Peregrinos a Javier ’25
El pasado sábado 8 de marzo, emprendimos el camino hacia el Castillo de Javier, cuna del santo misionero, en el contexto de las conocidas “Javieradas”. Como nos recordó el arzobispo D. Florencio Roselló: “Un año más, San Francisco Javier nos convoca a visitar su casa, a recordar su historia y a imitar su vida. Javier tiene magia, impacta, tiene un encanto especial, y para comprenderlo, es necesario acercarse cada año a este lugar”.
Junto a los jóvenes de la Diócesis de Zaragoza, partimos muy temprano hacia la localidad de Lumbier, donde comenzó nuestra peregrinación. Contra lo que se pronosticaba, el tiempo fue favorable, aunque con algo de lluvia. Tras atravesar la impresionante foz, llegamos a Liédena, donde recibimos una catequesis grupal, celebramos la Eucaristía y compartimos la comida. Por la tarde, continuamos la caminata -sin pausa pero sin prisa- hasta el Centro Diocesano de Javier, donde pasamos la noche. Tras la cena, participamos en una vigilia, que nos ayudó a prepararnos espiritualmente para nuestra llegada, al día siguiente, al castillo del Patrono Universal de las Misiones.
El domingo 9 de marzo llegamos a la meta de nuestra peregrinación, tras acompañar a Jesús por el camino de la cruz. Una vez en la explanada, y después de contemplar el entorno, participamos en la Eucaristía junto a cientos de peregrinos llegados de diferentes puntos de la geografía española. En su homilía, D. Florencio recordó que, al igual que San Francisco Javier lo dejó todo para ir a evangelizar, nosotros también debemos salir, porque “la misión de la Iglesia es salir, llevar la buena nueva de Cristo a todos los rincones del mundo, especialmente a aquellos lugares más necesitados de la presencia de Dios. La Iglesia en salida debe acercarse a aquellos que no llegan a nuestra Iglesia, a los alejados, a los pobres, a los vulnerables; ellos también están llamados a participar de nuestra fe”.
Además, explicó que la Javierada quiere ser una peregrinación de esperanza, especialmente en este año jubilar. “Todos los que peregrinamos a Javier nos convertimos en mensajeros de esperanza. Nuestra experiencia de fe, oración y amistad debe ser compartida con las personas de nuestro entorno”. La celebración concluyó, como es tradición, entonando el himno a San Francisco Javier: “En el eco de tus montes”. Después de la celebración, regresamos a Zaragoza con el corazón agradecido.
Por nuestra parte, nos hemos sentido interpelados por la experiencia de Francisco de Javier: el noble que, ante la advertencia de un amigo -“¿de qué te sirve ganar el mundo entero…?-, lo dejó todo para seguir y anunciar a Cristo. También hemos encomendado nuestra vocación al santo misionero, y con la nuestra, la de todos los misioneros de la Provincia: que él aumente en nosotros la pasión por evangelizar.
Manuel Mora y José Miguel Ortega
Etapa Acogida – Zaragoza





















San Vicente de Paúl (de ahí el nombre de “misioneros paúles”), a pesar de las comprensibles limitaciones propias del tiempo en el que le tocó vivir (siglo XVII), tuvo un gran aprecio por la comunicación: llegó a escribir más de treinta mil cartas (alguna llegó a su destinatario varios meses después de su muerte). 


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