Misión parroquial en Castill, Ventas y Charilla (Provincia de Jaén)
En realidad han sido tres tareas misioneras simultáneas en tres Parroquias atendidas pastoralmente por el mismo joven y entregado párroco D. Manuel Jesús Ceacero; Parroquia San Pedro de Castillo de Locubín, con 4.000 habitantes, Parroquia San Antonio de Padua de Ventas de Carrizal, con 500 habitantes, y Parroquia Virgen del Rosario de Charilla, con 400 habitantes. Las parroquias más pequeñas distan unos ocho kilómetros de la central y todas ellas situadas en la Sierra Sur de la provincia jienense, camino hacia Granada y rodeadas, en cualquiera de las direcciones que lanzáramos la mirada, de miles y miles de olivos que siguen siendo testigos de generaciones fundamentalmente aceituneras. No olvidemos que sólo esta provincia andaluza produce entorno al 50 % del total nacional de aceites de oliva, y más del 20 % de todo el mundo.
La misión en estos pueblos inició el pasado mes de junio, en su etapa Organizativa; el párroco contactó y se comprometió con los misioneros Claretianos que, a su vez nos solicitaron apoyo a los misioneros Paúles. Cabe recordar que esta relación intercongregacional se estrechó en los años de pandemia, cuando en diversos encuentros presenciales y “on-line” (también junto al equipo misionero Redentorista), fuimos concretizando un nuevo diseño de misión parroquial en cinco etapas: Organización-Revitalización-Salida-Siembra-Crecimiento. La etapa de Revitalización, o primer “tiempo fuerte” con presencia de los misioneros Claretianos y Paúles, se ha desarrollado del 16 al 26 de marzo. Hemos participado los padres Pedro Cabrera y Antonio Ávila (Claretianos), y Paco Berbegal, Manuel Botet y Mikel Sagastagoitia (Paúles). Los misioneros nos distribuimos en los tres pueblos, aunque todos compartíamos y apoyábamos algunas acciones concretas en Castillo de Locubín, por su mayor número de habitantes y extensión. También formaron parte del equipo las tres “Hermanas de Marta y María”, que viven en Castillo y están al servicio de toda la unidad pastoral.
Los destinatarios de esta fase de misión han sido fundamentalmente los habituales en la vida de las parroquias que, coordinados por el equipo dinamizador laico de cada una de ellas, concretaron los horarios y acciones a desarrollar, con el objetivo de “revitalizar” la experiencia de fe, desde el encuentro con Jesucristo y los encuentros con los hermanos. Así, los actos fundamentales compartidos han sido; la escuela de oración, la escucha y acogida personalizada, la visita a enfermos, la participación en los grupos de encuentro y la eucaristía misionera.
En las evaluaciones tenidas en cada pueblo se ha valorado mucho la buena participación de los fieles, tanto en los actos generales como en las asambleas familiares o grupos de encuentro; fueron 11 grupos en Castillo, 3 en Ventas y otros 3 en Charilla. Los misioneros también hemos destacado como positivo la buena preparación e implicación junto al párroco, de los laicos que han sabido entender esta etapa de revitalización para fortalecer la fe y redescubrir la necesidad de comunicar todo esto a los más alejados, en un segundo paso, en actitud misionera de salida. Y esta es precisamente la tarea para los dos próximos meses de abril y mayo; la etapa en Salida, en la que los ya motivados contactarán, desde el boca a boca, invitando a aquellos que comparten su vida diaria, y habitualmente no participan en la vida parroquial. Llegaremos así al cuarto paso del consensuado plan misionero que denominamos etapa de Siembra, y que desarrollaremos, como segundo “tiempo fuerte” con presencia de los Paúles y Claretianos, del 2 al 11 de junio del presente año. Será entonces el momento de poner en marcha nuevos grupos de encuentro, como células que se multiplican para dar una vida parroquial más intensa, acercarnos y convocar a padres y madres de familia de niños de catequesis, jóvenes en sus ambientes naturales, adultos de diversas asociaciones, cooperativas o hermandades, y otras posibilidades que se abren como reto evangelizador para llegar a los que no llegan.
Destacar finalmente, la perfecta sintonía y hermandad que hemos experimentado los cinco misioneros que hemos compartido vida y misión estos diez días intensos y esperanzadores. Sin duda que lo ha facilitado el hecho de vivir los cinco en una misma casa, desde la generosidad de Mari Trini, su dueña, que esos días emigró a la casa de su madre en el mismo pueblo de Castillo. También el poder compartir las comidas en torno a la misma mesa, gracias a las vecinas y hermanas Asunción y Ángeles, que con tanta calidad y abundancia nos han mimado. E iniciar y concluir cada día en la presencia de Dios desde la oración, el trabajo y la vida fraterna; todo desde el enriquecimiento de la diversidad de carismas y desde la Misión que nos une e identifica a ambas congregaciones.
Mikel Sagastagoitia, C.M.
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