Ejercicios en la Residencia de Pamplona (del 5 al 9 de mayo)
El tiempo, bonito; el lugar, apropiado; los empleaos y empleadas, delicadamente atentas; el superior pendiente de los detalles; las meditaciones, sencillas, piadosas y serias. Todo era favorable para que pudiéramos hacer los Ejercicios Espirituales con devoción sincera los 17 misioneros que asistíamos a las charlas.
El P. Paulino Sáez que dirigía los Ejercicios nos ganó desde el primer momento al confesar que, “a la primera”, había aceptado con ilusión dirigir las meditaciones y que se había preparado a conciencia. Y en verdad que se había preparado profundamente, acudiendo hasta a Internet para fijar detalles de fechas y lugares. Importantes eran el calor y las resonancias personales que imprimía a las charlas, pero, sobre todo, los temas elegidos: la vida interior y la vida comunitaria, apropiados para unos Padres de edad avanzada y gastados por muchos años de ministerios y trabajos.
Empezando por la realidad central de la vida interior, Dios me quiere, porque es misericordioso y lo demuestra enviándonos a Cristo que es fuente de alegría, pasó a profundizar la oración para dialogar con este Dios, convertido en nuestra esperanza durante el cansancio de la vida. Penetró luego durante dos meditaciones en la vida de comunidad que deben llevar unos amigos que se quieren de verdad para que la comunidad esté sana y no enferma.
Empezaba exponiendo la doctrina, apoyándose en la Sagrada Escritura y en los documentos eclesiales, especialmente del Concilio Vaticano II y del Papa Francisco, y pasaba luego a la realidad práctica de nuestra vida comunitaria, sacando una consecuencia que necesitamos meditar y madurar con todas nuestras fuerzas humanas y divinas: vivir la eucaristía diaria como centro de nuestra vida cristiana. Lo expuso con calor y vivencia. Parecía querer contagiarnos sus emociones.
En la Eucaristía del último día recibimos la “unción de los enfermos” o de los ancianos.
La última meditación fue sobre María, nuestra Madre. Todo entusiasmo, ternura y cariño filiar.
Ahora solo nos falta a cada uno de los que asistimos a los Ejercicios cumplir, al menos, el primer objetivo de los Ejercicios: que el Espíritu Santo nos ilumine un cambio de mente para ver y enfocar los acontecimientos de manera distinta, y un cambio de voluntad para robustecerla en las dificultades.
Benito Martínez, C.M.
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