Novena a la Virgen Milagrosa 2013: Día octavo

Milagrosa_Pamplona_2013Enséñanos a MIRAR CON LOS OJOS DE JESÚS, para que Él sea luz en nuestro camino.
(La mirada de fe, dad vuelta a la medalla)

MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos un día más. Estamos llegando al final de la Novena y al final de la oración que nos han sugerido los temas que hemos ido desgranando. María sigue siendo nuestra Madre, Maestra y Mediadora por eso le seguimos pidiendo: enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que sea luz en nuestro camino. Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos para que los nuestros sean misericordiosos al contemplar nuestro mundo y las necesidades de los más pobres. Al llegar a la cima de la Novena llamamos a “La Puerta de la Fe” y ésta abierta, es todo luz: “La luz de la Fe”, que nos inunda.

Entremos con alegría en la celebración.

ORACIÓN COLECTA

Oh Dios,
que por la sangre preciosa de tu Hijo
reconciliaste el mundo contigo
y te dignaste constituir a su Madre, la Virgen María,
junto a la cruz, Reconciliadora de los pecadores,
concédenos, por su intercesión,
alcanzar el perdón de nuestros pecados.
Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5, 17-21)

Hermanos:

El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pa­sado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.

Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.

Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 102, 1-2.3-4.8-9.13-14. 17-18ª

R/. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R/.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R/.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos,
para los que guardan la alianza. R/.

Aleluya

La cruz de Cristo es la señal del pacto que hago
con todo lo que vive en la tierra

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-16.25-35)

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. […]

Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?»
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». Él entró y se quedó con ellos.
Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,
y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

TEXTO PREVIO A LA HOMILÍA

“Para la fe, Cristo no es sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con quien nos unimos para poder creer. La fe no solo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver”. (LF 18)

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA

1) Dicen que los ojos son el espejo del alma. El ser humano expresa en la mirada todos los sentimientos posibles. La vida y las personas dependen muchas veces de la forma de mirar que tenemos o la forma con que los demás nos miran.

2) Muchas veces el evangelio nos habla de la mirada de Jesús: Miró al joven rico, miró a Zaqueo, miró a Mateo, miró a la mujer que depositó su moneda en el templo, a la adúltera, a la mujer que sufría flujo de sangre, a Pedro, a las multitudes hambrientas y desorientadas como ovejas sin pastor, a los escribas y fariseos, a la ciudad de Jerusalén. Miradas que siempre dignifican, hacen crecer, animan a seguir adelante, perdonan, consuelan, transforman, nunca humillan. “Cuando tú me mirabas, tu gracia en mí tus ojos imprimían”. (San Juan de la Cruz).

3) La mirada de San Vicente de Paúl, por su fe en Jesucristo, era igual que la de Él. Es una mirada penetrante, no se queda en lo exterior y nos ha enseñado a dar la vuelta a la medalla y mirar con los ojos de Jesús. El mismo santo nos invita a no ver a los pobres solamente en su aspecto exterior, vulgar y grosero, sino con las luces de la fe: “Pero dad la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que son esos los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre; él casi ni tenía aspecto de hombre en su pasión y pasó por loco entre los gentiles y por piedra de escándalo entre los judíos […] ¡Que hermoso sería ver a los pobres, considerándolos en Dios y en el aprecio en que los tuvo Jesucristo! Pero, si los miramos con los sentimientos de la carne y del espíritu mundano, nos parecerán despreciables.” (SV. XI pag. 725).

4) El evangelio de Emaús que se acaba de leer nos habla de la desorientación en el camino. Jesús se les presenta como compañero del camino y como luz que les recuerda las escrituras, el pasado, hasta que se hace plena la luz del resucitado. El caminante desaparecerá, lo seguirán viendo con la luz de la fe. Tras la cena en la posada se transformaron. “Quien ha sido transformado de este modo adquiere una nueva forma de ver, la fe se convierte en luz para sus ojos” (PF 22). Creció la fe de los discípulos en él y se la llevaron a los otros discípulos.

5) Nos toca dejarnos mirar por Jesús y llenarnos de su mirada, para ver a las personas como Él, para contemplar y aprender, y enseñar, la naturaleza como Él, para interpretar la historia como Él. “El cristiano puede tener los ojos de Jesús, sus sentimientos, su condición filial, porque se le hace partícipe de su Amor, que es el Espíritu. Y en este Amor se recibe en cierto modo la visión propia de Jesús” (LF 21).

6) También podemos poner nuestros ojos en “esos tus ojos misericordiosos” de la Virgen María, que aprendió a mirar con la mirada de Dios, y así vio quiénes son los que están arriba, que son derribados, y los que están abajo, que son enaltecidos. Supo ver que los pobres son saciados y que a los ricos se les despide vacíos.

ORACIÓN UNIVERSAL

Sacerdote: Ponemos, por intercesión de la Virgen Milagrosa, nuestra oración en las manos y el corazón del Padre, que es misericordioso.

Lector/a:Para que en la Iglesia no falten nunca evangelizadores que entreguen su vida y su tiempo al anuncio de la Buena Noticia, especialmente entre los que aún no conocen a Dios. Roguemos al Señor.

Asamblea: Te rogamos, óyenos.

Lector/a: Para que en nuestra Diócesis permanezcamos unidos a nuestros obispos, caminemos en fidelidad al Evangelio y hagamos cercano el mensaje de Dios que sale al encuentro de todo hombre. Roguemos al Señor.

Asamblea: Te rogamos, óyenos.

Lector/a: Por los enfermos y todos los que sufren: para que sientan la protección de María y en ella encuentren la ayuda, el consuelo y la fortaleza que necesitan. Roguemos al Señor.

Asamblea: Te rogamos, óyenos.

Lector/a: Por los que comparten su tiempo y su mesa con los pobres y pecadores, por los que en tierras lejanas anuncian el Evangelio: para que descubran en todos el rostro de Jesús que les reclama amor, cariño y comprensión. Roguemos al Señor.

Asamblea: Te rogamos, óyenos.

Lector/a: Por nosotros y por nuestras familias: para que viviendo como hijos de Dios y sabiéndonos perdonados por Él, seamos prontos para perdonar y diligentes para buscar caminos que aceleren la llegada de su Reino. Roguemos al Señor.

Asamblea: Oh, María, sin pecado concebida (cantado)

Sacerdote: Escucha Dios y Padre nuestras oraciones que por medio de María, la Madre de tu Hijo, te hemos presentado, y haz que viviendo bajo su protección, permanezcamos unidos a Ti haciendo tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LOS DONES

Te ofrecemos, Señor,
este sacrificio de reconciliación y alabanza
y te pedimos, por intercesión de la Virgen María,
refugio de los pecadores,
que perdones nuestros pecados
y dirijas tú nuestros corazones vacilantes.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO: LA BIENAVENTURADA VIRGEN, REFUGIO DE PECADORES Y MADRE DE LA RECONCILIACIÓN

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.

R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
Dios todopoderoso y eterno,
darte gracias
y proclamar tus maravillas
en todo y por todas las cosas.
Por tu inmensa bondad,
no abandonas a los que andan extraviados,
sino que los llamas
para que puedan volver a tu amor:
tú diste a la Virgen María,
que no conoció el pecado,
un corazón misericordioso con los pecadores.
Éstos, percibiendo su amor de madre,
se refugian en ella implorando tu perdón;
al contemplar su espiritual belleza,
se esfuerzan por librarse de la fealdad del pecado,
y, al meditar sus palabras y ejemplos,
se sienten llamados a cumplir los mandatos de tu Hijo.
Por él,
los ángeles te cantan con júbilo eterno,
y nosotros nos unimos a sus voces
cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…

TEXTO DE SANTA CATALINA LABOURÉ (antes de la oración final)

“Unos momentos más tarde, aquel cuadro se volvió y en el reverso distinguió la letra M coronada con una pequeña cruz y debajo los sagrados corazones de Jesús y de María. Después de que la hermana hubiera observado en todo aquello, la voz le dijo:

– Hay que acuñar una medalla según este modelo y las personas que la lleven bendecida y que recen con piedad esta breve oración, gozarán de una protección muy especial de la Madre de Dios”. (René Laurentin, o.c., p. 69)

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Hemos recibido, Señor,
el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
sacramento de nuestra reconciliación contigo;
concédenos,
por intercesión de la santísima Virgen María,
los dones de tu misericordia
y el premio de la redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

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David Carmona, C.M.

David Carmona, Sacerdote Paúl, es canario y actualmente reside en la comunidad vicenciana de Casablanca (Zaragoza).

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