Reunión del Sureste en Cartagena (16-02-15)

Febrero no es un tiempo propicio para este tipo de reuniones, dadas las múltiples actividades pastorales extras de nuestras comunidades vicencianas: Ejercicios Espirituales, servicios cuaresmales en parroquias y  colegios… Pero, fieles a nuestras tradiciones, decidimos mantener la reunión…

Sólo hubo una  pequeña  representación  de  las comunidades limítrofes: Tomás Peribáñez de Cuenca; Ángel Aóiz de Madrid; Marino Marco y un servidor de Albacete. Eso sí, la comunidad de Cartagena asistió en pleno, excepto Antonio Ibáñez, todavía convaleciente en Pamplona. Tuvimos  también el privilegio de contar con la presencia de Matías Gómez, sacerdote diocesano de Murcia, que comparte tareas misioneras con los  nuestros en Honduras, concretamente en San Manuel, cerca de  San Pedro de Sula.

La acogida y aperitivos acompañantes fueron calurosos, propios de amigos que se quieren bien y hace tiempo que no se ven. Dado el retraso en la llegada de algunos miembros de la comunidad de acogida, la tertulia inicial  se prolongó más de lo que es habitual, hasta pasadas las 12.30; pero mereció la pena: eso  también es convivir vicencianamente y compartir búsquedas e ideales…

La breve  oración inicial estuvo centrada en el amor fraterno, santo y seña y signo inconfundible de nuestro carnet de identidad creyente y vicenciana. En este contexto, el eco de las palabras de San Vicente tuvo un sabor especial: “Oh Salvador, habéis venido a enseñarnos a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos…”

El tema para la  reflexión compartida se tomó  de nuestro cohermano Erminio Antonello y se centró en el pensamiento de San Vicente sobre la necesidad de “Revestirse del espíritu de Jesucristo” A juicio de la mayoría de los participantes el  texto elegido pareció demasiado etéreo, desconectado de las realidades de nuestro entorno vital. No obstante, sirvió de punto de partida para  dialogar sobre las exigencias imprescindibles de nuestra pastoral cercana, en nuestro aquí y en nuestro ahora, como signo de nuestro revestimiento de Cristo, De paso lo utilizamos de trampolín para denunciar los fallos, excesos y lagunas del pasado…

Como era previsible al tocar temas calientes, y dada nuestra particular idiosincrasia latina y española, no faltaron los acaloramientos y excesos verbales… Eso sí, seguidos de las palabras de humildes disculpas…

A posteriori, he llegado a la conclusión de que, si empleásemos el mismo ardor  y acaloramiento que utilizamos en la defensa de nuestros criterios, en el desempeño de nuestras tareas evangelizadoras, seríamos todos auténticos misioneros vicencianos… Ojalá llegue pronto ese día…

La comida, como suele ser habitual entre nosotros, fue abundante y, sobre todo, tejida de historias del pasado y del presente, de buen humor y de amena conversación, con los chascarrillos imprescindibles, que también eso es sano y estimulante, si se toma con la debida filosofía.

Nuestros atentos compañeros cartageneros nos obsequiaron con una buena bolsa de naranjas, que hemos ido saboreando en Albacete hasta bien entrada la semana siguiente, mientras renovábamos el deseo de volver a Cartagena antes de que se agote la campaña naranjera…

Los de Albacete todavía llegamos a tiempo para cumplir nuestros servicios pastorales vespertinos, esta vez con nuevo talante, saboreando las mieles de una amistad e ilusión renovadas. De verdad, merece la pena mantener estos encuentros fraternos, aunque los años nos pesen y las ganas flaqueen… Vivir es caminar sin volver la vista atrás, bien atados los cordones de nuestros zapatos,  para sortear los obstáculos del camino….

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