Los primeros hermanos Paúles beatos de la C.M.
Catorce misioneros paúles serán beatificados en España el 13 de octubre de 2013. La ocasión marca algunos hitos. El Hermano Salustiano González, el Hermano Luis Aguirre, y el Hermano Narciso Pascual serán los primeros hermanos de la Congregación de la Misión en ser beatificados.
Para toda la Iglesia será un acontecimiento importante, y para todo misionero paúl un estímulo en su vocación; para un Hermano como yo, significa, al menos, tres cosas importantes: tres actitudes. Las tres actitudes provienen, cada una de ellas, del testimonio personal de cada uno de estos hermanos paúles. En mi lectura de sus vidas y los acontecimientos que los llevaron a la entrega de su vida, descubro una actitud fundamental que me atrae, que me estimula y que es un acicate para mi propia vocación de misionero paúl.
El Hermano Salustiano González estaba destinado en el Seminario Diocesano de Oviedo, y fue detenido junto con el Padre Tomás y otros setenta, entre religiosos y seminaristas. Para atemorizarlos los pusieron delante de un muro “frente a los fusiles, el Hno. González se adelantó con los brazos en cruz hacia los verdugos y, cubriendo con su cuerpo a los seminaristas que aguardaban su última hora, exclamó implorante: ¡Matadme a mí…!”. Quien los cuidaba en el día a día, quien procuraba su alimento, quien velaba por su bien, en el último día los protege con su cuerpo y con su vida, como un valiente padre haría por sus hijos. El que había renunciado por el Reino de Dios a formar una familia y tener hijos, muere ejerciendo una auténtica paternidad. Ruego para que, a ejemplo del Hermano Salustiano, yo también sepa acoger a los que el mundo desprecia como el Padre bueno.
La firme determinación.
El Hermano Luis Aguirre tenía tan solo 15 años cuando manifestó querer seguir a Jesucristo al estilo de san Vicente de Paúl, siendo Hermano de la Congregación de la Misión. Como algunos familiares se opusieron a esta vocación, él afirmó: “El oficio que tengo no me llama; quiero ser Hermano Paúl”. Esta fue la firme determinación que mantuvo, no solamente hasta entrar en la Congregación, sino hasta la entrega generosa de su vida en el Colegio Apostólico de Alcorisa (Teruel); desde donde apenas tres meses antes escribía a su hermano mayor: “Necesitamos oraciones y sacrificios por nuestra patria. Ponernos en manos de Nuestro Señor; que sea lo que Él quiera…”. Ruego para que, a ejemplo del Hermano Luis, yo también conserve la firme determinación de hacer siempre lo que Él quiera en el servicio y la evangelización de los pobres.
La alegría de la Misión.
El Hermano Narciso Pascual, con tan solo 19 años de vida, fue testigo de la fe, testigo de la alegría de su vocación-misión en el Colegio Apostólico de Guadalajara. Unos meses antes, cuando se quedó solo en el Seminario San Pablo de Cuenca, escribía a sus padres: “Me encuentro muy bien y sin novedad. A mí no me pasó nada, gracias a Dios. Los estudiantes, Padres y demás Hermanos se marcharon a Madrid y hoy me dicen que se marcharon a sus casas la mayor parte de ellos. Yo me he quedado solo en Cuenca, sin novedad y muy contento. Yo si quisiera marchar, podría, pero no tengo gana de marcharme, y estoy contento […] Yo nada más quiero que ustedes no tengan pena por nosotros, pues nosotros estamos bien. Yo no tengo miedo a nada de eso que se dice. Estoy dispuesto a todo, porque si morimos, morimos por la fe de Cristo…”. Ruego para que, a ejemplo del Hermano Narciso, yo también manifieste siempre la alegría de mi vocación-misión, y todos puedan entender que, con sinceridad, estoy contento de construir el Reino de Dios.
Hno. Francisco Berbegal Vázquez, C.M.
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