“La visita de San Miguel de Aralar a la iglesia de los Paúles”
El Santuario de San Miguel de Excelsis, enclavado entre las cumbres de la sierra de Aralar, en término de Uharte Arakil, es uno de los centros de espiritualidad más antiguos y enraizados en Navarra. Ese San Miguel mítico, litúrgico y espiritual se concreta en una imagen de plata con alma de madera que desde el siglo IX o X cabalga hacia nosotros ciudadanos de estas tierras en el siglo XXI.
La efigie de San Miguel no es la del arcángel que con la espada en una mano y la balanza en otra derrota a Lucifer. Es un relicario de plata sobredorada que alberga en su interior los restos de la antigua imagen de madera y un “lignum crucis” o reliquia de la Cruz de Cristo. San Miguel, extendiendo las alas, levanta los brazos y con sus manos sostiene la cruz victoriosa del Resucitado. El Ángel es centro de una de las corrientes devocionales más populares en tierras navarras y guipuzcoanas.
De hecho, año tras año, esta venerada imagen abandona su santuario y visita cerca de 280 pueblos de Navarra. Un cuidadoso ritual regula la visita del Arcángel y su Cruz a cada pueblo. Una de las salidas más antiguas es la que realiza a la ciudad de Pamplona el lunes de pascua, donde pasa una semana. El jueves día 2 de Mayo visitó nuestra Iglesia de la Milagrosa a las 20 horas. Se encargó de recibirlo el P. Tomás Chocarro, navarro de Berbinzana y del Osasuna, quien con su palabra emocionada aumentó la temperatura espiritual de quienes acudimos a pedir su protección. El Organista D. José Iturria, guipuzcuano de pura cepa, hizo vibrar el órgano de la Iglesia, las voces de los asistentes y los corazones de los allí presente al ver, besar y tocar el relicario. Un aplauso cerrado y un canto: ADIÓS, MIGUEL ARCANGEL. AGUR, MIKEL AINGERU acompañaba la salida del visitante mientras en el templo quedaban los ecos de:
MIKEL,MIKEL, MIKEL GUREA, GORDE, GORDE EUSKAL HERRIA.
Así camina de pueblo en pueblo el Ángel de Navarra, dejando detrás de sí el anuncio de la Resurrección y de la Pascua Florida.
Julián Soriano, C.M.
San Vicente de Paúl (de ahí el nombre de “misioneros paúles”), a pesar de las comprensibles limitaciones propias del tiempo en el que le tocó vivir (siglo XVII), tuvo un gran aprecio por la comunicación: llegó a escribir más de treinta mil cartas (alguna llegó a su destinatario varios meses después de su muerte). 
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