Biografías para el recuerdo: José Cid Arias

02-01-71
Madrid, Anales 71, p. 88

Todavía no he podido medir la hondura del hueco que ha de­jado entre nosotros el P. José Cid. Pero después de haberle dejado descansando para siempre, en la Sacramental de San Isidro de Madrid y ver la larga hilera de amigos y cristianos que le quisieron acompañar, he sentido necesidad de preguntarme el motivo de la profunda huella que ha dejado entre los que le conocíamos. No hace muchos meses la revista YELDA entrevistó a este hombre, y se le presentó de esta forma: «El P. Cid Airas, Pepe para los amigos y her­manos de su comunidad cristiana, es un hombre con inquietud, un hombre de esperanza nueva. Sus manos andan cargadas de ilusiones y día a día, como un misterioso alfarero, de sus manos van saliendo pequeñas figuras; son las nuevas realidades de una iglesia en ago­nía para una nueva resurrección. Aprovechando un momento de des­canso -difícil descanso el de estos hombres que apenas duermen para hacer realidad el sueño de su vida sacerdotal- hemos comen­zado a dialogar. Su conversación más que una respuesta a mis pre­guntas, ha sido un testimonio de quien cualquier día se puede des­pertar con la agradable sorpresa de que sus sueños son realidad».

En la mañana del día dos de enero de 1971, Pepe no despertó aquí, sino en el más allá. ¿Habrá comprobado ahora, el compañero de tantos trabajos apostólicos, el amigo de tantas alegrías buenas vividas en familia, que las cosas eran como él las había soñado? Hemos de reconocer que la muerte encontró a nuestro amigo con las armas en la mano y mirando hacia adelante. La noche anterior había celebrado con los miembros de su comunidad cristiana la Euca­ristía; había meditado el capítulo noveno de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. Por otra parte la Comunidad Cris­tiana por él alentada ha empezado a dar los primeros pasos por un camino nuevo de sinceridad y revisión de su fe de cada uno y de la fe de todos.

A nuestro amigo Pepe la muerte le salió al encuentro cuando iba de camino. ¿Hacia dónde? Ni él mismo lo sabía, pero estaba se­guro de que su fe en este momento presente le exigía esto, y cada día se entregaba a su tarea con nueva ilusión y juvenil entusiasmo. El sólo sabía que su sacerdocio estaba hecho de sinceridad y fide­lidad a Cristo, y esto precisamente le obligaba a desprenderse con­tinuamente de lo ya conseguido para seguir adelante que él entregaba desinteresadamente, consciente de que este era el mejor medio de servir a la Iglesia, que, sin dejar las amarras del presente, mira hacia el futuro. Continuamente estaba en contacto con los hombres más del momento, los que sufren en su carne la angustia de una búsqueda sincera de lo que ha de ser un sacerdote del futuro. Congar, Hans Küng y todos los grandes teólogos fueron objeto de su prolongada lectura, que después el traducía en pregun­tas y reflexiones que a uno le servían de luz y de estímulo. Cierta­mente, las comunes inquietudes eran pie de un diálogo o de una discusión, pero siempre al final un sentimiento de haber estado bus­cando en equipo llenaba el ánimo de sereno equilibrio. No era Pepe hombre para imponer criterios, sino para compartirlos. Sin duda, él no tenía mucha fe en la estructura de la iglesia actual, pero no por ello luchó contra ella, más bien trató de ganarnos la partida a todos, buscando un modo de ser nuevo, dentro de la misma fidelidad a Cris­to. Esto no quiere decir que no le doliese profundamente la postura de aquellos que le juzgaban a él y a sus obras sin conocerle. Hom­bre de una humanidad exquisita. Sufría cuando se daba cuenta de que los demás carecían de ella. Aparentemente parecía no dar im­portancia a las ofensas que se le hacían -y fueron muchas las reci­bidas en la última etapa- pero en el interior de su corazón sufría con cada nuevo engaño descubierto en torno suyo.

Como podéis comprender, de nuestro querido compañero no podemos hacer una estadística de obras realizadas, ni siquiera una síntesis de su pensamiento. Pepe era una casa con dos ventanas muy abiertas, la una mirando al pasado, la otra mirando al futuro; aquélla llena de lecciones; ésta, llena de proyectos. Y mientras tanto, el in­terior: un rinconcito alegre y confortable donde todos los que llama­ban eran bien recibidos. Su perenne sonrisa a flor de labios era un reclamo constante para contarle nuestras inquietudes. Su corazón de gigante era el consuelo de todos los que tenían una pena o una preocupación que contarle.

A propósito no he querido bajar aquí a contar detalles y anéc­dotas; no son estas unas memorias, sino una brasa que instigada por el viento del recuerdo, brilla. En la última Eucaristía que él celebró con su comunidad, un hombre que hacía años no se había acer­cado a los sacramentos, comprendió el sentido de su fe y participó en la Comunión. Pepe conocía la historia y por eso su corazón de pastor desbordó de alegría; a la mañana siguiente el médico diagnos­ticó: “Síncope Cardíaco” Una estufa encendida, que consumió el oxí­geno de su habitación y una oveja vuelta al redil fueron suficientes para que aquel corazón dejase de latir.

Las Comunidades de Base a escala Nacional e Internacional le deben su entera disponibilidad para todo. Durante el último año la confección del boletín informativo le llevó largas horas de trabajo

Su cuerpo lo dejamos reposando en lo más alto del cemen­terio, apenas a un kilómetro de aquellas calles que él recorrió con su bufanda blanca y su abrigo azul; con su gesto cariñoso y su sonrisa a flor de labios; con su mano tendida para los humildes; con su vida a flor de piel dispuesta a sacrificarse en cualquier momento para que los hombres diésemos un paso adelante para formar una misma familia.

En el cementerio había nieve, en los árboles tristeza, en el corazón de quienes le quisimos resignación y alegría. El nos lo ha­bía dicho: «mi muerte no debe ser llorada», y aunque no pudimos sujetarnos las lágrimas, todos estábamos convencidos de que, echan­do tierra sobre su sepulcro, la siembra estaba realizada. ¿Habrá lle­gado la hora de la cosecha?

Magín Coello Fernández

Mitxel Olabuénaga, C.M.

Sacerdote Paúl y Doctor en Historia. Durante muchos años compagina su tarea docente en el Colegio y Escuelas de Tiempo Libre (es Director de Tiempo Libre) con la práctica en campamentos, senderismo, etc… Especialista en Historia de la Congregación de la Misión en España (PP. Paúles) y en Historia de Barakaldo. En ambas cuestiones tiene abundantes publicaciones. Actualmente es profesor de Historia en el Colegio San Vicente de Paúl de Barakaldo.

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3 Respuestas

  1. Gracias, a quien corresponda, por todas estas notas biográficas. Qué bueno fuera que, en el Catálogo CM encontráramos un link para llegar a cada una de ellas sin tener que dar tantas vueltas y revueltas. E. Mangana CM

  2. Magin Coello dice:

    Hace días envié comentario en la muerte de José María Mondejar….alguien lo ha suprimido…Miguel Olambuena espero explicación. Saludos y Feliz Año…

  3. Magín Coello dice:

    LA BARBACOA DEL “TÍO PEPE”
    En la muerte del Padre José María Mondéjar Izquierdo

    No crean sus sobrinos, “según la carne”. que ellos son los únicos destinatarios de esta invitación. Hace ahora un mes, con sor Paula como único testigo, José María Modéjar Izuierdo, cerró sus ojos para siempre en la tierra, para contemplar eternamente el ROSTRO de Dios… Eran las siete y media de la tarde del día 30 de octubre en la Clínica La Milagrosa de Madrid.
    Acababa de morir nuestro “Tío Pepe”… Sobrinos suyos somos cuantos a lo largo de su vida gozamos de algunos de los dones y talentos, con que el Creador quiso adornarle; en mi caso, después de setenta años de conocimiento y amistad, he sido testigo de la abundancia y generosidad con que los ha repartido.
    En una de las últimas visitas el año 2019, antes de que me prohibieran visitarle, porque al parecer, según el Superior -un tal Padre Santiago- dijo que “entrábamos como Pedro por su casa”….Así tratan algunos vicencianos a quienes intentan practicar lo que antes llamaban obra de Misericordia de visitar a los enfermos…En ese último encuentro, presintiendo el final cercano, le pedí hacer una copia de la fotografía suya junto al Lago de Tiberíades… Como siempre nos dimos un abrazo y me dijo: “Ya lo sabes, el que muera antes , espera al otro junto al Mar de Galilea”.
    Cumpliendo su voluntad, sin duda, me permití extender el mensaje a todos sus “sobrinos” y así nació la foto y el lema que Javier Alba y Luís de Pablo se encargaron de difundir entre todos los hermanos de Comunidades, su familia de Sevilla y entra las Hermanas de la Caridad, sin duda, también destinatarias de esta invitación a la “Barbacoa del “Tío Pepe”.
    “Sobrinos” a miles: La parroquia de San Vicente, en Carabanchel, cuando llegó José María Mondéjar rondaba los cien mil feligreses… será difícil encontrar algún vecino que no haya pasado por sus manos para bautizarse, confesar, recibir la primera comunión, recibir un buen consejo o ser ungido con el óleo de los enfermos… Ya en Santa Catalina, con el comienzo del Camino Neocatecumenal con Kiko Argüello y Carmen Hernández, la proyección Evangelizadora se extiende al mundo entero y el mismo pide marcharse a Cuba, creando las Comunidades en San Luis de Santiago de Cuba…Es entonces cuando los Paúles abandonan santa Catalina, “porque no era rentable económicamente”, dicen, y Mondéjar lamenta: “¿de qué nos sirve tener las arcas llenas, si perdemos el perfume de Betania?”.
    Miles de “sobrinos” le surgen a José Mari por doquier y el censo sigue aumentando los seis años que dedicó a las Hijas de la Caridad, recorriendo miles de kilómetros para acudir a pie de obra, donde quiera que le reclamaban… pues a todos estos nos espera el amigo Mondéjar junto al Mar de Galilea, como proclama el recordatorio de su RESURRECCIÓN…
    El “Mar de Galilea” es lugar de tormentas y de paseos sobre el agua, escenario de multiplicación de panes y peces y de milagrosas expulsiones de demonios, colina de Bienaventuranzas… todos de acuerdo, pero para José María Mondéjar y los suyos -”sus sobrinos”- El Mar de Galilea -a donde nos precede Jesús después de resucitar- es el escenario de la “Última Barbacoa” con que despide a siete de sus predilectos y utilizo la palabra a propósito, para provocar en todos nosotros el ambiente, la alegría, la comunidad, el aroma, la fiesta que evoca en la actualidad la palabra “Barbacoa”, con su musicalidad incluida: La última Barbacoa de Jesús es la “Barbacoa del Tío Pepe”.
    Quien no entienda esto, no comprenderá ni su vida ni su muerte. No os fiéis de mi… Acudid al capítulo 21 del Evangelio de Juan: Allí, hay dudas sobre la identidad del Mesías, hay consejos, hay decisiones chuscas, como Pedro desnudo tirándose al agua, como si alguien te empuja al borde de la piscina de la casa… una barbacoa como vecinos de la urbanización… Pero mientras reímos, discutimos, nos bañamos… Jesús, el Resucitado, ha recogido leña, ha apiñado unas piedras en forma de parrilla, ha colocado el pescado sobre ella y ha partido el pan… cuando llegan los siete, con la abundante pesca, Jesus les dice: “Venid y comed”… Empieza la última Barbacoa de Jesus.
    Apelo a la memoria de todos los “sobrinos del Tío Pepe, los de la carne y los del espíritu… “que no falte de nada”, gritaba al entrar en su casa de Sevilla… con la misma voz que entonaba el Aleluya, al presidir la Pascua y proclamar la Luz del triunfo de la vida sobre la muerte, con la misma ternura con que te escuchaba cuando le contabas tu pena, con la misma rapidez que salía volando para acudir en ayuda del último caído… Ahora comprenderá Cristina, su hermana, por qué las páginas de su Biblia están más sobadas y envejecidas en la parte del Evangelio de Juan. Me alegro que esa Biblia esté ahora bajo custodia de su familia, de no ser así sería un volumen más de una vieja estantería: Son las páginas de la última Barbacoa de Jesus: la Barbacoa del “Tio Pepe”: Sobre ella, José Mari convirtió su vida en un darse y repartirse: “Que no falte de nada”… y siempre con gozo y alegría…
    Pero José Mari también murió en la Cruz: “Estás crucificado” le decía sor Paula las últimas semanas cuando le veía con los brazos atados al sillón de la enfermería, para que no se quitase las agujas, que le mantenían con vida. Santa Teresa dice que la vida de Comunidad es un Martirio porque va puliendo el alma a golpe de “agravuelos” -pequeños agravios- por los defectos que te corrigen y descubren: “¡Jobar como roncas, José Mari, le dijo Jacinto Cuesta, después de compartir noche en la habitación de un hotel de Roma… ¿Roncar yo?, replicó, pues nunca nadie me lo ha dicho…Claro, porque siempre duermes solo, explicó Jacinto. Tienes razón, concluyó Mondejar: Hasta para eso es bueno vivir en Comunidad, para conocer los defectos que uno tiene”. Es sólo un ejemplo. Los otros “agravuelos”, que solo los muy íntimos conocemos, esperamos que a sus autores le sirvan de penitencia y a nosotros nos hayan demostrado el crisol pascual sobre el que se purificó su vida.
    Teníamos el pescado y las brasas, pero para esta Barbacoa nos faltaba la sal: La sal que da sabor, la sal que conserva, la sal que como salario retribuye la jornada de trabajo. En nuestro auxilio viene Benedicto XVI al descubrir que San Lucas en las comidas del resucitado con sus discípulos usa la palabra “synalizomenos”, que significa textualmente: “comiendo con ellos sal” : la sal siempre estaba presente en las comidas del resucitado. La sal que conserva y eterniza, el salario que recibiremos los que, en algún momento de nuestra vida, tuvimos la fortuna de participar en la Barbacoa del “Tío Pepe”.

    Magín Coello Fernández

    Madrid 30 de noviembre de 2021

    Hace años recordé a Pepe Cid con aquel comentario. Ahora, en la muerte de otro amigo del alma: José Mondéjar he escrito esta «Barbacoa del tío Pepe»… Me gustaría que apareciesen las dos juntas, porque juntos soñamos muchas profecías que ahora se están cumpliendo… Ellos nos esperan ya, junto al mar de Galilea!!!

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