Triduo Pascual (Alloza) – Teruel
Con mucha ilusión y alegría acudí los días 5 a 9 de abril a Alloza (Teruel). Desde la carretera se divisaba la iglesia y la majestuosa torre de este pueblo del Bajo Aragón. Poco antes de salir de casa pude leer estas palabras en las Conferencias de San Vicente a los misioneros:¡ Señor, mío! ¿De dónde a mi tanta dicha? Así fue como me entregué, con humildad y sencillez, aquellos días al servicio que nos habían requerido a la Comunidad de Casablanca, desde la diócesis de Zaragoza.
El Miércoles Santo asistí a la procesión del Encuentro que ya estaba organizada por la cofradía. Al terminar la procesión, pude anunciar que el jueves por la mañana estaría a disposición de quien quisiera para celebrar individualmente el sacramento de la reconciliación. La mañana comenzó con buen tiempo y pudieron venir algunas personas a confesarse a la parroquia.
La Cena del Señor la celebramos sencillamente pero con dignidad, como se requiere. La participación fue mayoritaria, ya que los niños del pueblo también se lavaron los pies junto con algunos adultos. Por la noche, después de la procesión, celebramos la hora santa. Entre cantos, pasajes del Evangelio y salmos, un grupo de doce personas nos reunimos para estar con el Señor.
El Viernes Santo tuvimos el vía crucis por la mañana en la iglesia, y por la tarde el oficio de la Muerte de Nuestro Señor. Ya al atardecer, celebramos la procesión al Calvario, por las calles de Alloza.
El Sábado Santo se congregó para la Vigilia Pascual en torno a unas 150 personas. ¡Sorpresa la mía, cuando salí a la plaza a bendecir el fuego, y me encontré con aquel grupo tan numeroso! La celebración fue muy participativa, entre cantos, alegría y aplausos. Al terminar la Vigilia, todos se felicitaban por la resurrección de Nuestro Señor, y daban gracias a Dios por tener entre ellos un Sacerdote Misionero Paúl.
La experiencia ha sido muy enriquecedora para mi vocación misionera. Encontrarme con aquella buena gente que tiene sed de Dios, poderles acompañar y atenderles durante esto día santos han fortalecido mi vocación. ¡Los méritos no son míos, son de Dios! Pero en esa entrega dedicada y sencilla encontramos a Jesucristo, el evangelizador de los pobres, y recordamos aquellas misiones que San Vicente también vivió en aquellas aldeas del siglo XVII, en Francia.
Aarón Delgado, C.M.
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