Ejercicios Espirituales en la Residencia de Pamplona
La Comunidad de la Residencia de Pamplona ha vivido cinco días de ejercicios espirituales, del 6 al 10 de febrero, ambos inclusive.
Los ha dirigido el P. Juan Javier Íñigo (de la Comunidad de Barakaldo) y el tema de reflexión ha sido sobre “La misericordia de Dios”. Y Jesús es “el rostro de la misericordia de Dios”.
Con un lenguaje muy pedagógico, el P. Juan Javier Íñigo ha ido desgranando poco a poco el tema de los ejercicios: Autores que han escrito sobre la misericordia (especialmente el papa Francisco); la definición de misericordia; la conversión a la misericordia para ser misericordiosos basada en la desinstalación (ejemplos de Abrahán, Moisés, el pueblo de Israel, Jesús (cfr. Flp. 2, 6-11), la Virgen María y san José; el itinerario de la misericordia en el AT (basado en los salmos 50 y 102, y en textos de los profetas Ezequiel y Oseas) y en el NT (basado especialmente en San Lucas, en las parábolas de la misericordia (cap. 15); cómo experimentar y celebrar la misericordia de Dios (en los Sacramentos del Perdón, en la Eucaristía y en la Unción de Enfermos y en la oración); los frutos de la misericordia (con la creación de la cultura de la misericordia practicando las Obras de misericordia). La última charla la dedicó a San Vicente de Paúl, “Heraldo de la misericordia y la ternura” (en palabras del papa San Juan Pablo II). Y terminó con una oración de papa Francisco a “María, Madre misericordia”.
Hubo dos momentos muy emotivos y muy bien preparados: la celebración del Perdón (en la tarde del jueves, día 9) y la Unción de Enfermos (en la Eucaristía del día 10). Y como colofón, la Eucaristía en honor de la Virgen de Lourdes iluminó positivamente la situación en la que nos encontramos los misioneros, por ser el Día del Enfermo.
Los Misioneros han manifestado su agrado por la vivencia de estos días, y han agradecido al P. Juan Javier Íñigo sus reflexiones en las charlas y en las celebraciones de la Eucaristía y su presencia diaria en el rezo del santo Rosario.
José Luis Induráin, C.M.
San Vicente de Paúl (de ahí el nombre de “misioneros paúles”), a pesar de las comprensibles limitaciones propias del tiempo en el que le tocó vivir (siglo XVII), tuvo un gran aprecio por la comunicación: llegó a escribir más de treinta mil cartas (alguna llegó a su destinatario varios meses después de su muerte). 
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