Una Semana Santa diferente – Zaragoza – Casablanca
Después de un mes de confinamiento, todos hemos aprendido a vivir de otra manera y a mirar las cosas de forma distinta. Costumbres, trabajo, proyectos y planes han quedado aparcados hasta que logremos superar esta situación de pandemia. La Iglesia y su liturgia, y concretamente la celebración del Misterio central de nuestra fe, el Misterio Pascual, no ha podido escapar a esa realidad, hasta el punto de que todos hemos vivido una Semana Santa diferente.
En la comunidad de Zaragoza-Casablanca hemos celebrado todos los actos litúrgicos en la intimidad de nuestra capilla. No han sido, sin embargo, unas celebraciones aisladas del entorno y del mundo. En todas ellas hemos tenido muy presentes a las otras comunidades de la Provincia y a la comunidad parroquial, a la Iglesia y al mundo, a los enfermos y difuntos por el coronavirus y a cuantos siguen trabajando al servicio de la sociedad.
El Jueves Santo, a las 18,00 horas, concelebrábamos la Eucaristía y reuníamos místicamente en torno al altar a cuantos otros años nos han acompañado en esta celebración y que esta vez tenían que vivirla desde los medios de comunicación. El Viernes Santo, en una celebración seria y profunda, a las cinco de la tarde, asociábamos a los enfermos y a cuantos sufren a la Cruz de nuestro Señor. El sábado, a las ocho de la tarde, celebrábamos con toda la profusión de signos y con ánimo alegre la Vigilia Pascual, y quisimos asociar a la Resurrección del Señor la salud y la vida de cuantos están padeciendo. Y el Domingo de Pascua volvíamos a juntarnos a las 11,00 de la mañana para participar del gozo de toda la Iglesia por el futuro de esperanza que Cristo Resucitado nos ha ganado.
A lo largo de todo este período de confinamiento, hemos seguido en comunión unos con otros. El Visitador llama periódicamente a las comunidades para conocer su situación. El párroco está en contacto con los feligreses para saber de su realidad, indicarles cómo seguir las celebraciones y ayudar a quienes muestran alguna necesidad. Y todos en comunidad compartimos las novedades y manifestamos nuestra comunión con los distintos problemas y situaciones que conocemos.
Ha sido una Semana Santa diferente. Está siendo un tiempo distinto en nuestra experiencia vital. Pero todo ello tiene también su lado positivo. Las concelebraciones refuerzan la fraternidad. El aislamiento nos procura tiempo y espacio para reflexionar e interiorizar. Y el dolor por los enfermos y fallecidos abre nuestro corazón a una mayor solidaridad con los que sufren y a una más profunda esperanza desde la fe en Cristo Resucitado.
S. Azcárate Gorri, C.M.
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