Desde el Boletín Provincial (1986): El Olivar

1) Jabaloyas, Saldón y Valdecuenca

luculo-250x250Son tres pueblos de la Sierra de Albarracín encomendados a los PP. Paúles de Te­ruel. Las Hijas de la Caridad les ayudan en este ministerio asiduamente desde hace 4 años. En estos pueblos la juventud ha emigrado en busca de trabajo y solamente en el verano acuden algunas familias a sus abandonadas casas, felices con la añoranza de su tierra natal. En Saldón y Valdecuenca apenas quedan 80 personas en invierno, casi to­das ellas muy mayores. En Jabaloyas, último pueblo de la provincia antes de Cuenca, queda más juventud, pero, con gran pena por parte de los mayores, van marchándose a medida que se casan.

2) La Comunidad del Olivar: organización interna

La Comunidad del Olivar está constituida por unos 40 jóvenes universitarios, procedentes en su mayoría de Barakaldo (Vizcaya) y Madrid. Los veranos dedican el mes de julio a acampadas de evangelización en zonas deprimidas de la geografía española. Este año concretamente ha sido en las sierras de Albacete y de Albarracín. El grupo de Al­barracín estuvo integrado por 15 de estos jóvenes, de 18 a 22 años, comprometidos con su fe, y con una experiencia de apostolado y misión rural verdaderamente vicencianas. Este año continuaban la acampada tenida el verano pasado, que, a su vez, había sido precedida por otra convivencia-misión durante la Semana Santa anterior. Ellos conocían, pues, el terreno.

Los primeros días de la acampada, 11-12 de julio, los dedicaron a Saldón, con el fin de visitar a las familias y adelantar el trabajo de adecentamiento de la sacris­tía, que hace de iglesia durante el invierno. Aprovecharon también su estancia para tener una fiesta con todo el pueblo, que fue muy participada por todos los abuelos.

El sábado, día 12, nos instalamos en Jabaloyas. Nosotras dos nos incorporamos al grupo este día, ya que nuestro trabajo no nos había permitido hacerlo antes. Nos integramos como unos miembros más, sin distingos ni protocolos. A la hora de distribución de trabajos nos encomendaron como responsabilidad principal la coordinación del orden dentro de la «comunidad», de las visitas a domicilio y de los trabajos de adecentamiento de la iglesia. Benigno Ventura, seminarista paúl, a punto de terminar sus estudios teológicos, fue el jefe de campamento.

La dinámica de la acampada seguía un plan en el que se entretejían actividades hacia el interior y hacia el exterior del grupo. Tres grupos alternábamos en las tareas domésticas internas: equipos de fregado, cocina y limpieza.

Después del desayuno, la oración, que era preparada rotativamente por los distintos miembros de la «comunidad». Marcaba la pauta del día. Después de la comida se de­sarrollaba un tema en profundidad. Aprovechamos la presencia del teólogo y las distintas experiencias misioneras de algunos componentes del grupo. Terminábamos la jornada con una «revisión» a fondo, que servía, a la vez, para el día siguiente.

3) Actividades Ad Extra

También procuramos turnarnos en todas:

Con los abuelos: Se les visitó tres veces, ambientándoles para recibir el sacra­mento de la Unción en forma comunitaria. Aprovechamos las visitas para animarles, to­marles la tensión y dialogar sobre sus penas y alegrías… Tuvimos una reunión espe­cial, presidida por el párroco, P. Félix Villafranca, con el fin de preparar y ambientar, de forma inmediata, la recepción del Sacramento. La celebración por el Sr. Obispo, que participó igualmente en la fiesta final, mostrándose en todo momento jovial y cercano a los abuelos.

Con los jóvenes: Se les reunió tres veces. Una de ellas para una marcha al monte cercano. Se potenció la relación personal en bares, calles y casas. Son pocos y resultó muy difícil conectar con ellos por sus múltiples ocupaciones con el ganado y el campo.

Con los niños: La gran mayoría eran de fuera, venidos a pasar sus vacaciones con los abuelos. Los acogimos a todos y resultó muy beneficioso, ya que con mayor número podían realizarse mejor las actividades con los del pueblo. Con los niños trabajamos a tope: pasaban casi todo el día en el campamento; era difícil llevar­los a casa al anochecer. Nos sirvieron de puente para los adultos, quienes gusta­ban de visitarnos cuando venían a buscarlos. En la reunión de adultos lo agradecieron expresamente. Nos turnábamos con ellos dos monitores, en sendos turnos, de 11 a 2 de la mañana y de 6 a 9 de la tarde.

Primeramente se construyó una caseta que llamaron «Club de todos». Allí se reunían y realizaban toda clase de actividades: adornarla con guirnaldas, abanicos, cadenetas confeccionadas por ellos; trabajos de arcilla y plastilina, dibujos, pie­dras pintadas para decorar… Con cartulina hicieron unos abuelos que luego llena­mos de caramelos y sirvieron de regalo para los mayores en la fiesta final.

Se completó una catequesis sobre «Compartir» (¡y cuánto costó a alguno poner en común el bocadillo!). Representaron la parábola del Hijo Pródigo y del «Árbol generoso». Los mayorcitos tenían su reunión aparte. Con ellos pudimos tratar además el tema de la fe. Prepararon un rastreo por el pueblo que los pequeños descubrie­ron con regocijo. También tuvieron su excursión. Todos, pequeños y mayorcitos, pre pararon su parte para el «festival» final (cantos, bailes, etc.), así como para la celebración.

Entre los trabajos para el pueblo se pintó la sacristía de Saldón y la nueva puerta de la iglesia de Jabaloyas; se lavó la ropa de sacristía, se limpió la iglesia, los candelabros y todos los «útiles» litúrgicos. En todas estas faenas nos ayudé una persona del pueblo que vive sola y no tiene trabajo, con quien compartimos diariamente la comida. Algunos miembros de la comunidad ayudaron a una familia que tenía mucha faena en el campo. Los domingos animábamos las misas de los tres pue­blos.

Fiesta final: Al fin llegó el gran día, tan esperado y preparado: Festividad de Santiago, día de la Unción comunitaria. D. Antonio dedicó toda la tarde al acontecimiento. Llovió torrencialmente, y algunos atribuyeron la lluvia, tan deseada, a la ilustre visita. El Sr. Obispo, con sencillez, que es una de sus característi­cas, prestó su coche para el traslado de los abuelos al salón. Todo el pueblo estuvo presente. Incluso el campamento vecino de scouts, inundadas sus tiendas, se u­nió de muy buen grado a la fiesta.

Todavía le quedó tiempo a D. Antonio para compartir la cena con la comunidad. En un ambiente distendido, familiar, como si conociese al grupo de toda la vida, bromeó con nosotros, nos animó a seguir adelante, dialogó hasta bien entrada la no­che. Se interesó por nuestro trabajo, por el origen y vida interna de la comunidad, por sus proyectos a corto y largo plazo… Al final, nos dio su acertada idea so­bre los pueblos de Teruel y nuestro posible papel en ellos, nada fácil, lleno de riesgos, pero serio y comprometido.

El domingo, 27 de julio, fue el día de la despedida… nos preguntaban ¿hasta cuándo? El 28 nos reunimos en los Paúles de Teruel con el otro grupo de la comunidad que venía de realizar una experiencia parecida en la sierra de Albacete. Eva­luación final, balance, intercambio de ideas, proyección de cara al futuro y Euca­ristía final que puso broche de oro a nuestras acampadas-86.

SOR ADELINA GURPEGUI y SOR PILAR ACHIAGA Hijas de la Caridad

Mitxel Olabuénaga, C.M.

Sacerdote Paúl y Doctor en Historia. Durante muchos años compagina su tarea docente en el Colegio y Escuelas de Tiempo Libre (es Director de Tiempo Libre) con la práctica en campamentos, senderismo, etc… Especialista en Historia de la Congregación de la Misión en España (PP. Paúles) y en Historia de Barakaldo. En ambas cuestiones tiene abundantes publicaciones. Actualmente es profesor de Historia en el Colegio San Vicente de Paúl de Barakaldo.

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