Conceptos clave en Misiones Populares I: Colaboración

En una serie de artículos cortos, voy a tratar de “precisar” qué es una Misión (la nuestra) a través de las palabras “clave” que señalan los distintos momentos de nuestro trabajo misionero. Lo haré así porque las palabras que empleamos para definir los distintos pasos que se dan en una Misión no han sido elegidas al azar. Hay en ellas, en semilla, toda una concepción de lo que significa para nosotros la Nueva Evangelización.

Eso sí, conviene tener en cuenta que en estos conceptos no queda ni encerrada ni resumida toda la riqueza de nuestro estilo misionero.

Pero además, tienen otra finalidad. Al ser “conceptos”, muestran dos posibilidades: 1. Señalar unas líneas de acción; 2. Dar la posibilidad de materializarlos (concretarlos) de diversa manera: con distintas formas, distintos métodos… Va pues el primero.

Obra de Iglesia: Colaboración

La Iglesia receptora del mandato de Jesús, id y haced discípulos míos, enseñándoles a cumplir lo que yo os mando, está por medio. La Misión es una de las tareas de la Iglesia, la primera, dice Pablo VI: La Iglesia existe para evangelizar (EN 14).

«Es curioso  -ha dicho Martín Velasco- que durante los primeros siglos de la Iglesia, pasada la generación apostólica, no hubo ministerios dedicados explícitamente al apostolado, sino que evangelizaron las comunidades insertas en las distintas ciudades, por su modo de vivir».

Hablar de Misión es hablar de pastoral de conjunto. En el proceso de una Misión se trata de poner en contacto pastorales distintas. Aunque sólo sean la pastoral ordinaria y la extraordinaria.

Sería ya muy importante realizar juntos un Programa. Esto, por otra parte, sería realizar algo que no se da demasiado, pues, dentro de la Iglesia, muchos vivimos como francotiradores.

Y conviene recalcar que esto no se puede dar por supuesto. Es muy peligroso. Para  comprobarlo nos basta un dato de la pastoral ordinaria: ¿Se entienden de hecho y ordinariamente los distintos grupos de una parroquia?

Necesitamos unirnos en un mismo sentido de Iglesia. Superar protagonismos y personalismos, aunque sean de grupo. Puede haber sectas dentro de la misma iglesia católica. ¡Y no queremos ser sectarios!.

Dos peligros a evitar desde esta perspectiva: “el sectarismo” y el “acomodo a la situación”.

Permitidme una cita de un pastoralista inglés: En una sociedad como la nuestra debemos evitar dos tentaciones. La primera es recluimos en un gueto para volver a crear la cultura católica del pasado, que se ha perdido, o formar idílicas y confortables comunidades cristianas en las que compartimos nuestra fe, hablamos el mismo idioma, nos casamos entre nosotros y llevamos un extraño estilo de vida. Esta perspectiva tiene sus ventajas. Los monasterios benedictinos sirvieron de islas contra-culturales durante la Edad Media, de modo que el cristianismo pudo sobrevivir. Pero si toda la comunidad se convierte en un gueto, entonces no seremos el rostro de Jesús, que acogía a todos e invitaba a sentarse y a comer con él a publicanos y prostitutas.

La tentación opuesta consistiría en acomodarse a la sociedad y ser arrastrados al sumidero de la secularización. “Acomodándonos”, podríamos decir —con timidez, pero no demasiado alto— que Jesús es, en cierto modo, algo bueno, en cuyo caso el cristianismo estaría llamado a desaparecer.

¿No os parece que estamos metiendo el dedo en una de las llagas de nuestras parroquias actuales? Nadie posee en exclusiva la verdad y las soluciones. Por eso, necesitamos complementarnos, colaborar, poner en común nuestras pequeñas lucecitas.

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