Cine Club Paúles (Barakaldo): un referente en la transición (V)
5. El Cine-Club Paúles entra en escena
El paso adelante, aunque insuficiente, dado por el Cine-Club Saura, no fue en vano, ya que la senda que abrió fue seguida por el Cine-Club Paúles. Este recogió poco tiempo después, con más fortuna, el testigo del que fuera el primer cineclub del municipio.
El Cine-Club Paúles nace en el invierno de 1975, impulsado por la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio San Vicente de Paúl. De hecho su salón de actos fue el espacio que acogió todas las actividades cinematográficas desarrolladas durante todos sus años de existencia.
Al igual que había ocurrido con numerosos cineclubs, el Cine-Club Paúles nacía al amparo de la iglesia católica, en concreto de una de sus congregaciones religiosas. Esta circunstancia facilitó, inicialmente, su actividad ya que el colegio disponía de una infraestructura básica, como era un local, una cámara de 35 mm. y otra de 16 mm., para realizar las proyecciones semanales, con un mínimo de garantías. Se podía de esa manera acceder a una oferta amplia de películas, que no habría sido posible de contar únicamente con una cámara de 16 mm.
A pesar de que nacía auspiciado por el Colegio San Vicente de Paúl, y que su nombre lo vinculaba directamente con una comunidad religiosa, el Cine-Club Paúles, se esforzó, desde sus inicios, por mantener una clara separación, de cara al exterior, entre la labor que realizaba el colegio, en el marco de su labor docente y la actividad, propiamente dicha, del cineclub.
Esta disociación estaba presente ya en el primer programa, “Definiendo el cine”, que editó el cineclub. En él se establecían las líneas de actuación que se iban a seguir en su práctica cinematográfica. Un trabajo cultural que venía determinado por la dimensión social, ideológica y política que dimanaba del propio espectáculo cinematográfico. Así transcribían una frase de los cineastas argentinos Fernando Solanas y Octavio Getino, abanderados del Tercer Cine, en el que se posicionaban por una visión diferente de la que había caracterizado al cine tradicionalmente: “Todo el cine al ser vehículo de ideas y modelos culturales, e instrumento de comunicación y proyección social, es en primer término un hecho ideológico y, en consecuencia, también un hecho político”.
La gran influencia que el cinematógrafo había proyectado, desde sus orígenes, sobre el conjunto de la sociedad, también centraba sus preocupaciones. De ahí que en ese texto, con el que comenzaban su actividad cineclubística, expresaban, igualmente, la necesidad que tenían los espectadores de contar con una adecuada formación cinematográfica, que les permitiera leer las múltiples imágenes cinematográficas a las que se enfrentaban en su visita periódica a los cinematógrafos. De ahí que el cineclub constituyese un espacio informal desde el que familiarizarse en una comprensión adecuada del hecho cinematográfico. Por lo que reivindicaban la labor que en ese campo podían y debían realizar con los espectadores que acudiesen a sus sesiones.
La imbricación que reclaman entre el cine y la sociedad, en la que surgía y a la que se dirigía el cineclub, tuvo su primera concreción en el ciclo con el que abrieron su actividad cinematográfica, dedicado a debatir la problemática de la contaminación. Era este un tema candente, ya que afectaba de forma directa a todos los vecinos de Barakaldo. En más de una ocasión se había proyectado la imagen del municipio como una gran fábrica en cuyo interior se había construido un pueblo.
No se debe olvidar que Barakaldo había experimentado desde la década de los sesenta, su segunda gran industrialización, con todo lo que ello conllevaba. Una de las consecuencias fue el gran crecimiento demográfico, que había propiciado que la población baracaldesa pasase de los 42.240 habitantes de 1950 a los 118.136 habitantes de 1970. A ello había que sumar un desarrollo urbanístico, carente de todo planeamiento, que convirtió la ciudad en un caos y la dejó a merced de la más desaforada especulación urbanística, con las graves repercusiones negativas que para el conjunto de la población representaba. Concretándose éstas en unos índices altos de contaminación y en la carencia de zonas verdes, infraestructuras y equipamientos culturales, que habían degradado de forma alarmante las condiciones de vida de los vecinos.
En la presentación del ciclo “Contaminación” se señalaba que la contaminación era una “problema actual que nos preocupa a todos”. Derivado de este hecho el cineclub quería, con su ciclo inicial, “estudiar este problema ‘ardiente’ de nuestros días. Sirviendo el ciclo de demostración de cómo el Cine-Club Paúles está al servicio de la colectividad donde ha nacido”.
Para este primer ciclo se eligieron tres películas: Contaminación (No Blade Of Grass, Cornel Wilde, 1970), con la que se abrió la programación, el sábado 15 de febrero. En los dos sábados siguientes se exhibieron Estos son los condenados (The Dammed, Joseph Losey, 1962), el 22 de febrero, y El ultimo hombre… vivo (The Omega Man, Boris Sagal, 1971), el 1 de marzo.
A continuación se programó un macrociclo, que se extendió durante los meses de marzo, abril y mayo, titulado “Cine, sociedad y sistema”, que acogió la exhibición de películas como El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962), Hay que quemar a un hombre (Un uomo da bruciare, Vittorio Taviani, Paolo Taviani, Valentino Orsini, 1962), La confesión (La aveu, Costa-Gavras, 1970) y Family life (Family Life, Ken Loach, 1971).
Esta última presentaba la particularidad de ser una película que se estrenaba en Barakaldo, tras su exhibición reciente en Bilbao, y de proyectarse en versión original subtitulada. Un hecho que fue bastante habitual en la programación del cineclub, que de esta forma proyectó en el municipio muchas películas que no tenían acogida en la programación habitual de los cines baracaldeses. Estos no se llegaron a plantear, en ningún momento, programar filmes de estas características.
La programación, de esta primera temporada, se cerró con el ciclo denominado “Grandes directores”, dentro de cual se exhibieron, entre otros, los largometrajes El hombre del brazo de oro (The Man whith the Goldem Arm, Otto Preminger, 1956), El techo (Il tetto, Vittorio de Sica, 1955), y Wagon master (John Ford, 1950). La temporada, no obstante, se clausuró con el filme musical Monterey Pop (Monterey Pop, Don Allan Pennebaker, 1968), que se proyectó el 27 de junio.
Tras los primeros meses de funcionamiento, que constituyeron un excelente rodaje para la puesta en marcha del cineclub, refrendado por la asistencia de la gente a los ciclos programados, se comenzó a preparar la segunda temporada, 1975-76. Esta presenta una novedad importante de tipo organizativo, al incorporar a la gestión del cineclub a varios socios, que no pertenecían a la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio San Vicente de Paúl. La nueva junta directiva decidió profundizar en el trabajo que se había realizado durante la primera temporada, imprimiendo al mismo un carácter más político y social, acorde con el momento político que se vivía en la sociedad española y especialmente en la vasca.
La nueva línea de trabajo, según se recoge en el programa de octubre de 1975, con el que se inició la segunda temporada, se concretó en tres puntos. En el primero se apostaba por un cineclub dirigido al conjunto de la población, que huyera de toda tentación elitista: “Una concepción mayoritaria de las sesiones, condición indispensable para su validez”.
En el segundo se indicaba la labor divulgativa que asumía el cineclub de cara a impulsar una formación cinematográfica de los espectadores, para lo que se buscaba cuidar y potenciar las publicaciones que se editaban: “Abrir nuevos cauces de expresión del interés por el cine: una revista que informe sobradamente sobre los ciclos y directores a proyectar, así como los boletines de información que acerquen al público baracaldés al fenómeno cinematográfico”.
En el tercero, centrado en los coloquios, se apostaba por impulsar la participación de todos los asistentes. El objetivo que se marcaban era fomentar los debates y dar “con la ayuda de todos, vitalidad a los comentarios, después de cada proyección”.
La programación de esta temporada conjugó los ciclos temáticos con los cinematográficos. Entre los primeros tenemos: “Cine político”, programado en octubre, con el que se abrió el curso cinematográfico, al que siguieron “Juventud y sociedad” (noviembre), e “Incomunicación y cultura burguesa” (marzo). Y entre los segundos encontramos los dedicados a la “Nouvelle Vague” francesa y al “Cine suizo o grupo de los cinco”, que se ofrecieron en enero y febrero, respectivamente.
A partir de este mes de febrero de 1976, coincidiendo con el primer aniversario de la puesta marcha del cineclub, la publicidad que se realizaba para dar a conocer sus actividades experimentó un notable salto cualitativo, ya que los carteles pasaron a realizarse en una imprenta. Un toque claramente profesional, que contrastaba con el carácter artesanal que habían tenido hasta ese momento, ya que su elaboración se realizaba, en una hoja formato folio, mediante fotocopias.
Durante esta temporada la programación desbordó las proyecciones de los sábados, para lo que se creó una sección nueva, denominada: “Sesiones Informativas”. Sin una periodicidad regular pasó a recoger aquellas películas que por distintos motivos no tenían encaje en la actividad cinematográfica semanal. Estos podían ir desde la disponibilidad de una copia durante unos pocos días, lo que obligaba a montar una sesión en muy poco tiempo, a la posibilidad de proyectar algún título interesante para los aficionados locales; en este caso se manejaba el criterio de la actualidad o la novedad.
Un precedente de este tipo de películas, como ya hemos señalado anteriormente, lo constituyó el documental musical Monterey Pop. Durante esta temporada se pudieron ver films como Viridiana (Luis Buñuel, 1961), filme prohibido por la censura franquista y que circulaba clandestinamente por el circuito informal que constituían los cineclubs españoles en una copia de 16 mm. De hecho la película no se anunció con su título, sino que sobre un fotograma del filme se aludía a que era una “Sesión dedicada a Luis Buñuel” y la frase del cineasta aragonés: “La moral burguesa es lo inmoral para mi”. Como prólogo a la sesión, que constituyó un éxito, a pesar de las limitaciones con las que se anunció, se exhibió el cortometraje Anticrónica de un pueblo (Equipo Dos, 1975). Este último era un buen exponente de la apuesta que hizo el cineclub por exhibir películas de cine independiente, realizadas al margen de las formas institucionales de producción (filmadas en 16 mm. o en 8 mm.) y distribución, tanto en las sesiones de los sábados como en la informativas, ya que carecían de las posibilidades de una exhibición normalizada.
Otra muestra de las “Sesiones Informativas” lo protagonizó el cineasta estadounidense Buster Keaton, del que se proyectaron el cortometraje La mudanza (Cops, 1922) y el largometraje La ley de la hospitalidad (Our Hospitality, 1923). La sesión constituyó un prólogo al ciclo “Cine cómico estadounidense”, que se exhibió en abril de 1976.
Paso a paso, película a película, el Cine-Club Paúles fue forjando una línea de exhibición cinematográfica coherente y de calidad, a pesar de las dificultades con las que tropezaban habitualmente los cineclubs. Entre éstas, cabe citar, una economía no demasiado boyante, lo que frenaba algunas de sus iniciativas, como era la de editar programas de una mayor calidad formal, y la imposibilidad de acceder a determinados filmes, debido a que las distribuidoras se negaban a alquilarlos o por su alto coste.
Estas dos primeras temporadas sirvieron, no obstante, para fijar las líneas maestras de la programación, que se nucleó en torno a las sesiones de los sábados y las sesiones informativas. Ambos tipos de sesiones representaban una amplia y variada oferta cinematográfica que no dejaba indiferente a los cinéfilos, tanto de Barakaldo como de otros municipios, que concurrían de manera regular a sus sesiones.
Txomin Ansola
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