Voluntariado en el Albergue Espíritu Santo
El 1 de agosto viaje a Carrión de los Condes, Palencia, para hacer un voluntariado de 10 días, en un albergue que acoge los peregrinos que hacen el camino de Santiago. Este albergue antiguamente fue un colegio de las Hijas de la caridad, ellas mismas son las que se encargan de dar acogida a los peregrinos.
No había tenido la oportunidad de tener contacto con los peregrinos del camino de Santiago, y estos días han sido realmente un regalo De Dios. Mi experiencia comienza a ser enriquecida con el testimonio de las hermanas (HH.C.), hacen del albergue un lugar acogedor, disponiendo espacios para que descansen los peregrinos y también espacios para el acompañamiento espiritual, es una acogida tanto humana como espiritualmente, algo que los peregrinos valoran mucho. También me encontré con otro voluntario, él es originario de Inglaterra, un hombre que vive profundamente la fe, ha sido muy agradable y de mucho provecho compartir con él todos estos días de servicio. El voluntariado ha consistido en ayudar a las hermanas en la acogida a los peregrinos; explicarles el funcionamiento del albergue, también presentarles el pueblo, sobre todo las oportunidades que ofrece tanto de interés turístico como también de interés religioso-espiritual; también animar los momentos de oración que se ofrecen en el albergue. De toda mi experiencia, puedo resumir diciendo que, he comprendido que quienes están realizando el camino son el reflejo de una iglesia peregrina y universal, porque te puedes encontrar con personas de cualquier parte del mundo, personas con diferentes experiencias, diferentes lenguajes, pero compartiendo una misma fe. Los motivos por los que una persona coge una mochila y se pone sus botas para realizar el camino son diversos, pero todos cuentan la experiencia de encontrar en el camino una realidad trascendente, que supera toda expectativa humana, como me decía uno: “el camino tiene algo inexplicable”.
Doy gracias a Dios y también a las hijas de la caridad por haberme regalado la oportunidad de tener esta experiencia, siento que he decido más de lo que he dado, pero esta es una de las maravillas del trabajo en la viña de Señor.
José Pedro López, C.M.














San Vicente de Paúl (de ahí el nombre de “misioneros paúles”), a pesar de las comprensibles limitaciones propias del tiempo en el que le tocó vivir (siglo XVII), tuvo un gran aprecio por la comunicación: llegó a escribir más de treinta mil cartas (alguna llegó a su destinatario varios meses después de su muerte). 


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