La diócesis de Zaragoza, de Javierada ’16
JAVIERADA 2016
EL pasado día 12 de abril tres jóvenes del grupo de catequesis de confirmación de la parroquia san Vicente de Paul, acompañados por los dos jóvenes de la etapa de acogida, nos dirigimos junto con un gran grupo de la diócesis de Zaragoza en peregrinación a Javier bajo el lema “Peregrinos de la misericordia”
Nuestra peregrinación comenzó al subir a las guaguas en la plaza del Pilar. Ya desde primera hora, se podía respirar el buen ambiente y las ganas de pasar un día de convivencia.
En las mismas guaguas nos pusimos en presencia del Señor y nos encomendamos a San Francisco Javier y a la Santísima Virgen para que nos acompañaran en el camino. Nuestro destino fue el Monasterio de Valentuñana, donde pudimos disfrutar de un ambiente distendido para almorzar y pasear por sus jardines antes de entrar a la iglesia del mismo. Allí tuvo lugar la celebración de envío, en la que se nos invitaba a que este peregrinar fuera un camino de encuentro con Jesús.
Ya todos listos, nuestro siguiente destino fue Sangüesa, aunque ahora era a pie. Durante el camino empezaron las primeras conversaciones que desembocaron en el rezo del rosario y otros en cantos y alegrías. Parecía que Sangüesa se había perdido de Navarra, pues no aparecía en el horizonte, pero llegamos. Una vez allí, disfrutamos de un merecido almuerzo para coger fuerzas, porque todavía quedaba un tramo de camino.
Con las pilas cargadas y con la emoción de ver a tantas y tantas personas juntas, retomamos la marcha y con ella empezó el rezo del Vía Crucis, que se vivió con mucho respeto y sentido de oración, aunque entre estación y estación se aprovechaba para saludar y hablar con algunos de los miles de peregrinos, o para acercarse a un sacerdote a recibir el sacramento de la reconciliación.
Y por fin, llegamos a nuestro destino, donde ya aguardaba otro numeroso grupo de miles y miles de personas. Allí en Javier vivimos la celebración de la Eucaristía, donde yo especialmente gocé de tres momentos muy emotivos: el primero, al ver y oír cómo todos los que allí nos encontrábamos cantábamos con fervor el canto de entrada, “Reunidos en el nombre del Señor”; y los otros dos fueron la proclamación del Evangelio y la consagración, donde, aunque rendidos por el cansancio, todos se ponían de pie. Fue una celebración muy emotiva en la que el Arzobispo de Pamplona nos recordó lo misericordioso que es el Padre y lo misericordiosos que tenemos que ser los cristianos.
Ya en el regreso a casa, el agotamiento no pudo con nosotros y en las guaguas se vivieron momentos de mucha diversión, que favorecieron el terminar entablando buenas relaciones
Doy gracias a Dios por esta nueva experiencia, por ponerme en el camino a jóvenes que me dejan caminar a su lado en el peregrinar de la fe.
Samuel Hernández
Etudiante Etapa de Acogida
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