Carmelo Velloso, misionero Paúl

En la Navarra de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, abundaron  y  de  qué  manera las vocaciones religiosas. La preponderancia de lo religioso, con un nacionalcatolicismo que lo imbuía todo, la precaria situación económica de gran parte de las familias, y la enseñanza de las primeras letras, en gran medida en manos de congregaciones religiosas, en especial las Hijas de la Caridad, explican esta abundancia de vocaciones.

Carmelo Velloso pertenece a este perfil. De familia profundamente religiosa, con dos hermanos mayores ya en la Congregación de la Misión, su destino estaba trazado. Cinco años en el colegio de La Milagrosa de Pamplona, dos años de noviciado en Cuenca, otros dos de Filosofía en Hortaleza (Madrid) y dos más en Zaragoza para realizar los dos primeros cursos de Filosofía y Letras marcaron su adolescencia y primera juventud. Durante todos estos años, que los vivimos entre la estricta frugalidad, una educación rígida y moralista propia de la época, progresivamente abierta por el empuje del Vaticano II, y el cultivo de virtudes humanas y cristianas que le han acompañado toda la vida, fue uno de mis mejores amigos y probablemente el más bondadoso de cuantos conocí en mi estancia en los paúles.

A los 20 años la vida nos separó con trayectorias muy diferentes. La suya se resume en dos destinos que San Vicente de Paúl, el fundador de la Congregación de la Misión, hubiera aprobado de forma entusiasta: 17 años entre los presos de la cárcel de Martutene en San Sebastián, y otros 17 entre los más pobres de entre los pobres en Honduras. Y es que Carmelo tuvo siempre claro que la frase “me envió a evangelizar a los pobres”, no era sólo el lema de su congregación, sino todo un programa de vida que él estaba dispuesto a llevar hasta el final.

Estos afanes misioneros, unidos a las precarias condiciones de vida en Honduras, fueron minando poco a poco su salud, pese a los esfuerzos de su familia y compañeros por intentar repararla en sus estancias vacacionales en España. El último año, agravada su dolencia, el deseo de la vuelta a Honduras le ha empujado a pelear lo indecible para tratar de retrasar lo inevitable.

Perfectamente consciente de que, pese a sus 68 años, su vida en este mundo tocaba a su fin, aceptó la voluntad del Padre y procuró ser fiel a la misión que Dios le demandaba: aceptar su fragilidad, orar por los suyos y morir como el grano de trigo para producir el ciento por uno. Así nos lo recordaba él en una carta enviada a la misión de Honduras, y leída en su funeral. Una vez más se hacían realidad las parábolas del sembrador proclamadas en los dos últimos domingos del tiempo ordinario.

La eucaristía de despedida tuvo lugar el pasado sábado en la iglesia de La Milagrosa de Pamplona, la misma en la que él había comenzado su periplo vocacional.

Especialmente querido, allí nos reunimos sus compañeros de congregación, su familiares y amigos llegados en buen número desde Larraga y otros lugares, y un nutrido grupo de hijas de la caridad. Toda la familia vicenciana reunida en torno a una persona que había representado como pocos el carisma de su congregación. Unidos en la fe y en la esperanza, pedimos al Buen Dios por Carmelo, y a Carmelo por nosotros. Lo pusimos en manos del Cristo del Socorro, como tienen por costumbre en Larraga, y dimos gracias a Dios por su amistad y su entrega. Apenas dos días antes habíamos celebrado el funeral por otro paúl admirable, el padre Jesús María Lusarreta, fallecido en la misión de La Habana a los 80 años sin jubilación ni descanso, y profesor suyo y mío en nuestra estancia en Pamplona.

Estoy seguro que Dios premiará con creces sus desvelos, porque como cantamos en el ofertorio de su misa funeral, ofreció su pan al hambriento, al sediento dio de beber, ayudó a los necesitados, en el pobre vio al Señor, y los tristes y los enfermos lo encontraron en su dolor. Que él, fiel seguidor de Jesús de Nazaret, que sintió ver- dadera predilección por los pobres, descanse ahora en el regazo de su Señor.

Román Felones Morrás es amigo del fallecido.

(Diario de Navarra, 27 de Julio de 2015; pág. 65): DIARIO DE NAVARRA-CARMELO VELLOSO

 

 

 

 

David Carmona, C.M.

David Carmona, Sacerdote Paúl, es canario y actualmente reside en la comunidad vicenciana de Casablanca (Zaragoza).

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