Cuenca, “Notre amour”: final de trayecto.
Allá fuimos llegando, desperdigados, cada uno a nuestra hora, como quien viene y llega, condicionado por compromisos ineludibles, con kilómetros por recorrer, que condicionan los horarios de llegada. Tampoco hubo precisión en las comunicaciones,...


San Vicente de Paúl (de ahí el nombre de “misioneros paúles”), a pesar de las comprensibles limitaciones propias del tiempo en el que le tocó vivir (siglo XVII), tuvo un gran aprecio por la comunicación: llegó a escribir más de treinta mil cartas (alguna llegó a su destinatario varios meses después de su muerte). 


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