Textos para la Historia de la CM en España (20 de agosto)

Textos para la Historia de la CM en España (20 de agosto)

Ordenanzas de la visita hecha en la casa de Bar­celona en el año 1762 (20 agosto de 1762)

librossombraJuan Champe indigno sacerdote de la Congregación (le la Misión, a los dilectísimos hermanos en Christo Sacer dotes, Clérigos y Hermanos coadjutores de nuestra casa de Barcelona, salud en el Señor.

En virtud del poder y especial comisión que nos ha dado el muy Rdo. Sr. Antonio Jacquier, Superior General de nuestra Congregación, hemos empezado la visita de vues­tra casa a 6 del corriente mes de agosto de 1762 y termi­nádola a 20 del mismo mes, y después de haberos oído a todos sobre vuestras necesidades comunes y particulares. y leído atentamente las precedentes ordenanzas de visitas, quedamos indecisos sobre dejaros estas nuevas, con el co­nocimiento de que seréis más y más culpables de desobe­diencia, pues no hemos visto sin dolor, que tan santas y prudentes ordenanzas, si no han sido despreciadas, han sido a lo menos descuidadas de todos los diferentes estados de esta casa; sin embargo confiamos en el Señor y en los sentimientos que nos habéis manifestado, que seréis más fieles a observar aquellas y estas que os dejamos, que son las siguientes:

1.° La caridad fraterna, siendo la dicha v la felicidad de las comunidades y el carácter distintivo de los hijos de Dios y de los discípulos de Jesucristo, os exhortarnos con los apóstoles ante todas cosas v sobre todo a hacer que reine entre vosotros y en cada uno por la práctica de todos sus distintos actos prescritos en nuestras Reglas en el capítulo II, número 12 que os rogarnos de leer frecuen­temente. Amaos los unos a los otros, mis carísimos herma­nos; que no haya chismes, ni discusiones entre vosotros; si uno de vuestros hermanos os ha ofendido, perdonadle, como os perdona Cristo Nuestro Señor: no se anochezca el sol sobre vuestras cóleras. Si os acordáis antes de subir al altar, o de ir a recibir la santa comunión, pie hay algu­na cosa contra uno, vaya a reconciliarse con él antes de comer la carne del Cordero de Dios. Os rogamos encareci­damente de evitar esas descortesías y esas palabras duras que afligen al prójimo; esas murmuraciones, esas detrac­ciones, esos reportes que son los principios ordinarios de los odios y antipatías: infelices aquellos que tos hacen na­cer y los conservan: Utinam abscindantur qui vos conturbant. Exhortamos a los oficiales de esta casa a que reci­ban con agrado y ternura a los que a ellos recurren en sus penas, sean corporales o espirituales, al ejemplo de nuestro santo Instituidor.

2. No os disimularemos, cierto, que nuestro corazón no haya sido traspasado del más vivo dolor observando que toda esta vuestra ciudad nos acusa de no tener la conve­niente caridad con nuestros enfermos, y oyendo sus que­jas que nos han sido sugeridas sobre esta materia, que se verifican bastantemente con el número que de ellos se ha­llan en casa de sus parientes. Qué dolor no causan estos rumores bien o mal fundados a la Congregación nuestra tierna madre, la cual animada del espíritu de su santo Fun­dador mira como una gracia singular del cielo el tener en­fermos y poder servir a Jesucristo en sus personas; ella que está dispuesta a vender hasta los sagrados vasos para su alivio; ella que se ha distinguido siempre por su ternu­ra y generosidad hacia sus hijos. Para conservarle en cuan­to de nosotros pende la gloria que se ha tan justamente ad­quirido: 1.° Renovamos todas las precedentes ordenanzas hechas para el alivio de los enfermos, particularmente las del señor Perriquet en el año de 1747. 2º Rogamos al Superior y señor Enfermero de hacer pasar en el invier­no a los aposentos que están a mediodía los enfermos que habitan y duermen a la otra parte, como ya lo ordenó el se­ñor Testori. 3.° Les suplicamos encarecidamente de dar las convenientes órdenes para que las disposiciones de los mé­dicos sean fiel y exactamente cumplidas, y en caso de opo­sición de alguno, rogamos al señor Enfermero que lo avise a nuestro señor Superior General. 4.° Les exhortamos a visitar frecuentemente a nuestros enfermos, consolarles y concederles generosamente todos los alivios que puedan con razón apetecer. 5.° De velar sobre la salud de los jó­venes, para que no la pierdan por exceso en el trabajo, mortificaciones y retiro. 6.° Exhortamos a los enfermos a dar pruebas de su religión y de su paciencia; a no mur­murar ni jamás quejarse con los externos del modo con que son tratados, acordándose que estas quejas, aunque fuesen bien fundadas, jamás serían un pecado ligero.

3.° Hemos visto con gusto y sabido el ardiente celo de la salud de las almas que anima vuestros pechos, por lo que bendecimos al Señor, autor de todo bien. Mas este celo para que le sea agradable debe tener sus justos límites, sin pasar de aquellos que nuestras Asambleas generales y las cartas circulares de nuestros Superiores generales le han prescrito; que la obediencia que les debéis impida el exten­derse sobrado, y en consecuencia: 1.° Prohibimos a nues­tros señores Sacerdotes el confesar a personas de otro sexo de esta dudad y que por ningún pretexto pasen las noches en casa de ellas para asistirlas en su muerte. 2.» Rogamos al Superior de no permitirles, fuera del caso de una extre­ma necesidad, de pasar las noches en casa de sus peniten­tes para ayudarles a bien morir, y si el caso absolutamente lo pide, darles un compañero que nunca los deje; hacer relevar a la hora de comer los que asisten a los enfermos, a fin de que no sea quebrantada la regla que nos prohíbe comer en casa de externos, como lo ha sido antes. 3.° Os exhortamos a tratar con honor, así en los aposentos como en el refectorio, a los que vienen a hacer los ejercicios es­pirituales; darles sábanas limpias de colada, por no ponerles a algún mal que se les podría pegar, si sólo fue­sen pasadas por agua, y sería una vergonzosa avaricia de nuestra parte. 4.° Rogamos a los señores Sacerdotes que van a misión de exhortar a los pueblos a hacer confesiones generales y oirlas con paciencia; les prohibimos aceptar li­mosnas de misas de los que habitan en los lugares en donde y mientras hacen la misión, a fin de no hacernos odiosos a los sacerdotes de dichos lugares. Asimismo les prohibi­mos el confesar sin roquete, como ha sucedido en dos mi­siones con escándalo del pueblo y del clero: el señor Direc­tor tendrá cuidado que los haya por cada misión. Le roga­mos, por fin, de ceñirse escrupulosamente a su regula­mento.

4. Después del cuidado que os tomáis de los templos vivos del Señor, nada hay más digno de vuestro celo, que el decoro de su templo material, debiendo a ejemplo de Jesucristo estar abrasados de un fuego todo divino para echar del santuario lo que podría disminuir el esplendor del culto divino al Soberano Dueño del universo.

Somos por nuestra profesión obligados a mostrar a los ministros de los altares con qué religión deben tratar las cosas santas, y la atención con que deben velar a que los ornamentos y los lienzos destinados para el santo sacrifi­cio sean, sino magníficos, a lo menos propios y bien lim­pios; y así renovamos las precedentes ordenanzas, sobre todo las del señor Testori del 1757 relativas a este suje­to. 1.° Ordenamos al Superior y prefecto de la iglesia, si­guiendo el uso de todas nuestras casas, de hacer dar cada ocho días purificadores limpios a nuestros señores Sacer­dotes y a los Sacerdotes externos que celebran habitual­mente en nuestra iglesia, y hacer mudar a lo menos de tres en tres semanas los amitos. 2.° Le rogamos de velar igualmente a que el sacristán dé siempre purificadores y amitos que no hayan servido a los Sacerdotes que vie­nen aquí de tiempo en tiempo a celebrar. 3.° Le ordena­mos de no comprar sino tela fina para los purificadores, corporales y amitos, y de hacerlos hacer, así como también las albas, de lo largo prescrito por las rúbricas.

5. La juventud de esta casa, siendo la esperanza de to­das nuestras casas de este reino, rogamos al Superior de extender sobre todo en ella su paternal bondad; de velar a que ella sea instruida de todo lo que es necesario para el desempeño de nuestras funciones, sin emplearla en los santos ministerios, hasta estar bien seguro que los podrá desempeñar dignamente. Rogamos igualmente al señor Pre­fecto de estudios de aplicarse atentamente a que dicha ju­ventud sea reglada en sus estudios; renovamos las orde­nanzas del difunto señor Perriquet, del año 1747, en que ordena al Prefecto de estudios el hacer a los estudiantes todos los domingos y fiestas que no sean de primera clase, una explicación de la Santa Escritura o el ejercicio de la administración de los sacramentos, y encargamos al Su­perior que si el Prefecto no lo puede hacer, lo haga suplir por otro Sacerdote que tenga gusto en ello.

Exhortamos a nuestros Hnos. Estudiantes a correspon­der a los cuidados que por ellos se toman, a desterrar de sus recreaciones el aire taciturno y melancólico, a alegrarse en el Señor. Les prohibimos en sus recreaciones mayores de campaña el separarse sobrado los unos de los otros;

6. Hemos visto con satisfacción que nuestros carísi­mos Hnos. Coadjutores trabajan continuamente; les ex­hortamos, pues, a santificar su trabajo por medio de la piedad, caridad y silencio; y así les encargamos la fidelidad a todos los ejercicios espirituales, a la oración, a la lección espiritual yreuniones. Deseamos que tengan más cari­dad los unos con los otros; que se ayuden gustosamente en sus oficios: que se soporten mutuamente. Les ordenamos que sean mássilenciosos, sobre todo en la sacristía, en don­de deben mutuamente acordarse las horas en que suena el reloj, y uno de ellos cada día de la semana hará la lec­ción espiritual por el espacio de inedia hora, hacia las cua­tro de la tarde, mientras los otros trabajan, como se acos­tumbra en nuestras casas. Les recomendamos de santificar igualmente sus recreaciones de la noche con discursos de piedad, sin tratar jamás de lo que mira a comer y beber, y sobre todo no hablar de lo que pertenece a la administra­ción de la casa. Rogamos al Superior y Asistente de mu­darles alguna vez de oficio y exonerarles de él, cuando es­tán enfermos, y de procurarles como a los demás Hijos de San Vicente todo aquello de que puedan necesitar.

7. Vean aquí, señores y Hnos. carísimos, las ordenan­zas que hemos creído deberos dejar para la utilidad y ade­lantamiento de cada uno de vosotros, por el bien y crédi­to de toda la Congregación, y como un monumento de la tierna y respetuosa amistad que os profesamos. Ya no nos queda otro que exhortaros a amar y estimar vuestra dilecta vocación; a acordaras frecuentemente las solemnes promesas que habéis hecho a los pies de los santos altares, las cuales serán vuestra felicidad o desdicha ; a ~ros en nombre del Señor a ser fieles corno lo habéis sido a nues­tras santas reglas; guardadlas con cuidado, ellas os guar­darán conforme a la promesa auténtica de nuestro santo Instituidor. Rogamos al Superior de leer o hacer leer cada primer viernes del mes las presentes ordenanzas.

Barcelona a 20 de agosto de 1762.

Juan Chaume. BPUB. Sig. 16-05-33

Mitxel Olabuénaga, C.M.

Sacerdote Paúl y Doctor en Historia. Durante muchos años compagina su tarea docente en el Colegio y Escuelas de Tiempo Libre (es Director de Tiempo Libre) con la práctica en campamentos, senderismo, etc… Especialista en Historia de la Congregación de la Misión en España (PP. Paúles) y en Historia de Barakaldo. En ambas cuestiones tiene abundantes publicaciones. Actualmente es profesor de Historia en el Colegio San Vicente de Paúl de Barakaldo.

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