sus misioneros y de las Hijas de la Caridad. Tiene en cuenta las noticias que recibe y las transmite, ya por escrito a otros corresponsales, ya oralmente en sus charlas a sus cohermanos de san Lázaro, y a la Comunidad de las Hijas de la Caridad. ¿No nos bastará con evocar la conferencia, en la que, al comunicar noticias de Madagascar, se dirige ante sus cohermanos, en una abjuración dramática, al señor Bourdaise «que se halla tan lejos y tan solo señor Bourdaise, ¿está todavía vivo o no? Si está en el cielo, ¡ruegue por nosotros!».

San Vicente manda hacer copias de las cartas que recibe de Madagascar o de Polonia, para que circulen dentro de la comunidad, de las misiones lejanas. Por mucho tiempo, dudará si mandarlas o no a la imprenta, y poseemos huellas de esas dudas en muchas de sus cartas. Temía que sirvieran para la vanagloria de una comu­nidad a la que le recomendaba tanto la humildad de corporación.

Sin embargo, al recibir noticias de las provincias devastadas, o por la guerra de los Treinta Años, o por la guerra civil de la Fronda, se da pronto cuenta que no basta, para informar al público, con hacer circular las cartas, que ha recibido, ni tampoco algunas copias. Se trata de conmover los corazones, de crear una corriente de opinión, de sus­citar generosidades, y por eso hace falta llegar al mayor número de personas posibles.

Entonces imprime unas hojas volantes, saca miles de ejemplares y las lanza al gran público para informarle de las miserias de la guerra y conmoverlo. Pero una simple hoja que aparecía periódicamente no podía bastar para dar a conocer la guerra y su cortejo de horrores: matanzas, destrucciones, hambre, peste, éxodo, que conti­nuaban arrasando el este y el norte del país, y que se extendía incluso hasta a los alre­dedores de París. Era precisa una información regular, si se querían unos ingresos de fondos regulares. Después de ponerse de acuerdo con las Damas de la Caridad, el señor Vicente, en el otoño de 1650, rogó a un buen hombre, a un magistrado, el señor de Berniéres, que se encargara, aprovechando las cartas recibidas de las regiones devastadas, de la redacción, con el nombre de «Relations», de una publicación perió­dica, presentando los hechos a base de citas de las cartas y los comentarios, y figu­rando al final una llamada a la caridad. Años más tarde, con esas «Relations» se formó una colección.

He aquí un ejemplo citado por Abelly:

«Acabamos de visitar treinta y cinco aldeas del deanato de Guisa. Allí hemos encontrado cerca de seiscientas personas, cuya miseria llegaba a tal extremo, que se echaban sobre los perros y sobre los caballos, después de que los lobos se habían tomado su parte. Y sólo en la ciudad de Guisa, hay más de quinientos enfermos refugiados en bodegas y en los agu­jeros de las cuevas, más propios para albergar animales que hombres.

El sufrimiento de los pobres no se puede describir. Si la crueldad de los soldados les ha hecho esconderse en los bosques, el hambre les ha hecho salir de allí; se han refugiado aquí. El hambre es de tal magnitud, que vemos a los hombres comiendo tierra, paciendo hierba, arrancando la corteza de los árboles, desgarrando los miserables harapos con los que están cubiertos, para comerlos»‘.

Aparecieron igualmente otras publicaciones ocasionales, como una carta pastoral del arzobispo de París «L’Aumóne chrétienne» o también «L’Exhortation aux Pari­siens» escrita por Godeau.

Gracias a esta intensa propaganda, se pudieron reunir cantidades considerables de dinero en las reuniones semanales de las damas, y permitieron la organización de socorros hasta en las poblaciones más recónditas. (Abelly, «Vida del venerable siervo de Dios Vicente de Paúl». CEME, 1994, pp. 478, 479).

En muchas «Relations», san Vicente rogaba a sus enviados que redactaran «Memorias», donde se resumieran las circunstancias con que se hallaban, las iniciativas tomadas por ellos, los socorros distribuidos. Pedía lo mismo a los que daban misiones: debían anotar en qué estado se hallaba la parroquia, lo que habían hecho, cómo había respondido la gente a la misión, a las confesiones y a las comuniones, reconciliaciones, restituciones, supresión de escándalos públicos. Gracias a esos informes, se pudieron constituir los primeros archivos de la comunidad, y se puede uno hacer una idea de la actividad de los misioneros en diversos sitios y de la profundidad de su acción.

Así que san Vicente movilizó al servicio de la caridad todos los medios de información que podía disponer por entonces: información oral o correspondencia para galvanizar la energía de los misioneros y de las Hijas de la Caridad, publi-caciones de las «Relations», al principio en forma de hojas y posteriormente de aparición periódica, para conmover al gran público y suscitar abnegaciones y generosidades.

Si supo alcanzar a tanta gente, con los medios de su tiempo, ¿qué no haría en la actualidad, ahora que el más insignificante accidente o hecho inesperado es conocido hasta en el otro extremo del mundo, en cuestión de horas?

La primera utilización de la imprenta sirvió para la publicación de la Biblia, los primeros diarios o periódicos fueron la obra de hombres caritativos. Cuando Teofrasto Renaudot crea su diario en 1631, era desde 1618 comisario general de los pobres del reino, y en cuanto a las «Relations», san Vicente confía su redacción al señor de Bemiéres con vistas a una caridad eficaz, pues dicho señor había renunciado a su condición de alto magistrado para consagrarse a buenas obras. Gracias a ellos, la Iglesia estaba en la vanguardia del progreso.

Actualmente, más que la caridad, desgraciadamente suele ser a menudo la curiosidad, el gusto de novedad o, más aún, del escándalo, o también el servicio de la política, la que motiva la información por medio de la prensa, la radio o la televisión.

Aunque la información se ha laicizado en grado notable, sería de desear que los informadores: periodistas, reporteros o fotógrafos se iniciasen en la escuela de san Francisco de Sales y de san Vicente de Paúl para estar ante todo al servicio de la verdad, que tengan siempre ante sus ojos el bien común de la sociedad y la preocupación por los pobres. Además, la Iglesia que, en esa materia ha desarrollado, desde su comienzo los medios de información y de publicidad, ciertamente debería ir por delante, dar más muestras de audacia y de poner al servicio del evangelio todos los medios de información y de publicidad de los que se pueden disponer actualmente: en esto somos demasiado tímidos. Nuestros contemporáneos, que se dejan influenciar por una publicidad mercantil, Seguramente que no permanecerían insensibles, si se les propusiera Inteligentemente, de manera análoga, unas respuestas a las grandes cuestiones que preocupan a su existencia y a los grandes debates de la sociedad.

II. San Vicente y la información

«Que no pase nada, ni se haga nada, ni se diga nada, sin que lo sepáis la una de la otra. Hay que tener ese trato en común» (X, 773).

Así se expresa san Vicente en un consejo en el que tomaban parte santa Luisa y las primeras responsables. San Vicente quiere que exista una gran comunicación. Es uno de los precursores de la información: interpersonal por su correspondencia; comunitaria por las noticias que hace circular por dentro de las comunidades; social, por su forma de destacar las situaciones agudas y de responder a ellas.

2.1.- El hombre de la correspondencia.

San Vicente debió de escribir unas 30.000 cartas. Conservamos unas 3.000 diri­gidas a 400 corresponsales: cohermanos, Hermanas y hasta Papas, obispos u hom­bres políticos, Mazarino inclusive. Su correspondencia con Luisa de Marillac es la más significativa. En 1632, ella es la Visitadora de las Caridades.

2.2.- Poner una maestra de escuela.

«Bendito sea Dios, señorita, de que siga bien en medio de tanto trabajo y por haber ben­decido su tarea. Creo que sería muy conveniente poner en Villeneuve una maestra de escuela; ¿pero dónde la encontraremos? A Germana no le disgustaría ir allá, según deduz­co de una carta que me ha escrito el señor Belin; pero ¿cómo retirarla de Villepreux, si no ponemos allí a alguna otra? Y a ésta otra, ¿de dónde la tomaremos? La verdad es que no encuentro ningún medio, sobre todo, en el poco tiempo que tiene usted para ver a la seño­rita de Attichy. Cuando esté por acá, trataremos de ello; podrá ser alguno de los días de la semana próxima; entre tanto, si le parece bien, haga esperar a las madres de sus alumnas diciéndoles que enviará una maestra lo más pronto que pueda, o que irá usted a verlas y a tratar del medio para alojar y mantener a la maestra. Así pues, esperemos un poco.

Infórmese, por favor, de cómo va la Caridad de Crosnes. Es una pequeña aldea alejada de (Villeneuve), algo así como la puerta de san Víctor de Notre-Dame, poco más o menos» (I, 218).

2.3.- Un mérito incomparable.

«La caridad con esos pobres forzados es de un mérito incomparable delante de Dios. Ha hecho bien en asistirlos y hará bien, si lo sigue haciendo en la forma que pueda, hasta que yo tenga la oportunidad de ir a verla, que será dentro de dos o tres días. Piense un poco si podría encargarse de ellos la Caridad de san Nicolás, al menos por algún tiempo; usted les ayudará con el dinero que queda. Pero ¡qué se le va a hacer! Esto es difícil, y es lo que me hace poner este pensamiento en su gusto por la aventura» (I, 222).

Más adelante, después de 1633, se dirige a la cofundadora de las Hijas de la Caridad.

2.4.- Luego se obran maravillas.

«He visto a la buena Magdalena. Creo que hay que trabajar un poco con ella, que sus pasiones son un poco fuertes. Mas ¡qué!, cuando se tiene la fuerza de superarlas, luego se obran maravillas. Recíbala, pues, por favor; y yo hablaré a la señora del guardasellos. En cuanto a esa buena joven de Argenteuil que es melancólica, creo que hace usted bien en poner dificultades para recibirla; porque el de la melancolía es un extraño espíritu. Creo que ya tiene usted bastante para algún tiempo y que debe ejercitarlas mucho en leer y bordar, a fin de que puedan trabajar en los pueblos. La esperaré el martes. Buenos días, señorita» (I, 282).

2.5.- Que la haga participar ampliamente de su espíritu.

«Todavía no he recibido carta de usted, y no acabo de convencerme de que no me haya escrito. Puede usted imaginarse cuál no sería nuestra preocupación, si no nos hubieran llegado por otro lado noticias suyas. La Madre cesante de la ‘Visitación de Orléans, al pasar por aquí camino de Dieppe, nos ha dicho que la había visto, y el señor Abad de Vaux ha escrito desde Angers que usted había estado por allí y que había marchado con buena salud: esto nos ha consolado un poco y nos hace esperar que se encuentre ahora en Nantes. Quiera Dios que sea con las fuerzas convenientes para trabajar en esa fundación, para la que le pido a su divina misericordia que la haga participar ampliamente de su espíritu para podérselo comunicar a sus hijas y esparcir junto con ellas el buen olor de la devoción entre las altnas.

No he podido ver más que una vez a sus asistentas de aquí. Hoy volveré a verlas, si Dios quiere. Todo va bastante bien, a no ser cierto malhumor que aparece en algunas; pero la presencia de usted lo arreglará todo, y quizás también la conferencia que me propongo darles la semana que viene» (III, 16-17).

San Vicente se constituye en informador del Papa Inocencio X para rogarle que intervenga en favor de la paz, lo cual supone que debe estar muy informado de la situación de Francia:

2.6.- Sería menester verlas y comprobarlas con los propios ojos.

«Postrado muy humildemente a los pies de Su Santidad, vengo como el último de todos los hombres a ofrecerle de nuevo, consagrarle y dedicarle mi persona y nuestra pequeña Congregación de sacerdotes de la Misión, de la que he sido nombrado por la Santa Sede apostólica Superior General, a pesar de mi indignidad. ¿Me atreveré además, lleno de confianza en esa bondad paternal con que ha acogido y escuchado a los más pequeños de sus hijos, a exponerle la situación lamentable y realmente digna de lástima de nuestra Francia? La casa real dividida por las disensiones, las ciudades y las provincias asoladas por las guerras civiles, los pueblos divididos en facciones, las aldeas, las villas, los más pequeños rincones destruidos, arruinados e incendiados, los trabajadores sin poder recoger lo que sembraron y sin poder sembrar nada para los arios siguientes. Los soldados se entregan impunemente a toda clase de desmanes. Los pueblos, por su parte, no sólo se ven expuestos a las rapiñas y a los actos de bandolerismos, sino incluso a los asesinatos y a toda clase de torturas. Los habitantes del campo que no han sido matados por la espada tienen que morir casi todos de hambre. Los sacerdotes, a quienes los soldados no tratan con mayor miramiento que a los demás, se ven tratados inhumana y cruelmente, torturados y asesinados. Las vírgenes son deshonradas; las mismas religiosas, expuestas a su libertinaje y a su furor; los templos profanados, saqueados o destruidos. Los que quedan en pie se han visto de ordinario abandonados de sus pastores, de forma que los pueblos están casi totalmente privados de sacramentos, de misas y de todo socorro espiritual. Finalmente, lo que es más horroroso de pensar y sobre todo de decir, el Santísimo Sacramento del cuerpo del Señor ha sido tratado con la mayor indignidad, incluso por los católicos, ya que, para apoderarse de los vasos sagrados, han tirado por tierra y han pisoteado la santa Eucaristía. Y ¿qué no habrán hecho los herejes? No me atrevo a expresarlo ni sería capaz de decirlo. Es poca cosa oír y leer estas cosas; sería menester verlas y comprobarlas con los propios ojos» (IV, 427).

III. Una información comunitaria

Muy pronto san Vicente va a poner en circulación «la información» en sus dos comunidades.

En las Hijas de Caridad, las noticias se filtran más y sobre todo aparecen en consejo. Pero desde 1647, debido a una propuesta de santa Luisa, aconseja el inter­cambio entre las hermanas:

3.1.- Comunicarse todo.

«Padre, ahora queda algo por decir de la manera de actuar nuestras Hermanas entre sí. ¿No le parece bien a usted que todos los días se tomen algo de tiempo para estar juntas, una media hora poco más o menos, para contarse las cosas que hayan hecho, las dificultades que hayan encontrado, y planear juntas las cosas que tienen que hacer?

¡Dios mío, desde luego!, dijo nuestro venerado Padre; sí que se necesita: gran comunica­ción de la una a la otra, decirse todo. No hay nada más necesario. Eso ata a los corazones y Dios bendice los consejos que así se reciben, de forma que los asuntos van entonces mejor. Todos los días, durante el recreo, podéis decir: «Hermana, ¿qué tal le ha ido? Hoy me ha sucedido esto, ¿qué le parece?». Esto hace que la conversación resulte tan grata que no hay más que desear. Por el contrario, cuando uno va a lo suyo, sin decir nada a los demás, es algo que resulta insoportable. Hay en la Compañía una Hermana sirviente que les da a las demás una preocupación tremenda, por tener ese carácter; en cuanto a mí, tengo la conciencia de que, donde tenemos en la Misión unos pobres hombres, si hay, sin embargo, un superior que es abierto y se comunica a los otros, todo va bien; por el con­trario, cuando hay uno que se encierra en lo suyo y actúa particularmente por su cuenta, esto aparta a los corazones, y no hay nadie que se atreva a acercársele. Así pues, hija mía, hay que hacerlo así, y que no pase nada, ni se haga nada, ni se diga nada, sin que lo sepáis la una y la otra. Hay que tener ese trato en común» (X, 773).

Las noticias se difunden en la Congregación de la Misión. La complicación al tratar de elegirlas es típica de la abundancia:

3.2.- El reino de Polonia.

«Encomiendo a las oraciones de la Compañía el reino de Polonia, que está muy alborotado por culpa de un gran número de enemigos que lo están atacando. Es de la gloria de Dios que recemos por él. Pido a los sacerdotes que, si pueden, celebren hoy por esa intención, y a los hermanos que comulguen. Además de esta razón que acabo de indicar, estamos obligados a ello, porque nos han llamado de aquel reino para trabajar allí y establecemos en aquel país.

Además, os encomiendo a nuestro pobre y bienaventurado prisionero, el padre Le Blanc y a los demás misioneros que están en las Hébridas, a los de las Indias, a nuestros pobres misioneros de Berbería, que trabajan con tanta bendición de Dios» (XI, 111).

Espera noticias de sus misioneros, confiando siempre en manos de la Providencia.

3.4.- ¿Están muertos o vivos?

«Nuestro bienaventurado padre empezó esta charla encomendando a las oraciones de la Compañía a nuestros misioneros de Génova, de los que dijo que no había recibido ninguna noticia; la razón de esto es, nos dijo, que por el momento no hay ninguna oportunidad para escribir, ya que se ha roto el comercio entre esta ciudad y las demás, por causa de la peste, que muestra toda su furia. ¿Estarán muertos o vivos? En cualquier estado en que se encuentren, se los encomiendo a ustedes y pido a los sacerdotes que no tengan obligación de celebrar por otra intención, que lo hagan por esa pequeña familia, y a nuestros hermanos que se acuerden de ellos durante la santa misa y en sus comuniones.

También les encomiendo a todos los de la Compañía que están en Madagascar. Hemos sabido que ha llegado un barco a Nantes, pero como no hemos recibido ninguna noticia y ninguna carta, estamos esperando que alguien nos diga la situación de nuestros hermanos que están allí. ¿Estarán muertos? ¿Vivirán todavía? No lo sabemos. En cualquier estado en que estén, roguemos a Dios por ellos.

Os digo todo esto, hermanos míos, para que os dispongáis a recibir las noticias que lleguen, sean cuales fueren, plenamente conformes con la voluntad de Dios, y no os extrañéis si nos dicen que han muerto todos en Génova, que han fallecido todos los que estaban en Madagascar, y no se os ocurra pensar que por ello hemos de abandonar Génova o Madagascar. ¡Dios mío, ni mucho menos! No podemos abandonar esos sitios; por el contrario, esto debe ser un motivo, para que no lo hagamos, ya que fue ésta la forma como se portó Dios al comienzo de la Iglesia, y es esto una serial de que su divina Majestad, que obra de este modo, desea seguir estableciéndola en estos países» (XI, 291-293).

IV. Una información social y pastoral

San Vicente mereció, por la magnitud de su acción caritativa, el nombre de Padre de la Patria. Su ayuda a las provincias devastadas fue considerable: Lorena (1639-1643), Picardía, Champaña (1650-1651), Isla de Francia (1652). Desde los inicios de la Fronda, la información se hace cada vez más densa, siempre realista:

4.1.- A dos o tres mil pobres.

«Creo que ya sabe usted, como también lo sé yo, las pérdidas que hemos sufrido, no sólo del trigo que teníamos en Orsigny y en san Lázaro, sino también la privación de todas nuestras rentas; esto nos ha obligado a descargar a san Lázaro y Bons-Enfants, donde no hay más que siete u ocho sacerdotes, 18 ó 19 alumnos, y algunos hermanos; los demás los hemos enviado a Richelieu, a esta ciudad y a otras partes; incluso los que quedan tendrán que salir, cuando no quede nada Del poco trigo que queda, se distribuyen todos los días unos tres o cuatro sacos a dos mil o tres mil pobres, lo cual es para nosotros un gran con­suelo y una felicidad en la situación tan apurada en que estamos, y nos da esperanzas de que Dios no nos abandonará, ni tampoco a la casa de Marsella, a pesar de que no pode­mos socorrerles. Sí, padre, con mucha pena he de decírselo y ya lo ve usted mismo. Dígaselo al señor obispo, para que él socorra al seminario. Tendrá usted que descargarlo, al menos de los que no paguen suficiente pensión. Las cosas hablan por sí mismas, y no sé si será necesario que algunos de la Compañía vayan a ejercer en las galeras el cargo de capellanes, para tener alguna paga y poder así ayudar a esa casa. En fin, padre, le ruego a nuestro Señor que le descubra los medios para ello y le haga participar cada vez más de su paciencia y de sus dotes de gobierno, para seguir auxiliando a esa pobre familia en estas tristes circunstancias» (III, 381).

Desde 1651, utiliza las Relaciones, copias de cartas de misioneros, con tiradas de 4.000 ejemplares y distribuidas entre los ricos. He aquí una alusión a una de ellas

4.2.- Os envío una Relación.

«Os envío una Relación de la situación tan lamentable a la que se han visto reducidas las pobres gentes de la frontera de Picardía y de Champaña. No dudo que su misericordioso corazón se sentirá muy impresionado y dolorido (IV, 146).

Las octavillas de información se orientan, sobre todo, a las Damas de la Caridad, llenas de celo y generosidad. Los socorros a su vez, van dirigidos a todos:

4.3.- Comunicar sus cartas a las damas.

«Aguardando a que pueda comunicar sus cartas a las damas que socorren a los pueblos de las fronteras desoladas, para que me digan si puede usted distribuirlas tanto a los hugono­tes como a los católicos, y a los pobres que puedan trabajar en las fortificaciones, como a los enfermos e inválidos, le diré que su primera intención ha sido la de no asistir más que a aquéllos que no pueden trabajar ni buscar sustento, y que estuvieran en peligro de morir de hambre, si no se les socorría. En efecto, apenas tenga alguno fuerzas para trabajar, habrá que comprarles algunos utensilios conformes a su profesión, pero sin darles nada más. Según esto, las limosnas no son para los que puedan trabajar en las fortificaciones o hacer otras cosas, sino para los pobres enfermos, los huérfanos o los ancianos. Creo que el padre Berthe le habrá informado plenamente de todo, especialmente, de la manera de organizar el reparto» (IV, 180).

4.4.- La leímos ayer.

«Recibí la carta, que me hicieron el honor de escribirme con gran respeto y con el mayor deseo de poder rendirles mis humildes servicios. La leímos ayer en una reunión de las Damas de la Caridad, a la que asistió también el señor arzobispo electo de Reims. Todos se sintieron impresionados por la situación tan lamentable de su ciudad y edificados por la bondad de los que quieren contribuir a dar cincuenta libras por semana para el socorro de los más pobres; pero es imposible añadir nada a las 250 libras que se les manda desde aquí cada ocho días. ¡Quiera Dios que se pueda continuar así! No es posible concebir cuánto les cuesta a estas damas sostener el peso de estos gastos tan grandes, que llegan a sumar 15.000 libras todos los meses para Champaña y Picardía. Les suplico muy humildemente que crean que haré todo cuanto pueda para su satisfacción y para el socorro de sus pobres, tanto de la ciudad como de las aldeas cercanas; porque la intención de los bien-hechores es que tanto los unos como los otros sean socorridos por el sacerdote de nuestra Compañía que está por allí, prefiriendo a los pobres enfermos y a los más abandonados antes que a los menos necesitados» (IV, 193).

En resumen, he aquí los textos de misioneros escritos a san Vicente e incluidos en las «Relaciones». Hablan los testigos.

«No podemos indicarle cuántos son los enfermos que se han curado, cuántos los afligidos que han quedado consolados, cuántos pobres vergonzantes se han visto libres de la desesperación, gracias a su ayuda, sin la cual todo habría perecido en la ciudad y por los campos. La limosna que usted nos envió desde París en la Semana Santa, sacó a muchas jóvenes del peligro inminente de perder su honor. Pasamos la cuaresma en el campo asistiendo y haciendo asistir espiritual y corporalmente a los pobres habitantes de ciento treinta aldeas. Cuarenta párrocos han recibido la ayuda de diez libras mensuales cada uno, y de esta forma han podido seguir residiendo en sus parroquias y desempeñando sus funciones pastorales. Del dinero que nos ha enviado, hemos podido sacar setecientas libras para comprar hoces, trillos, cribas y demás utensilios para ayudar a los pobres a ganarse la vida con el trabajo de la cosecha. La cebada viene muy bien, gracias a Dios; y por medio de las semillas que nos han mandado, esperamos un gran alivio para el invierno que viene» (IV, 178-179).

4.5.- Relación de mayo – junio.

«En Rethel y en sus alrededores es el colmo de la calamidad; llega a tal extremo que no se ve otra cosa ni se oye hablar más que de asesinatos, saqueos, sacrilegios, incendios, violencias, enfermedades, hambre. La mayoría de los habitantes sólo come carne de animales muertos y las espigas del poco grano que se había sembrado. En Boult, nuestro hospital está repleto de enfermos. El hambre acosa de tal modo a nuestros pobres que pacen la hierba como los animales, comen perros y caballos muertos, y es de temer que desentierren los cuerpos muertos».

4.6.- «El señor Simonnet, presidente y lugarteniente general.

«Podemos sin duda alguna encontrar en la caridad que usted practica la primera forma de la devoción cristiana, ya que en la primitiva Iglesia no tenían más que un solo corazón y no permitían que hubiera entre ellos ningún pobre sin estar socorrido y atendido. Tampoco usted lo sufre, padre, sino que atiende a sus necesidades con tanto orden y tan gran celo por medio de los sacerdotes de su congregación, que mantiene usted por todos estos lugares de alrededor, en donde los pobres se ven reducidos a comer como las bestias, hasta alimentarse con carne de perro, según he podido ver con mis propios ojos. Ellos han salvado a innumerables personas y han consolado y asistido a las demás hasta la muerte. Todo es producto de su caridad» (IV, 226-227)

V.- Cuestiones para la reflexión y el diálogo

1. La comunicación es uno de los lugares de conversión en la Misión.

  • ¿Son suficientemente sensibles, nuestros oídos y nuestros ojos para per­cibir la interpelación de la Palabra de Dios en las noticias diarias de comuni­cación social?
  • ¿Qué elegimos?
  • ¿Qué uso hacemos de las informaciones recibidas?
  • ¿Nos sirven en las comunidades de ocasión para una reflexión, para comprender al mundo, para crecer en la caridad?
  • ¿Qué consecuencia tienen sobre nuestra actividad?

2. El éxito de los demás en las obras, en las que nosotros no tenemos todavía algún ascendiente debe ser fuente de acción de gracias y no de rivalidad o de amargura.

  • ¿Estamos persuadidos de la riqueza y de la complementariedad de las culturas, de las mentalidades y de los testimonios que llegan hasta nosotros?
  • ¿Estamos convencidos de que esta diversidad debe vivirse en la Fe y en la Esperanza?
  • ¿Qué lugar le damos en nuestra oración personal y comunitaria?

3. La Iglesia no realiza su razón de ser enfrente de la increencia sino en lamedida en que ella significa la Buena Noticia de Jesucristo. No puede dispensarse de estar presente en lugar público, en especial por los «mass media».

  • ¿Qué parte de responsabilidad tomamos personal o comunitariamente en el anuncio de la Buena Noticia?

Tomado de “En tiempos de Vicente de Paúl y Hoy”

David Carmona, C.M.

David Carmona, Sacerdote Paúl, es canario y actualmente reside en la comunidad vicenciana de Casablanca (Zaragoza).

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