Asamblea General C.M. (1986). Líneas de acción para la Congregación de la Misión 1986-1992
Queridos Padres y Hermanos: ¡La gracia del Señor sea siempre con nosotros!
En la festividad de nuestro hermano San Justino de Jacobis, tengo a bien presentaros el documento que los delegados de la XXXVII Asamblea General aprobaron el 16 de julio de 1986, fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
Lo que la Asamblea General ha aprobado es un programa que la Congregación debe realizar en los seis próximos años. Las líneas de acción que se proponen, si se llevan a cabo, nos acercarán más a todos a Jesucristo mutuamente y a los pobres.
Cuando San Vicente presentó las Reglas Comunes a la Congregación en 1658, hizo notar que los misioneros nada encontrarían en ellas que no lo hubieran ya practicado desde hacía mucho tiempo (cf. RC Introd.). El contenido del presente documento se encuentra ya, en germen al menos, en nuestras Constituciones y Estatutos. Lo que la Asamblea General ha hecho es sugerir algunas líneas de acción que nuestras Constituciones y Estatutos ya proponen implícitamente. Las líneas de acción echan una mirada al pasado y otra al futuro. Al pasado, refiriéndose a las Constituciones y Estatutos, y al futuro para hacer más eficaz la evangelización de los pobres, quienes esperan de nosotros les llevemos el pan de la Palabra de Dios.
«Líneas de acción 1986-1992» es un documento para ser leído, meditado y discutido. Es, sobre todo, un documento para hacerlo objeto de nuestra oración, porque la acción que no nace de la oración no producirá fruto duradero. «Fui yo quien os elegí a vosotros y os destiné a que os pongáis en camino y déis fruto, y un fruto que dure» (Jn 15,16).
Al presentares este documento, lo hago con el sentimiento de agradecimiento a Dios y a su Madre por las abundantes gracias que nuestra Congregación ha recibido durante la reciente Asamblea General. Seamos agradecidos a Dios, que sigue pensando en la Congregación que fue suya desde el principio (cf. Sal 73).
Quedo en el amor de nuestro Señor, affmo. s.s.,
Richard McCULLEN, C. M.
Introducción
1. La Congregación de la Misión vive una hora de gracia. Los asistentes a la XXXVII Asamblea General lo hemos palpado en las semanas que acabamos de vivir juntos.Durante estos días hemos tenido ocasión de redescubrir los múltiples factores que nos unen. Hemos sentido, sobre todo, la voluntad común a todas las provincias de avanzar de manera cada vez más decidida por el camino del compromiso firme:
- De evangelizar a los pobres.
- De organizar nuestra vida comunitaria.
- Y de orientar la formación.
De modo que la Congregación a todos los niveles adquiera un carácter más profético.
Al mismo tiempo, hemos podido comprobar que ese compromiso es vivido de modo diferente por las distintas provincias a causa de su historia y de su peculiar contexto ural. Tal diversidad no se opone a la unidad de la Congregación, sino que la enrice, pues también en la Congregación se cumplen las palabras del Apóstol: «Hay diversidad de dones, pero el espíritu es el mismo».1
2. El motivo inspirador de la Asamblea era buscar la unidad en la diversidad. Este es ahora el reto al que debe hacer frente la Congregación entera. La amplia participación, de las provincias en la fase preparatoria de la Asamblea demostró ya la existencia de voluntad de asumir el desafío. Al confiar ahora a la Congregación el fruto de nuestro trabajo, esperamos que esa voluntad se mantenga y acreciente en el curso de los próximos años. Creemos que la mejor manera de fomentar la unidad en la diversidad es proponer unas líneas de acción que orienten los esfuerzos de toda la Congregación en una misma dirección. Sin embargo, cada provincia deberá esforzarse por adaptarlas a sus propias circunstancias, ejercitando para ello la creatividad, que es fruto del Espíritu.
Nuestras Constituciones y Estatutos nos invitan a vivir en estado de renovación continua mediante la evaluación y planificación de nuestros ministerios. Para responder a esta invitación, la Asamblea propone que las líneas de acción señaladas en este documento sirvan de base para la elaboración de los proyectos comunitarios provinciales y locales, que se evaluarán periódicamente, de tal manera que todos los miembros de congregación se sientan comprometidos en la efectiva realización de dichos proyectos y en la consecución de sus objetivos.
3. La Congregación existe en la Iglesia a causa de la misión, que:
- Consiste en seguir a Cristo evangelizador de los pobres.
- Se realiza en comunidad.
- Y se prepara desde la formación.
La misión otorga unidad dinámica a las líneas de acción que siguen.
Evangelización de los pobres
Situación
4. El camino recorrido en los últimos años por la Congregación de la Misión en terreno de la evangelización de los pobres ha sido prometedor. Su característica más portante es el haber descubierto un nuevo sentido de la misión. Hacia ese descubrimiento confluye la generalidad de las provincias.
Notas distintivas de esa renovada vivencia de nuestra vocación son, entre otras:
- Un mayor acercamiento al mundo de los pobres, es decir, a las personas de los pobres y al ambiente en el que ellos viven.
- Una sensibilidad más aguda respecto a situaciones de injusticia vigentes en gran parte del mundo.
- Un deseo más intenso de actualizar la obra y el pensamiento de San Vicente sobre los contenidos y métodos de la evangelización.
5. La actividad ministerial de la Congregación ha reflejado esa nueva conciencia misionera en una serie de iniciativas y otros signos, entre los que se destacan:
- Un tono más profético y más comprometido en favor de los pobres en la labor evangelizadora.
- La recuperación por bastantes provincias de las misiones populares debido en parte al impulso dado por el Encuentro de Visitadores en Bogotá2.
- La importancia creciente atribuida a la parroquia misionera.
- El recurso a las nuevas formas de pastoral, como son las pequeñas comunidades cristianas, las comunidades eclesiales de base y otros grupos de formación apostólica.
- Los renovados esfuerzos por continuar prestando, en los seminarios y fuera de ellos, una ayuda eficaz a la formación del clero o una acogida y orientación fraternas.
- La intensificación del trabajo de formación de laicos, en particular los pertenecientes a los movimientos vicencianos como agentes de evangelización.
- Una atención creciente en las misiones «ad gentes» a las necesidades de la inculturación y a la promoción del clero local.
- Mayor colaboración interprovincial para los compromisos apostólicos, brindada con sentido de solidaridad.
- La fidelidad a la vocación de muchos misioneros, en circunstancias difíciles, en especial la de los misioneros ancianos y enfermos, testimonios diarios del espíritu vicenciano, y la participación de los mismos en la evangelización del mundo mediante su fe, sus oraciones, sus sufrimientos y alegrías.
6. Debemos reconocer, por otra parte, algunas deficiencias mencionadas en los informes de las provincias:
- Siguen manteniéndose casas y ministerios que no responden con claridad al carisma vicenciano.
- Resulta difícil superar una excesiva estabilidad en ministerios que impiden la movilidad propia de la misión y la apertura a nuevos derroteros.
- Hay bastante indiferencia en cuanto a los movimientos laicos vicencianos.
- Poco interés por crear nuevas formas de servicio al clero.
- Insuficiente respuesta a las necesidades de las misiones «ad gentes».
- Carencia de un serio análisis de las causas de la pobreza, la injusticia y la violencia, y exigua conciencia del deber de comprometerse contra esos males.
- Escasa planificación en el trabajo pastoral, con diagnósticos realistas y metas concretas y precisas.
Principios de acción
7. La Congregación de la Misión fue fundada para la evangelización de los pobres siguiendo a Cristo: «Sí, nuestro Señor pide de nosotros que evangelicemos a los pobres; es lo mismo que El hizo y lo que quiere seguir haciendo por medio nuestro»3.
A la luz de esta vocación debemos juzgar la realidad de la Compañía y por ella debemos orientarnos hacia la conversión que renueve en cada uno de nosotros la experiencia espiritual de San Vicente.
8. La Congregación de la Misión participa de un modo peculiar en la misión evangelizadora de la Iglesia. En virtud de ella nos corresponde, como nos dice el Santo Padre, buscar «más que nunca y con audacia, humildad y competencia las causas de la pobreza y alentar a corto y largo plazo soluciones concretas, flexibles y eficaces»4. A imitación de San Vicente, la Congregación debe empeñarse cada vez más en responder a las esperanzas de la Iglesia.
9. San Vicente afirmó que las misiones populares son «para nosotros el primero principal de entre los trabajos por el prójimo»5, e hizo que hombres y mujeres seglares trabajasen con él en la evangelización de los pobres, llevándoles a realizar con energía la misión de Cristo. Su ejemplo y sano realismo, que le conducía a evitar tanto los enfrentamientos inútiles como la exagerada idealización del pobre, serán para nosotros inspiración en el planteamiento de nuestros ministerios.
Líneas de acción
10. Para las comunidades locales Cada misionero y cada comunidad local deberán escuchar la apremiante llamada la conversión permanente y se esforzarán por responder a ella a fin de vivir como propia la experiencia espiritual de San Vicente.
La participación en la vida de los pobres y el compromiso en la causa de su liberación y salvación constituyen parte integrante de la conversión a la que los misioneros las comunidades locales están llamados.
11.
1) Cada provincia elaborará un programa pastoral para los próximos años. Este programa debe contener, al menos, los puntos siguientes:
- Revisión de las obras de la provincia según los criterios expuestos en las Constituciones y Estatutos.
- Revitalización de las formas de misión más acordes con la realidad del país y de la provincia; cualquiera que sea la forma elegida se prestará atención a los alejados, se tendrán en cuenta las exigencias de la inculturación y se procurará que los mismos pobres sean agentes de su propia evangelización y liberación.
- Formación de laicos para la misión, dando preferencia a los movimientos vicencianos.
- Empeño en favor de la justicia y de la promoción de los pobres, especialmente de los grupos marginados y abandonados; estas actividades deberán basarse en el conocimiento de las causas concretas de la situación y se llevarán a cabo en colaboración con los mismos pobres y con todos aquellos que por medios pacíficos se esfuerzan por cambiar las estructuras sociales injustas.
2) La formación inicial y permanente del clero, así como la hospitalidad hacia él, tendrán un lugar preferente entre las preocupaciones de las provincias según la propia situación. Durante los próximos seis años, las provincias se esforzarán por crear medios más actualizados, a fin de que el ministerio en favor del clero, considerado por San Vicente «casi igual» al de las misiones populares, pueda recobrar nueva vida6.
3) Las provincias compartirán generosamente, según los casos, personal y recursos económicos para hacer efectiva la colaboración en la obra de las misiones «ad gentes».
4) Dado el influjo que tienen los medios de comunicación social en la obra de la evangelización, las provincias, en cuanto les sea posible:
- Prepararán a algunos de sus miembros en el uso de estos medios de comunicación social.
- Producirán o adquirirán el material apto para tales medios.
- Y los emplearán adecuadamente en los ministerios.
Comunidad para la Misión
Situación
12. Las respuestas de las provincias ponen de manifiesto una convergencia cada vez más acusada en la idea de la comunidad para la misión. Entre los aspectos positivos, se percibe, en muchas provincias:
- El esfuerzo por aunar a los misioneros en la vida de trabajo, oración y descanso; incluso, comunidades obligadas a vivir en situaciones muy difíciles, son capaces de mantenerse unidas para la misión.
- Búsqueda de formas nuevas de vivir unidos el Evangelio y de realizar comunitariamente la evangelización.
- Deseo de reforzar la comunión sobre la base de un mutuo acuerdo acerca del contenido y de los métodos para evangelizar a los pobres hoy.
- Algunas comunidades experimentan nuevas técnicas de comunicación y aplican las ciencias del comportamiento humano para resolver los problemas comunitarios.
13. Frente a estos aspectos positivos existen otros negativos que frenan el desarrollo normal de la comunidad vicenciana para la misión. Tales elementos son:
- Ciertos excesos de individualismo o de autonomía cuando se toman decisiones.
- Falta de organización.
- Convivencia superficial que dificulta con frecuencia la actitud de escucha y el respeto a la persona.
- Hay misioneros que viven juntos sin conocerse lo suficiente, sin tiempo para escucharse o buscan fuera de la comunidad el diálogo y el apoyo que no encuentran en ella o que ellos se niegan a sostener.
- A veces el acento se pone sobre la exterioridad de la vida común y regular, sin profundizar debidamente en la vivencia común, lo que impide la búsqueda de la dimensión profética de la comunidad.
- Ocurre también que de vez en cuando se cae en un funcionalismo incompatible con el auténtico servicio caritativo.
Con todos estos fallos sufren las personas y sufre la misión7.
14. La comunidad vicenciana es para la misión. Tal fue la intuición original de n Vicente: «Nuestra pequeña Compañía se ha instituido para ir de aldea en aldea»8. Esto debe continuar siendo un primer criterio de nuestras evaluaciones.
15. Sin embargo, San Vicente se preocupó mucho de que nuestras convicciones comunitarias se enraizaran en el misterio de la Trinidad y en la Palabra de Dios. Haciéndose eco de aquel pasaje evangélico: «Que todos sean uno para que el mundo crea»9, dijo los misioneros: «… ¿cómo podréis atraer las almas a Jesucristo si no estáis mutuamente unidos a El?»10. La unión fraterna, «a modo de amigos que se quieren bien»11 y unión con Jesucristo son signos y medios de la evangelización de los pobres.
16. La comunión fraterna puede y debe ser, por tanto, fuente de energía para la misión. En este sentido nos dice Juan Pablo II: «Os aliento vivamente a que cada semana o cada quince días reservéis un tiempo especial para profundizar en el misterio la oración, para impregnaros de los escritos tan actuales de vuestro Fundador, para juzgar con serenidad vuestras actividades apostólicas, para revisar con rigor la marcha vuestra vida fraterna»12.
17. San Vicente, a fin de mantener la cohesión y asegurar la animación de las comunidades, puso de relieve el papel de los superiores. Teniendo en cuenta la evolución de la mentalidad y de las estructuras desde el siglo XVII, es necesario insistir en algunos aspectos particulares que presenta hoy el ejercicio de la autoridad, es decir:
- La corresponsabilidad.
- La búsqueda de un equilibrio necesario y vital entre las exigencias de la misión y las condiciones de vida.
- Y una comunicación verdaderamente fraterna.
No podemos abandonar la misión so pretexto de salvaguardar la vida comunitaria, pero, según San Vicente, sacrificar la vida comunitaria sería fatalmente nocivo para la misión13.
Líneas de acción
18. Toda programación, toda evaluación, y especialmente la elaboración del proyecto comunitario, deben realizarse en un clima de oración, de reflexión, sobre nuestra misión fundamental y de caridad auténtica.
19. De acuerdo con estas convicciones se proponen las siguientes líneas de acción: Para las comunidades locales:
1º. La comunicación mutua es el cauce indispensable para crear auténticas comunidades. A este propósito se recomienda a los misioneros:
- Buscar con diligencia y sinceridad formas y medios de escucharse mutuamente y compartir los propios éxitos y fracasos.
- Programar y revisar en diálogo fraterno la práctica de la oración, el desarrollo de los ministerios y el descanso.
- Cumplir con el deber humano y evangélico de preocuparse unos de otros, tanto si viven juntos como si viven solos.
2º. Por razón de los principios de subsidiariedad y corresponsabilidad:
- Cada misionero se considerará responsable de la elaboración, ejecución y evaluación del proyecto comunitario; lo aceptará como principio; así el proyecto será eficaz.
- En la práctica, cada comunidad verá si necesita la ayuda de expertos en relaciones humanas provenientes de la misma Congregación o de fuera.
20. Para la comunidad provincial. Cada provincia:
- Tomará las medidas oportunas para facilitar a las comunidades locales la elaboración de su proyecto comunitario.
- Proveerá a la formación de los superiores como animadores espirituales de la comunidad local mediante encuentros ocasionales o periódicos.
- Favorecerá la comunicación entre las comunidades locales, de manera que se puedan ayudar y estimular mutuamente.
- Pondrá los medios para que los misioneros que viven solos por razones de apostolado tomen parte en la elaboración del proyecto comunitario local.
21. Para toda la Congregación:
Es de desear que a lo largo de los próximos seis años, y para ayudar a la realización valuación de los proyectos comunitarios provinciales y locales, el Superior General, con los asistentes generales:
- Propongan cada año un tema de reflexión que sirva para robustecer la unión entre las provincias.
- Procuren mejorar la animación vicenciana mediante publicaciones, estudios, boletines y promover encuentros que faciliten la comunicación de experiencias entre los misioneros y las provincias.
- Tengan, con ocasión de las visitas a las provincias, reuniones con los misioneros a fin de revisar la marcha de las mismas.
Formación para la Misión
Situación
22. El análisis de la situación descubre signos alentadores por lo que se refiere a formación para la misión. La mayoría de las provincias ha tomado conciencia de importancia que para el futuro de la misión tiene la pastoral vocacional. Con frecuencia se trabaja en ella colaborando con las iglesias locales y con las Hijas de la Caridad. Un estilo de vida sencillo, la alegría en el trabajo con los pobres y la acogida en nuestras casas son para los jóvenes el más poderoso atractivo. Muchas vocaciones proceden de los jóvenes invitados a trabajar entre los pobres, con ellos y para ellos; de grupos juveniles, como Juventudes Marianas Vicencianas, o de otros grupos de formación cristiana o que han entrado en contacto con las misiones populares y las misiones «ad gentes».
23. La convicción de la necesidad de la formación propia vicenciana para los candidatos al sacerdocio o para los hermanos se ha desarrollado entre nosotros. Esta formación debe prepararles para cumplir con las exigencias del mundo de los pobres y colmar sus esperanzas.
Muy positivo es el desarrollo creciente de los estudios vicencianos.
Los planes de formación elaborados por diversas provincias reflejan el equilibrio que debe existir entre los diversos aspectos del proceso formativo: Humano, espiritual, intelectual, apostólico, comunitario y vicenciano.
24. La formación permanente es reconocida cada vez más por muchos misioneros como una necesidad grave. Algunas provincias han tomado iniciativas creadoras en este aspecto o aprovechan las múltiples oportunidades que hoy existen para lograrla.
25. Tampoco faltan los signos negativos. Entre ellos, las provincias detectan los siguientes:
- Muchos misioneros no han asumido su responsabilidad en la promoción de las vocaciones.
- No siempre son claros los criterios del discernimiento vocacional.
- Faltan programas adecuados para la selección y acompañamiento de los aspirantes adultos.
- Existen dificultades de coordinación entre el equipo provincial de promoción vocacional y algunos misioneros de la provincia.
- El ambiente contemporáneo perturba las familias y desanima a los jóvenes a que asuman para toda su vida un compromiso definitivo, sobre todo referente al celibato.
- La juventud actual, aun la dotada de convicciones de fe, manifiesta con frecuencia desinterés por las formas tradicionales de cómo se vive el sacerdocio y no siempre ve sentido al ministerio sacerdotal o a la vocación de Hermano.
- Resulta difícil encontrar equipos homogéneos y competentes para la formación; se carece de personal bien preparado para la tarea de formación.
- Falta colaboración e incluso se advierte, a veces, el influjo negativo de algunos misioneros y de algunas comunidades cuya calidad de vida apostólica y comunitaria desanima a los formandos.
- La formación impartida por algunas facultades frecuentadas por nuestros estudiantes no siempre responde a las exigencias de la adecuada formación vicenciana, y resulta difícil compaginar ambas formaciones.
- Se echan de menos orientaciones precisas para la formación de los hermanos.
- A nivel personal, muchos han abandonado su empeño en la formación permanente por miedo o por algunas experiencias negativas; el atribuir a la provincia como tal la responsabilidad de la formación continua ha hecho que los particulares se desentiendan de ella.
- Por otra parte, muchas provincias carecen de plan para esta fase de la formación.
Principios de acción
26. Somos deudores ante Dios del don de la vocación vicenciana y por ello tenemos el deber de procurar que ésta se perpetúe en la Iglesia para bien de los pobres.
27. Consideramos que los medios más eficaces de la pastoral vocacional son la oración, el testimonio y el acompañamiento. «A nosotros nos toca -dijo San Vicente- rogar a Dios que envíe buenos obreros a la mies y vivir tan bien que, con nuestros ejemplos, les demos más aliciente que desgana para trabajar con nosotros»14.
28. El fin de la formación vicenciana es capacitar a los que se sienten llamados a la Congregación para la evangelización de los pobres. De ahí surge la necesidad de que los seminaristas y estudiantes estén en contacto con los pobres y conozcan así su situación, reflexionen sobre las causas de la pobreza y se dejen evangelizar por los mismos pobres. «Así, pues, señores y hermanos míos, nuestro lote son los pobres: Pauperibus evangelizare misit me. ¡Qué dicha, señores, qué dicha! ¡Hacer aquello por lo que nuestro Señor vino del cielo a la tierra y mediante lo cual nosotros iremos al cielo! ¡Continuar la obra de Dios, que huía de las ciudades y se iba al campo en busca de los pobres!»15.
29. La formación permanente es absolutamente necesaria en un mundo y en una Iglesia que cambian continuamente y nos capacita para estar presentes como sacerdotes y hermanos de la Misión en este mundo y en esta Iglesia de hoy. Es además indispensable para conservar nuestra identidad vicenciana y para hacer eficaz la proclamación del Evangelio16.
La formación permanente constituye también un atractivo para los candidatos a la Compañía, y les hará ver, desde el principio, que la formación es un quehacer de toda la vida.
Líneas de acción
30. Pastoral vocacional
Es importante que las provincias tengan un plan de pastoral vocacional en el que se pongan de relieve los siguientes aspectos:
- Establecer como elemento esencial el que cada comunidad sea testimonio de amor y de servicio al pobre, de sencillez de vida, del ideal misionero «ad gentes» y de la vocación vicenciana vivida con gozo.
- Presentar la vocación del hermano en todo su valor.
- Invitar y acoger a los jóvenes para que experimenten nuestro apostolado, nuestra vida comunitaria y nuestra oración. Intensificar en cuanto sea posible las relaciones con las familias de los candidatos y promover su colaboración.
- Colaborar en la promoción vocacional con otras provincias, con las Hijas de la Caridad y con las iglesias locales.
31. Para la formación específica
1°. Es necesaria la formulación de una Ratio Formationis Vincentianae para el seminario mayor y para los hermanos. Esta última exige una profunda reflexión sobre la identidad del hermano en la Congregación y en la Iglesia de hoy.
2°. La formación ha de impartirse desde la misión. Para ello:
- Procurar, en la medida de lo posible, que las casas de formación estén situadas en zonas pobres.
- Formar a los estudiantes para vivir y trabajar en comunidad para la misión. – Mantener contacto fraterno con las demás comunidades de la provincia.
- Actualizar la formación de tal modo que capacite a los formandos para dar una respuesta vicenciana a las exigencias de la justicia y para adaptarse a las necesidades de una verdadera inculturación.
3°. La selección y preparación de buenos formadores debe ser una de las preocupaciones prioritarias en todas las provincias. Los formadores deben tener experiencia pastoral, sobre todo en el apostolado con los pobres.
4°. Fomentar la colaboración de la manera siguiente:
- Mediante la ayuda mutua entre las provincias en la formación vicenciana.
- Con encuentros de formadores y estudiantes de diversos países o regiones que les permitan y faciliten el intercambio de experiencias.
32. Para la formación permanente
Cada provincia elaborará un plan de formación permanente que concretarán después las comunidades locales. Dicho plan tendrá en cuenta las siguientes recomendaciones:
1ª. Como cada uno debe ser responsable principal de su propia formación, el objetivo del plan consistirá en ayudar a los misioneros a ampliar y profundizar en la espiritualidad vicenciana y apostólica. Esto les permitirá avivar su servicio a la misión y les mantendrá en estado permanente de formación.
2ª. La formación permanente debe abrazar todos los campos: Teología, espiritualidad, pastoral y vicencianismo. Se prestará atención especial a los problemas sociales de nuestro tiempo y al estudio de las causas de la pobreza y su solución.
3ª. Los medios para la formación permanente pueden ser:
- El intercambio con otros misioneros sobre los propios puntos de vista teológicos y de las experiencias apostólicas y de oración.
- El estudio privado, cursos y experiencias pastorales.
- El aprovechamiento de las oportunidades de formación permanente que existen a nivel regional, nacional e internacional.
Conclusión
33. La Asamblea General propone para los seis próximos años:
1º. Difusión e interiorización
- Los asambleístas seremos portadores de las aspiraciones de la Asamblea. Nos preocuparemos de difundir en las provincias no sólo el documento, sino, sobre todo, su espíritu.
- Las provincias organizarán el examen y profundización de los resultados de la Asamblea, de modo que todos los misioneros intervengan activamente en el estudio, discusión, asimilación y realización del presente documento.
2º. Evaluación. Esta se hará:
- En la revisión de vida de las comunidades locales una vez al año.
- En las asambleas provinciales.
- En las visitas del Superior General y de sus asistentes a las provincias.
- En el encuentro de los visitadores con el Superior General en 1989.
- En la Asamblea General de 1992.
34. La experiencia de los asambleístas ha sido mucho más rica en interrogantes, intercambios y reflexiones que lo reflejado en estas páginas. Una asamblea es mucho más que un documento.
35. No podemos perder de vista que el presente es siempre una invitación a ir más lejos. Nos hacemos portadores de las inquietudes de Juan Pablo II: «Volvamos nuestra mente y nuestro corazón hacia San Vicente de Paúl, hombre de acción y de oración, de organización y de imaginación, de mando y de humildad, hombre de ayer y de hoy. Que aquel campesino de las Landas, convertido por la gracia de Dios en genio de la caridad, nos ayude a todos a poner de nuevo las manos en el arado sin mirar atrás para el único trabajo que importa, el anuncio de la Buena Nueva a los pobres»17.
36. Aceptemos el reto y hagamos todo lo posible por comunicar a todos los miembros de la Congregación el soplo renovador de esta Asamblea. La Iglesia y los pobres cuentan con nosotros y esperan nuestra respuesta. No les defraudemos.
37. Aprobamos este documento el 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen. El P. General, al clausurar la Asamblea, nos recordó que María es la «Estrella de la evangelización», como lo dijo Pablo VI18. En Ella depositamos las aspiraciones contenidas en este documento. Como siempre, en Ella confiamos y a Ella nos dirigimos para que siga siendo nuestra intercesora ante su Hijo Jesucristo, cuyas huellas queremos seguir para continuar su misión evangelizadora de los pobres.
- 1 Co 12,4 ▲
- Cf. Vincentiana, 2, 1983 ▲
- Coste XI, 386 (XII,79). ▲
- Discurso del S. Pontífice a los asambleístas; 30-6-86 ▲
- RC XI, 10 ▲
- RC XI, 12 ▲
- Coste 1, 174 (112-113). ▲
- Coste 1, 550 (562). ▲
- Jn 17,21. ▲
- Cf. Abelly, libro II, c. 1, pág. 145; ed. 1664. ▲
- RC VIII, 2. ▲
- Discurso del S. Pontífice a los asambleístas; 30-6-86. ▲
- Cf. RC c. VIII. ▲
- Coste VIII, 285 (287). ▲
- Coste XI, 324 (XII, 4). ▲
- Cf. S. G. Richard McCullen, en «Reflexión sobre el estado de la Congregación» XXXVII Asamblea General de 1986: «La formación permanente es uno de los cimientos sobre los que descansa la renovación apostólica de la Congregación. La formación permanente no es simplemente cuestión de estar al tanto de las opiniones teológicas de hoy, aunque ello sea importante y valioso. Es algo más amplio y profundo. Es un proceso por el cual nos mantenemos abiertos a las realidades y necesidades de la evangelización en un mundo que cambia sin cesar. Es un proceso por el cual nos equipamos para abordar esas realidades y satisfacer esas necesidades como sacerdotes y hermanos de la Congregación. Sin esta formación permanente, la Congregación corre el peligro de perder su identidad en la Iglesia. Sus miembros estarán menos seguros de su función como sacerdotes o hermanos. Nuestros posibles candidatos nos encontrarán más interesados en el pasado que en lo que está en gestación en la Iglesia y en el mundo. La formación en todas sus dimensiones, antes y después de la incorporación en la Congregación, es una condición necesaria para sobrevivir en el mundo de hoy; sin ella será difícil, si no imposible, que la Congregación sea «Unum Corpus, unus spiritus in Christo» (págs. 14-15). ▲
- Discurso del S. Pontífice a los asambleístas; 30-6-86. ▲
- Cf. Pablo VI, «Evangelü Nuntiandi», núm. 82; 8-12-75. ▲
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