Dos experiencias muy enriquecedoras
Este verano he tenido la suerte de poder participar en dos experiencias, muy distintas, pero ambas muy enriquecedoras.
La primera de ellas tuvo lugar en Castellón, en la Obra Social Marillac, donde permanecí por casi 20 días. Es una obra de las Hijas de la Caridad donde se atiende a convalecientes sin hogar (o sin recursos). Si tuviera que describir con una frase el trabajo que realizan aquí las hermanas (siempre con la ayuda del equipo profesional y de algunos voluntarios), diría que están “empeñedas en un paraíso para los pobres”, parafraseando el título del libro del padre Benito sobre santa Luisa. Y es que si algo llama la atención, desde el primer momento, cuando alguien llega a Marillac, es que los residentes no reciben solo “lo necesario”, sino que tienen en cada momento “lo mejor”. La obra no es solo un centro de recuperación, sino que es realmente un hogar y una familia para personas que, por circunstancias de la vida, se han visto solas o sin recursos en los momentos más difíciles. Desde ahí se trabaja para que cada persona no solo se cure físicamente, sino que adquiera la confianza necesaria, las habilidades y las destrezas que le van a permitir salir adelante en la vida.
Mi “labor” allí ha sido sobre todo la de aprender y escuchar. También he colaborado en el servicio del comedor, con las clases de español, como chófer, o como miembro del coro. Pero lo que uno hace es lo de menos. Más importante es lo que uno vive. Yo me he sentido casi como uno de ellos.
Momentos especialmente bonitos fueron la excursión a la playa, la visita de unos jóvenes de Caritas con los que pudimos compartir experiencias y testimonios, o la celebración de la palabra de los sábados, en la que quien quería compartía su reflexión, eco o meditación de la palabra de Dios.
Marillac es un sitio estupendo para conocer y vivir el carisma vicenciano. En Marillac se pueden conocer las experiencias de sufrimiento, de dolor, de necesidad, de aquellas personas “olvidadas” de la sociedad, pero todavía llenas de vida e ilusión. En Marillac se pueden vivir los valores que sería necesario trabajar para hacer de nuestro mundo un lugar más humano, más solidario, más acogedor e integrador. En Marillac uno descubre que hay esperanza en el sufrimiento, que hay fuerza en lo débil, que las heridas pueden sanar. En Marillac uno aprende a acompañar, a escuchar, a confiar…
La segunda experiencia que he vivido ha sido el encuentro de Benagalbón de JMV. Han sido cuatro días intensos con el lema “conectados al wiFE, Benatubers16”. Con un toque moderno y cibernético, las catequesis, en este año de la misericordia, han girado entorno a las parábolas de la misericordia. Además, los casi 400 jóvenes que participaban demostraron que también ellos sabían conectarse a Dios (nuestro “wiFE”) a través de la palabra y la oración.
La organización y el funcionamiento de los grupos marchó a la perfección. Además, el buen ambiente era generalizado. Yo participé como catequista de un grupo, #lodamostodo17, sin duda un grupo muy simpático y original. También di un pequeño testimonio el primer día del encuentro.
Momentos especialmente intensos fueron la celebración mariana del viernes, con procesión incluida, la celebración penitencial del jueves, y la Eucaristía de envío del sábado. Como ocio y distracción, por su parte, no faltaron los momentos de playa y de música bailable.
En definitiva, una bonita experiencia, donde he conocido a muchos jóvenes ilusionados e implicados por Cristo y por el evangelio.
Agradezco desde aquí la oportunidad de vivir estas dos experiencias, y agradezco también a quienes generosamente me han acogido, tanto en Castellón como en Benagalbón, muy especialmente a la comunidad de hermanas de Marillac.
Iván Juarros, C.M.
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