El «Hogar de niños San Ramón» de Puerto Cortés, Honduras
A. sólo tenía tres meses cuando perdió a su madre. Era quien lo estaba criando sola seguramente. Ella volvía desde Estados Unidos a su país natal, Honduras, y en el viaje de regreso fue asesinada en México. El niño le fue entregado al abuelo, que se hizo cargo de él; pero como tenía que trabajar y vivía sólo, el niño creció permaneciendo en soledad la mayor parte del día.
I. está en el hogar desde pequeñito. Siempre ha estado acompañado por un hermano mayor. El padre era policía, pero abandonó la familia para trasladarse a vivir a otra parte del país. La mamá tiene trastornos sicológicos, que deben ser hereditarios, pues todas sus hermanas están en la misma situación.
D. tiene a su padre y madre viviendo juntos, pero habitan en un barrio marginal donde abundan los delincuentes y las drogas. Un hermano suyo mayor ingresó en prisión denunciado por su madre, porque un día que estaba drogado quería violar a una hermana más pequeña.
D. ha vivido siempre con su padre, un hermano, y una hermana mayores. A su madre no la conoce porque abandonó el hogar familiar con su amante cuando el niño no tenía uso de razón. El amante de su madre fue asesinado, y de ella no se ha sabido nada más.
A. es el más pequeño de los niños de la primera etapa, o etapa de acogida, en el hogar. Tiene ocho años. Su madre tiene más hijos. Es madre soltera y no tiene trabajo. El padre de J. A.es el abuelo de J. D.; y resulta que, siendo éste mayor, es sobrino de J. A.
A. llegó al hogar siendo muy niño, junto a su hermano mayor. Ambos son fruto de la violación continuada a su madre adolescente por parte del padrastro.
Todos estos niños pertenecen a la primera etapa de acogida del hogar. Hay otros más en edad preadolescente o ya adolescentes, integrados en la segunda etapa. Sus biografías presentan situaciones parecidas a las de los más pequeños.
Tanto los mayores como los pequeños, en un día normal se levantan a las cinco de la mañana. Hacen su aseo personal. Preparan su uniforme de la escuela, y desayunan antes de partir para clase a las siete. En la mañana sólo van los más mayores.
Los más pequeños después del desayuno hacen limpieza colectiva del comedor, salas de estudio, patio de recreo, etc. y luego hacen limpieza individual de su ropa y calzado. Luego pasan a realizar sus tareas escolares en la sala de estudio hasta las diez o las once de la mañana. Después en adelante salen a recreo hasta la hora del almuerzo, que es a las doce.
En la tarde se invertirán los papeles; los mayores quedarán en el hogar, y los más pequeños irán a la escuela.
La mayoría van a la escuela pública que hay en el barrio donde se ubica el hogar, junto con los otros niños de la vecindad.
La casa tiene un amplio patio de recreo, donde juegan a futbol u otros juegos propios de su edad. Ríen, juegan, a veces se pelean entre ellos. También en algún momento vierten sus lágrimas; no más que los otros muchachos de su tiempo.
Una hermana, Hija de la Caridad, es la responsable del hogar. Está acompañada en su trabajo por una joven educadora con estudios de sicopedagogía. Hay también cinco educadores (tres mujeres y dos varones), y el personal auxiliar necesario, cocinera, vigilante de noche,…
El hogar de niños san Ramón de Puerto Cortés comenzó a funcionar hace ya veintidós años. Fui testigo y protagonista en parte de su puesta en funcionamiento entonces.
Algunos de los niños que fueron acogidos en aquel momento, ya rebasan los treinta y tienen su trabajo y familia. Para otros, la vida ha transcurrido de modo distinto: emigrando al extranjero; también los ha habido que han muerto, alguno de manera violenta; de otros no se ha sabido nada más…
***
Los hagiógrafos y biógrafos de san Ramón, patrón del hogar, dicen que cuando el futuro santo iba a nacer, a su madre se le complicó el parto; tras el sufrimiento de no poder alumbrar al hijo, ella expiró. El hermano de la difunta, recién muerta, con su puñal le abrió el vientre, y sacó al niño con vida. Es lo que ahora conocemos como nacer por cesárea. Pero en los tiempos medievales que le tocó nacer a san Ramón Nonato, allá en su Cataluña natal el trágico alumbramiento pareció algo milagroso. Frente a la dolorosa circunstancia de la muerte de la madre, la vida triunfó en el hijo recién nacido.
De mayor fue un virtuoso fraile mercedario.
El nacimiento y vida de san Ramón parecen una alegoría de las vidas de los niños que habitan el hogar que lleva su nombre. Vienen de familias inexistentes, donde faltan el padre o la madre; de vidas rotas, de situaciones complicadas, que a uno le hacen pensar lo afortunado que ha sido de haber contado con una familia “normal”.
Si estos niños no la han tenido, aquí, al menos tienen un “hogar” que la suple en lo que se puede. La parroquia de Puerto Cortés, de quien depende, es una buena madre para ellos. También los donantes que ayudan a sostenerlo.
Comentarios recientes