Conceptos clave en Misiones Populares IX: Encuentro con las personas
La palabra encuentro es una de las palabras claves de nuestro quehacer misionero. La realidad del encuentro es la forma de presentarse Jesús entre nosotros. El ha salido del Padre y ha venido hasta nosotros para encontrarse.
Volvemos al evangelio: Iba Jesús de camino, se encuentra con una mujer, le ofrece el regalo del que es portador (el don de Dios), trata de hablarle al corazón… Por eso aconseja a los 72: Cuando entréis en una casa decid primero: ¡Paz a vosotros! Si allí hay un hijo de paz, la paz descansará en él. Si no, volverá a vosotros…
Nuestro Dios se hizo humano en un hombre que conversaba. Todo el Evangelio de Juan está formado por una serie de conversaciones: Jesús conversa con Nicodemo por la noche; con una mujer junto a un pozo, para escándalo de sus discípulos, que se preguntaban por qué hablaría con aquella mujer de mala reputación; con el hombre que había nacido ciego, cuando todos los demás solo hablaban sobre él. La escena de la última cena es toda ella una extensa conversación. Jesús conversa con Poncio Pilato hasta que este finaliza la conversación preguntando: «¿Qué es la verdad?». Y en la mañana de Pascua la conversación surge de entre los muertos, cuando el Resucitado se dirige a María Magdalena en el huerto diciéndole: «¡María!», y ella le responde: «¡Rabunni!».
Así pues, no vamos puerta por puerta para hacer una labor proselitista ni para conseguir más asistentes a los actos misioneros. ¡NO! Vamos porque estamos convencidos que la misión es un encuentro. Queremos actuar al estilo de Jesús y al intentar seguirlo vamos a los demás:
- Con su Buena Noticia
- Deseando la Paz.
- Buscando la profundidad de la persona.
- Ofreciendo y ofreciéndonos.
- Con temor y temblor, conscientes de nuestra limitación.
No queremos olvidar que este estilo es completamente distinto del empleado por otras confesiones religiosas. Y no estará demás advertir que este aspecto es quizá el más importante en la misión de hoy. Como puede suceder en ciertas circunstancias, no sería mala, sino todo lo contrario, una misión en la que no hubiera actos programados de predicación.
Ahora bien. Este hecho exige de nosotros una formación y preparación “continuas”. Vamos “a pecho descubierto”, -decía un misionero con cierto sentido humorístico-. Pero hemos de ser conscientes que tanto el evangelio como el mundo actual son exigentes. No valen ni las recetas fáciles ni los estereotipos. Estudio, reflexión, oración y diálogo son necesidades constantes del misionero. No vale decir “es que nosotros tenemos carisma para esto de las misiones”…
Participamos de esta manera de la exhortación que hace Pedro a todo cristiano: “Dad culto a Cristo, el Señor, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza, pero con modestia, respeto y buena conciencia” (1Pe 3,15s).
Y, ¿qué pasa si hay quienes no quieren este encuentro, como sucede frecuentemente hoy?. San Pablo aconsejará algo extemporáneo (¿?): Insiste con ocasión y sin ella. Pero Jesús mismo lo había previsto ya: «Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.» Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios»» (Lc 10, 8-11).
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