La Familia Vicenciana de Albacete celebra su fin de curso
La familia vicenciana de Albacete se mueve. A lo largo del año ha habido encuentros puntuales de grupo; actividades programadas que se han llevado a cabo con aceptable exactitud y rigor. Con defectos y limitaciones, propias de la humana condición, se percibe conciencia de familia, que se mueve por el mismo resorte o fuerza vital, que llamamos espíritu o carisma vicenciano. Las Hermanas, los Padres Paules, los responsables de cada una de las ramas han sido, en todo momento, el alma y el estímulo que han movido los hilos y el complejo entramado de su programación global.
A lo largo del año hemos tenido encuentros y celebraciones especiales que han dado un nuevo impulso a la vida de la entera familia vicenciana. Quiero destacar alguno de estos encuentros.
Comenzamos el curso con una de reflexión, por grupos, tomando como referencia el libro del P. Celestino. Resultó este primer encuentro luminoso y estimulante. A fin de año tuvimos un ágape fraterno que enriqueció nuestro sentido de fiesta familiar y nos ayudó a evocar lo mejor de nuestras fantasías juveniles… En Albacete, tuvo lugar también el encuentro regional de las AIC de la Provincia de Santa Luisa. El tema principal de este encuentro, impartido por el P. Celestino, versó sobre el laicado vicenciano, a la luz del Vaticano II. Tuvo mucho calado y, de alguna manera, marcó el ritmo del curso.
Aparte de estos encuentros, de carácter general, hemos tenido otros encuentros particulares con miembros representativos de los distintos grupos de la familia, que han servido de trampolín para otras iniciativas y proyectos. Fruto maduro de estos encuentros particulares ha sido la iniciativa de constituirnos legalmente como Familia Vicenciana de Albacete. Y ya tenemos los Estatutos propios, cuya operatividad práctica está todavía en rodaje, pero empezando a dar sus frutos. También tuvo especial resonancia entre nosotros el encuentro con el P. Eli, miembro del Consejo General de los Padres Paúles.
Faltaba un encuentro de fin de curso que fuese el colofón y, a la vez, la lanzadera del curso próximo. Las fechas y las prisas no hacían nada fácil encontrar una fecha asumible por todos, pero, conscientes de la importancia de este encuentro, después de numerosas consultas, llegamos al acuerdo de mayorías para tenerlo el día 15 de Junio, en el colegio de Maria Inmaculada. Todos, hasta los más optimistas, nos sorprendimos gratamente del número de asistentes: hasta 60 participantes y, lo que es más de resaltar, hubo una representación de todas y cada una de las ramas oficiales de Familia Vicenciana de Albacete.
Tres fueron los núcleos que aglutinaron las actividades del encuentro: la oración vicenciana inicial; el trabajo de equipos y el ágape fraterno. La monición de entrada de la oración marcaba bien el sentido de este encuentro fraterno: “La Familia Vicenciana de Albacete, representada en sus distintas ramas, nos hemos reunido ante ti, Señor, como caminantes cansados del camino de cada día, que van buscando la fuente de agua clara y limpia, que calma la sed y da nuevos bríos para seguir el camino”. Fue una oración, reposada, tranquila, casi contemplativa, en la que se combinaron, en perfecta armonía, el canto y la reflexión de inspiración vicenciana, con las resonancias en forma de eco, la alabanza y la acciona de gracias.
La parte central estuvo dedicada al trabajo de equipos. Se informó del largo proceso que ha exigido la aprobación y puesta en marcha de los Estatutos de la Familia vicenciana de Albacete. Cada una de las ramas informó, a su vez, de las actividades principales tenidas a lo largo del curso, poniendo especial énfasis en el compromiso social que ha marcado fuertemente la impronta de todos y cada uno de sus troncos. Sin tiempo para un diálogo esclarecedor, se hizo breve alusión a lo que ha supuesto, en realidad, para nosotros el año la colaboración vicenciana y se dejó para el próximo curso el tema de estudio “Reflexiones abiertas, en el año de la colaboración vicenciana”, que aparecerá próximamente en Anales.
Con el buen sabor de boca del clima de familia y de las inquietudes compartidas, pasamos al ágape fraterno preparado, en el patio del colegio, por una empresa low cost. Hubo de todo y para todos y aún sobraron 12 cestos, como en el evangelio. ¡Todo por cinco Euros por comensal! ¡Hay quien dé más!
Pero lo más lucido y brillante del ágape no fueron los alimentos del refrigerio, sino el clima de alegría y satisfacción de los comensales: se palpaban los sentimientos íntimos del momento: brillaban los ojos; las palabras y las risas andaban sueltas, sin timideces ni prevenciones. La música de otros tiempos festivaleros de juventud llenaban el recinto del patio…
Y como no, el eco íntimo del canto vicenciano por excelencia daba sentido pleno a lo que estábamos celebrando:
Énséñanos a amar, Vicente de Paúl,
a Cristo nuestro hermano, como la amaste tú.
Vicente de Paúl que descubriste,
a Cristo desvalido entre los pobres,
que a la luz de tu vida descubramos
que ellos son nuestros amos y señores.
Comentarios recientes